Colombia asiste este domingo 13 de marzo a las urnas para elegir un nuevo Congreso de la República para el cuatrienio 2022-2026, así como para escoger a los candidatos únicos a la Presidencia de las coaliciones Pacto Histórico, Centro Esperanza y Equipo por Colombia. Una cita con la democracia que ha estado mediada por la fuerte polarización que ha implicado la campaña por la sucesión en la jefatura del Estado, con advertencias de por medio hechas por la Misión de Observación Electoral (MOE), pues lo que se ve es una “presidencialización” de la jornada, hasta el punto de que la Registraduría ya anunció que le dará prioridad al escrutinio de las tarjetas electorales correspondientes a las consultas interpartidistas, antes que al conteo de votos de Senado y Cámara. Este hecho, alertan, hace que se pierda de vista lo que convoca a estos comicios: la elección de los representantes de una de las ramas más importantes del poder público, así su imagen siga marcando una alta desfavorabilidad.
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“El llamado a la Registraduría es a que se tenga en cuenta que las elecciones de Congreso implican procesos complejos que deben ser priorizados, pues para esta oportunidad tenemos a 2.835 candidatos en contienda distribuidos en 538 listas, dentro de los cuales se incluyen los 403 candidatos para ocupar las 16 curules de paz, una elección que realizará por primera vez e implica un esfuerzo mayúsculo concentrado en la organización electoral a través de los jurados de votación para garantizar la transparencia y legitimidad de los comicios”, expresó recientemente la organización no gubernamental. Y los comicios de 2018, recalcó, son una muestra de ello: las votaciones al Legislativo tuvieron una participación cercana al 50 % del censo electoral, que representó 17’872.988 votos, frente a 4’005.863 de la Gran Consulta por Colombia, cuyos candidatos eran Marta Lucía Ramírez, Alejandro Ordóñez e Iván Duque, y 3’409.301 de la consulta por la Inclusión Social en la que participaron Gustavo Petro y Carlos Caicedo.
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Sin embargo, el escenario actual pinta diferente. Como nunca antes, el país político asiste a unas elecciones en las que la dinámica de las coaliciones ha estado por encima de la de los partidos e incluso el proceso ha estado mediado por discrepancias internas en cada una de ellas, lo que ha acaparado la atención de los medios y de la opinión pública. Para Andrés Parra, profesor de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, lo que desnudan este tipo de situaciones es la correlación de fuerzas políticas que están en juego. “La primera es entre izquierda y derecha; la segunda es la correlación entre formas distintas de hacer política electoral: una ideológica y la otra la clientelar. Veremos si acontecimientos como el paro nacional significaron realmente un cambio profundo en el país”, explica, declarándose a la espera de saber si la pandemia o la crisis social serán suficientes para alterar dicha correlación de esas fuerzas políticas.
De acuerdo con Parra, que las consultas terminen convirtiendo la elección parlamentaria en un apéndice de la votación presidencial podría significar un cambio en las formas tradicionales de conseguir los votos. “Veremos, por primera vez en mucho tiempo, cómo la composición del Congreso habilita o no capacidad de gobierno para los proyectos presidenciales en disputa”, señala.
En efecto, no se puede pasar por alto del todo que esa escogencia de los candidatos únicos a la jefatura del Estado está ligada íntimamente al pulso por el Congreso, pues todos lo miran en términos de una eventual futura gobernabilidad. Dicho en otras palabras: de los resultados que obtengan las coaliciones este domingo y las mismas listas al Congreso —a ver cuáles serán los más votados— dependerá en parte el reacomodo de fuerzas de cara a la primera vuelta presidencial del 29 de mayo. Para nadie es un secreto que César Gaviria, director del Partido Liberal, y Germán Vargas Lleras, jefe natural de Cambio Radical, están estratégicamente a la espera de que se reconfigure el Legislativo para tomar sus decisiones en la lucha por el poder.
Incluso, Juan Federico Pino, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana, abre la puerta a un tercer actor político fundamental que, como pocos, ha sabido ligar las elecciones legislativas con las consultas interpartidistas: el hoy senador Gustavo Petro, el favorito a hacerse a la bendición del Pacto Histórico. “Estas elecciones definirán quién va a competir con él en primera vuelta. Está por verse qué tanto va a salir fortalecido, si romperá el techo de los cuatro millones de votos y si esos apoyos los podrá proyectar en el Congreso, cosa que difícilmente creo que suceda. También hay que ver si la centro-izquierda y la centro-derecha van a poder unificarse lo suficiente para poder hacer una propuesta viable de poder”, comenta.
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Frente a ello, el profesor Parra agrega que una victoria contundente del Pacto Histórico en el Congreso —que implicaría lograr más de 25 senadores— podría generar “un shock momentáneo” en ciertos sectores económicos y de inversión, pero no pasaría de ser una situación temporal, tal como ocurrió en Chile con la victoria de Gabriel Boric. “La sola victoria de las fuerzas de la izquierda no afectaría la reactivación económica, pues los grandes capitales ya tienen una infraestructura y una logística establecida en el país que no van a perder o a regalar a sus competidores. Por ello, es poco probable una desbandada de empresas o capitales, así la lamentable ‘cláusula Petro’ esté sonando mucho en estos días”.
Más allá de los cálculos políticos
Si bien las legislativas y las consultas interpartidistas están mediadas por toda suerte de vaticinios y reacomodos políticos, no se puede pasar por alto que estos comicios son, nada menos, que para elegir a los representantes del pueblo encargados de crear y darles forma a las leyes que rigen el país, así como para hacerle control político al Gobierno, por no hablar de la responsabilidad de quien resulte jefe de Estado en los destinos del país. Por ello, la elección está marcada también por el rumbo que elijan los ciudadanos en medio de una Colombia en plena reactivación económica, que aún hace frente a los embates del coronavirus y que, por si fuera poco, se sitúa en un escenario de guerra internacional en medio de las tensiones y ataques entre Rusia y Ucrania.
En ese sentido, la profesora Bibiana Ortega, de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Javeriana, admite que, si bien en América Latina, donde hay regímenes presidencialistas tan fuertes, las miradas se centran en las elecciones de los jefes de Estado, los comicios al Congreso son decisivos y fundamentales, pues “según la calidad y composición del Parlamento, se determinará el futuro de la actividad legislativa del país y las propuestas de origen gubernamental, así como el futuro de los procesos de control político”.
“Lo que se juega este domingo es la composición del Congreso que le hará contrapeso a la figura que quede elegida en las presidenciales y que puede significar dos cosas en términos de lo que ha pasado en América Latina en la última década. De un lado, un deterioro de la democracia en cuanto a un Congreso que no cumple su labor de control político y aprueba, con base en acuerdos con el Ejecutivo, toda la agenda y hasta termina ampliando sus facultades. Por otro lado, también en términos de gobernabilidad, cómo logran llegar a esos acuerdos el Ejecutivo y el Legislativo para llevar a buen puerto las políticas del primero”, agregó.
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En esa línea coincide Álvaro Duque, doctor en Ciencia Política y profesor de Comunicación y Sociedad del Politécnico Grancolombiano, quien indica que será el próximo Congreso el llamado a definir el marco normativo que permitirá aprobar las reformas que se requieren a la hora de enfrentar desafíos como la reactivación económica. “Casi todos los candidatos están hablando de ajustes (en grados diferentes) que podrán adelantarse o frenarse según los que sean elegidos. En el Congreso, además, puede estar el contrapeso a las tendencias autoritarias que se vislumbran en eventuales ganadores. Contrarrestar el poder presidencial es fundamental a la hora de evitar un retroceso en los avances de la frágil democracia que tenemos. Debemos tomar conciencia de que tanto un bloqueo total o una entrega acrítica del Congreso a la Presidencia nos dejará sin avanzar”.
“Está en juego el modelo económico y social, la seguridad, la forma de hacer política, la legitimidad del régimen y la confianza en el sistema democrático”, alerta a su turno la Laura Wills, directora de la organización Congreso Visible, de la Universidad de los Andes, que hace vigilancia al actuar del Legislativo. Sin dejar de lado el estallido social, Wills precisa la necesidad de “tramitar demandas ciudadanas que han surgido en la coyuntura de la pandemia, a las que se suman problemas estructurales, así como promesas generadas en el Acuerdo de Paz que todavía no se han cumplido. Igualmente, Colombia debe prestar atención a las relaciones bilaterales con los países vecinos y a las relaciones internacionales en general”.
El empleo, en medio de la reactivación, es otro asunto decisivo, de acuerdo con Gabriel Jiménez Peña, director del Departamento de Relaciones Internacionales de la Javeriana. “Hay que atender el desempleo generado por la pandemia, así como la inflación que, en este escenario de guerra internacional, supondrá un aumento en los precios de los recursos minero-energéticos, particularmente, del petróleo”.
Abstención y seguridad, los otros desafíos
Mucho se habla de una apatía ciudadana frente al tema electoral. Hace cuatro años, la abstención en las votaciones al Senado estuvo por el 51 % y la expectativa está en saber si esta vez el tema de las coaliciones será capaz de jalonar una mayor participación. Por lo menos, varios precandidatos han insistido en sus llamados a que se requiere el apoyo a las listas al Congreso de cada alianza para garantizar un buen tránsito cuando les toque gobernar. Lo que no se puede desconocer es que el poder Legislativo carga con una pesada imagen negativa, acrecentada en estos últimos días por los escándalos de algunos de sus miembros que aspiran o aspiraban a una curul, como los casos del senador liberal Mario Castaño, con indagación preliminar en la Corte Suprema; Wilmer Guerrero, también liberal y aspirante a la Cámara, capturado en Ocaña transportando una alta suma de dinero, o Daniel García Arizabaleta, aspirante al Senado por el Centro Democrático, imputado por el caso Odebrecht, quien tuvo que renunciar a su candidatura, solo por nombrar tres hechos.
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Un cuento de nunca acabar y que revive en cada elección, donde todo el mundo habla en voz baja de compra de votos, trashumancia o trasteo de votantes, funcionarios públicos haciendo campaña, favorecimientos de una u otra administración a algún candidato y muchas anomalías más. Según el profesor Andrés Parra, hay una concepción minimalista y maximalista de las garantías democráticas. “La concepción minimalista se reduce a que la garantía democrática es sinónimo de ausencia de fraude. La maximalista consiste en que los principios de la democracia (autodeterminación, deliberación de ideas e igualdad en la competencia) se vean reflejados en la contienda. Esto implica que no haya compra de votos, constreñimiento al elector, medios legítimos de competencia, etc. Si se trata de la concepción maximalista, el panorama del país es desolador. Pero frente a la minimalista, se puede dar un parte relativo de tranquilidad, al menos en lo que respecta a las elecciones de este domingo”, dice.
Reformas al sistema se plantean una y otra vez, pero los vicios persisten. Como persisten los riesgos y amenazas en determinadas regiones del país, donde la democracia parece no funcionar. En un informe de febrero, la MOE reiteró su preocupación por las amenazas sobre estos comicios, pues en Colombia, al menos uno de cada diez municipios presenta algún riesgo electoral, bien sea por un eventual fraude o por hechos de violencia política. Incluso, la Defensoría del Pueblo advirtió que en 274 municipios del país —es decir, en al menos una de cada cinco poblaciones— hay riesgo extremo y alto de vulneración de derechos contra los ciudadanos.
Por todo esto, el desafío será no solo elegir un buen Congreso capaz y comprometido con las reformas e iniciativas que se necesitan para el desarrollo del país, sino garantizar qué tanto estas como las elecciones de mayo próximo reflejen el sentir del pueblo y haya seguridad y garantías para los electores. De fondo, lo que está en juego es el futuro de la Colombia de los próximos años.