El lenguaje inclusivo, ¿inadmisible?

Danny Ricardo Cano Portilla
21 de junio de 2021 - 03:00 a. m.

Es natural que cualquier tema que suscite revuelo se convierta, tarde o temprano, en material de burla. Y el lenguaje inclusivo no es inmune a ello. Sin embargo, sus detractores, que en su mayoría erigen sus críticas sardónicas sobre la idea del purismo lingüístico, desconocen lo lejos que están de entender la esencia del lenguaje, que se manifiesta, desde luego, a través de la lengua.

Ahora, para despejar el tema de ciertas sombras que lo envuelven es necesario poner los reflectores en lo siguiente: en las lenguas se da un fenómeno denominado metátesis. Consiste en que dos sonidos en una palabra cambian de posición. Ha ocurrido, por ejemplo, en la palabra “costra”, la cual deriva del vocablo latino crusta, que significa “corteza”. Con el tiempo, la u se abrió a una o, cuyo resultado es “crosta”. Esta sería su pronunciación “ideal”; pero, por cambios imperceptibles que hicieron los hablantes, la r pasó delante de la t, dando origen a “costra”. Esto también ha sucedido en palabras como “cocodrilo”, “asfixia” y “murciélago”, entre otras.

A lo que voy es que muchas palabras que decimos no son dichas “idealmente”, al menos desde su formación etimológica y, con todo, se consolidaron así. Lo mismo sucede con el morfema e para designar el género neutral. No es lo “ideal”, debido a que su uso no se ha extendido en todos los hablantes, pero existe la posibilidad de que el cambio se establezca permanentemente. Hace parte del rasgo mutable e inmutable del lenguaje. Ya lo decía Ferdinand de Saussure. La sintaxis no varía, pero las palabras sí sufren cambios a lo largo del tiempo.

Ahora bien, muchos esgrimen que el lenguaje inclusivo es inadmisible porque la RAE lo rechaza. Pero parece curioso que nadie pega el grito en el cielo con los sustantivos ambiguos; es decir, aquellos que aceptan el femenino (la) y el masculino (el), como ocurre con las palabras azúcar, margen, calor, radio o sartén. Sin embargo, empecemos por aclarar que el rol fundamental de la RAE es precisamente el de observar y recoger las fluctuaciones de la lengua. Tal es el motivo del porqué, hace no poco, la RAE haya admitido las palabras “haiga” y “murciégalo”. Justamente por eso, porque quienes realmente tienen el poder sobre la lengua son los hablantes, la comunidad lingüística, y no las academias de las lenguas. Al fin y al cabo, la RAE no refleja el estado actual del español; si no, ver el caso de los neologismos; así como tampoco ninguno habla la lengua “ideal” con la que trabaja la RAE. Todos cometemos variaciones en el idioma, pronunciamos ciertos sonidos de forma distinta a lo que exige la norma e imprimimos al habla nuestro sello personal (idiolecto) y eso no significa que se hable mal.

Pero entonces ¿qué es hablar mal? En lingüística, únicamente la agramaticalidad se considera hablar mal; es decir, la persona debe hablar algo así: “Verde la es casa”; en vez de decir: “La casa es verde”. Y casos así no ocurren. Porque, una vez que adquirimos el idioma, las reglas se quedan grabadas en nuestra mente.

De manera que, así como muchos piensan que el lenguaje inclusivo es un horror, lo mismo pensaban, en su época, aquellos que hablaban latín y vieron con desagrado cómo de aquel empezaban a cimentarse las lenguas romances. Esto se traduce en tres cosas: que el lenguaje inclusivo, a futuro, se puede consolidar en el español como un registro del habla, convertirse en una variante de este o caer en desuso. Por ahora es muy pronto para dictaminar verdades, el tiempo y los hablantes decidirán.

Por Danny Ricardo Cano Portilla

 

Mateo(36348)22 de junio de 2021 - 09:44 p. m.
En los mismos argumentos está la crítica a la "lengua" inclusiva. Nadie hizo un tratado de por qué deberíamos decir "costra" en vez de "crosta". La lengua muta con la vulgarización y lo que trata de hacer el feminismo es de todo menos vulgar. Es un movimiento que no sale del acadecimismo y fuerza los cambios.
-(-)22 de junio de 2021 - 02:50 a. m.
Este comentario fue borrado.
  • -(-)22 de junio de 2021 - 03:02 a. m.
    Este comentario fue borrado.
Libardo(10892)22 de junio de 2021 - 01:59 a. m.
Que el lenguaje refleje fielmente la realidad. Mientras subsistan las desigualdades en el empleo, en las actitudes cotidianas, en las oportunidades de acceso a muchos ámbitos tácitamente prohibidos para la mujer, la discriminación disfrazada de cortesía, etc. los cambios idiomáticos carecen de valor. Aquí se cumple a cabalidad eso que reza: del dicho al hecho hay mucho trecho. Hechos, por favor
humberto jaramillo(12832)21 de junio de 2021 - 11:40 p. m.
¿Qué tanto ha cambiado el idioma castellano desde el Quijote de Cervantes después de más de 4 siglos?
DORA(2370)21 de junio de 2021 - 09:51 p. m.
Pues ojalá caiga en desuso, y pronto ,semejante adefesio. Imagínese el horror hablando de los y las y todos su derivados, no nos crean tan pendejos y tan pendejas o pendejes, si le suena mejor.
  • humberto jaramillo(12832)21 de junio de 2021 - 11:38 p. m.
    políticamente correcto, primero las damas o lo femenino y luego los caballeros o lo masculino, entonces no nos crean tan pendejas o tan pendejos
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