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Netflix acabó mi matrimonio

Santiago Esteban Sánchez
13 de marzo de 2023 - 02:00 a. m.

Lo peor es que esta nota comienza como una película, de las tristes, que escribo mientras mi esposa ve la serie Downton Abbey. Según lo que he podido escuchar, esta serie le ha sacado más risas que yo en el tiempo de casados; si es que me fallan las cuentas, seguro que esta y otras series sí lo han hecho. No solo sonrisas, seguro que Netflix ha producido en ella más deseo del que yo he podido. Kemal Pamuk (personaje de la misma serie) tal vez fue el último, en sus palabras, “un joven encantador y seductor que quería entrar al cuarto de la hermana mayor…”. Así he visto cómo pierdo la guerra ante la gigante plataforma.

Aunque el inicio se remonta al día que dejamos entrar la aplicación a nuestro hogar, fue hace un año cuando todo se hizo evidente. Busqué toda la tarde un buen lugar para celebrar nuestro aniversario número 15 de casados. Después de encontrar el sitio que se ajustaba a mis gustos de decoración, menú y música, solo quedaba disfrutarlo; claro, después de la cena esperaba el momento de romance y placer que todo aniversario merece.

Eran las 8 p.m., llegamos al lugar y todo salió perfecto. Fue hermoso que pusieran la música solicitada y, en una suerte de azar romántico, cada canción sonaba en el momento preciso: canciones que en 15 años nos recordaron buenos momentos llenos de amor. La velada fue inmejorable y luego venía la sorpresa de placer, pero, como no se trata esto de un relato erótico, me limitaré a decir que salió terrible. Algo que, según yo, nunca había pasado.

Desde ese día algo cambió en mi cabeza, la seguridad de que éramos felices y que en los aspectos del amor carnal estábamos en sintonía se desdibujó completamente; ha sido desde entonces una muerte lenta y agónica que durante un año me lleva a escribir este “testamento y advertencia” como una especie de terapia, catarsis o expresión de dolor. No quiero culpabilizar a Netflix exclusivamente, seguro no es la única causa, pero ha sido mi enemigo directo en este período de aburrimiento por estar casado. Jamás me había sentido tan triste, aburrido, abrumado que cuando ella me dice: “¿Me acompañas?”, y la compañía que espera es que me quede en la cama viéndola disfrutar sus series en Netflix.

Comencemos por la causa sin duda de mayor valor, y encontrarán sentido en mi acusación a la plataforma al comprenderla. Viajamos mucho, pensaba que éramos felices, proyectos concluidos y otros por hacerse realidad, pero descubrí que esas dos condiciones nos mantenían ocupados y entonces podía evadir la realidad... ¿cuál realidad? Que soy un tipo aburridor que, confiado en su aparente belleza y realmente pocas habilidades, simplemente parece no hacerla feliz y plena en la intimidad. No logro con mis acciones de romance de cada aniversario, cumpleaños u otros satisfacer su necesidad de sorpresa y romance, soy un fracaso en el amor, una belleza incompleta, un rostro promedio con un cuerpo por debajo del promedio que jamás podrá superar a un actor con su belleza, un hombre con la economía de un bogotano promedio que difícilmente puede lograr invitarla a celebrar un aniversario en escenarios parisinos. Tal vez muchos hombres se sientan identificados y muchas mujeres también, pues ese es el promedio del hombre colombiano, pero así no son los hombres de Netflix, ni las historias de Netflix, ni los amigos, ni los escenarios; son cautivantes y siempre perfectos.

Allí entra Netflix, una droga que consume su tiempo, horas diarias que le producen lo que yo no puedo: emociones, sonrisas, amor, deseo, pasión (porque todas las series eróticas están comenzadas en el perfil). Este gigante de los videos ha capturado lo que antes el amor lograba, o al menos era lo que hace un año yo creía.

Traté durante los últimos meses de comprenderlo, intentaba ser capturado por una serie, pero esta droga no es para mí. La infidelidad emocional fue una alternativa que apareció, tal vez aquellas mujeres que me creen atractivo, seguro e interesante (que pueden ser bastantes) querrían conversar conmigo y tomar un café, hacer los planes que ahora no puedo ni me interesa tener con mi esposa. Otro fracaso: los casados entenderán que el “toque” tiende a perderse y que hay perfiles de alto riesgo que es preferible no invocar, solo me interesaba la infidelidad emocional.

Perdí la guerra, ella prefiere a Netflix, se niega a dejarlo, mis hijos siguen el camino y ahora pasan horas viendo películas juntos o a solas. Por ahora me queda salir temprano a hacer ejercicio, trabajar y estar fuera de la casa hasta que ella termine sus series, hacer el papel del tonto perdedor que duerme con el enemigo en el mismo cuarto.

Cuídese y cuide a sus hijos (porque si el alcohol y el cigarrillo son la entrada a las drogas, Netflix es también la entrada a la pornografía y la infidelidad, claro que es una opinión, mi opinión); yo no pude, perdí. La plataforma de entretenimiento tal vez más grande del mundo fue para mí insuperable, entretiene a mi esposa más que yo.

Palabras de un perdedor.

Por Santiago Esteban Sánchez

 

Maribel(27840)14 de marzo de 2023 - 11:33 p. m.
Jajajaja lo podrías haber publicado el 08 de marzo con una rosa entre los dientes.
Pablo(88449)13 de marzo de 2023 - 11:02 p. m.
Totalmente de acuerdo con su columna.
-(-)14 de marzo de 2023 - 11:32 p. m.
Este comentario fue borrado.
Martha(90800)13 de marzo de 2023 - 03:22 p. m.
Me encantó tu relato, tan intimo y honesto. Solo expresarlo ya te hace un hombre increíblemente inteligente y lleno de matices, y para nada plano y aburridor como mencionas. Con mi novio, ya llevamos unos años. Y lograr esa complicidad de la historia que compartimos, lo valoro más que cualquier aventura erótica -real o en TV -. Más vale un vínculo real que una fantasía que es solo eso, fantasía.
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