El delegado de las Farc en La Habana, Rodrigo Londoño Echeverri, alias "Timochenko", el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el presidente de Cuba, Raúl Castro . / EFE
Foto: EFE - Alejandro Ernesto
Hoy es el primer día de la vida que vivimos sin guerra, sin la cruenta y degradada guerra entre el Estado y la más antigua y numerosa guerrilla de cualquier país del hemisferio. Hoy comienza el camino tenaz, el desafío inmenso y emocionante, feliz y loco, lleno de imaginación e invención de la vida en paz, de la segunda oportunidad sobre la tierra para nuestra estirpe, como profetizó y deseó el gran maestro de la palabra en esta tierra: Gabriel García Márquez. Todos los días que recuerdo y todos los que no recuerdo, la guerra ha estado en las paredes de la infancia y de la juventud y de la vida mayor que vivo ahora, y en las noticias, y en los cuentos de terror y de fantasmas del atardecer, y en las conversaciones de la cocina, del desayuno, de las comidas.
Antes de nacer a esta vida, el abuelo ya había perdido dos fincas que hizo con su trabajo de campesino y comerciante arriero. Y había perdido en una noche un hotel que levantó con su trabajo en el pueblo a donde migró huyendo de la guerra, el hotel -como las fincas perdidas- ardió en los incendios del odio y del despojo de los días de la violencia que precedieron y siguieron al asesinato de Gaitán. Y en esa sola noche su cabello se volvió blanco. El abuelo era gaitanista. En esa violencia mataron a Gaitán y a 300 mil gaitanistas para evitar la reforma liberal democrática que haría Gaitán en su futuro gobierno. Y el gobierno conservador y falangista y las élites de la oligarquía liberal conservadora lo asesinaron e iniciaron este incendio que el pasado 23 de junio firmó su fin.
Contra la violencia estatal se levantó un movimiento guerrillero liberal: las guerrillas del Llano y del Valle y de Santander y del Tolima y de la Costa: "la revuelta fue tan grande que cimbró hasta el continente", canta uno de los corríos de Guadalupe Años Sin Cuenta... Con Guadalupe Salcedo, comandante de ese movimiento guerrillero, el Estado negoció la paz. Y lo traicionó. Asesinaron a Guadalupe y a casi todos los jefes guerrilleros. Y de esa traición nació otra guerrilla. No hay día ni noche de la vida que tengo vivida que no estuviese la guerra en las paredes: Marquetalia era el nombre de una gallada de muchachos de mi pueblo que admirábamos y temíamos. Los muros de mi pueblo gritaban venganza y resistencia y sus gritos eran sangre en nuestros oídos.
Los relatos de horror, del corte de corbata y el corte de franela, relatos que asolaron de pesadillas mi infancia, se multiplicaron en las matanzas, masacres y descuartizamientos que pueblan hoy de fosas toda la geografía en los campos del país y con el espanto de las casas de pique en tantas ciudades. Toda la vida vivida que guardo en el recuerdo y en lo que ya no recuerdo, pervive cargada de guerra y resistencia a la guerra y guerra de resistencia a la guerra. Una violencia impuesta y una violenta respuesta a esa violencia impuesta.
Asistimos a la firma del Acuerdo sobre cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas entre la más grande y antigua guerrilla del hemisferio y el más avezado Estado contrainsurgente con el más grande ejército: 500 mil personas dedicadas a la guerra y a la política del terror, y los mayores recursos que Estado alguno de este hemisferio dilapida en una guerra interna: 16 mil millones de dólares anuales, más de 1.300 millones al mes, 325 millones de dólares semanales, 45 millones al día, casi dos millones cada hora.
Dos días de presupuesto de guerra es más de lo que gasta el Estado en todo el país en arte y cultura. Y a ello hay que sumarle lo que gastan las empresas de seguridad, que tienen otros 500 mil ciudadanos armados trabajando de vigilantes en porterías, estacionamientos, pasillos de almacenes, etc., y los miles de guardaespaldas privados que cuidan a unos cinco mil multi ricos y sus familias amenazadas y ostentosas y temerosas, y otras cinco mil o más personas en armas en grupos de paramilitares y asesinos dedicados al destierro y al despojo de tierras y a aterrorizar a quienes ya fueron despojados, y a extorsionar cada pequeño negocio en numerosos barrios populares de todas las grandes ciudades del país, y dedicados también a otras tratas criminales: narcotráfico, prostitución, etc... La guerra es aquí un negocio inmenso. Los enemigos de la paz son por ello muy poderosos.
El desafío de construir la paz es descomunal. Por ello, como decía don Simón Rodríguez, el bello maestro de Simón Bolívar: "o inventamos o erramos". Y errar aquí es no solo equivocarse, errar es seguir errantes, con la multitud de errantes y despojados más grande del planeta... Ayer se firmó el cese al fuego bilateral y definitivo entre la más antigua y grande guerrilla y las fuerzas armadas del Estado, un acto único, histórico, en el larguísimo conflicto armado interno de nuestro anárquico, rebelde, inventivo y hermoso país.
El primer paso para que las guerrillas vuelvan a la vida civil y hagan política sin que les maten o encarcelen con montajes judiciales, y, junto a todos quienes también son responsables de esta guerra, cuenten la verdad de los hechos atroces de la guerra y restauren a la sociedad.
Nuestro desafío como artistas es contribuir a construir la memoria poética de este conflicto, la épica vivida por quienes han padecido el horror y por quienes han hecho la guerra, hacerlo entre ellos y ellas y nosotros y nosotras, juntos, tejer una memoria poética en todas las voces y todos los lenguajes, que desteja la guerra y desarraigue de las mentes y los corazones el odio sembrado, los deseos de venganza, la profunda mutación cultural que tantos años de violencia del lenguaje y de horror vivo han producido... Es necesario contarnos estas historias tremendas, transformar en relato y en poesía compartida el horror vivido. Porque ya sabemos que un pueblo -o alguien- que no conoce su historia estará condenado a repetirla... Y la poesía -en todas las voces y todos los lenguajes- es la memoria que pervive, el juego que transmuta el dolor y el horror en canto, en fuerza para perseverar en la existencia, en los goces de la vida, en los misterios de la muerte...
* Profesor asociado Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes. Escuela de Cine y TV. Poeta, dramaturgo, escritor. Actor y director teatral colombiano.
Por Carlos Satizábal*
Temas recomendados:
Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación