Entendiendo las disidencias: el papel de lo político y la ideología

Intereses como el económico, el político y el ideológico son las razones de que algunos integrantes de las Farc renunciaran al proceso de paz.

Kyle Johnson*
17 de octubre de 2018 - 03:00 a. m.
La principal figura disidente de las Farc es alias “Guacho”. / Óscar Pérez - El Espectador
La principal figura disidente de las Farc es alias “Guacho”. / Óscar Pérez - El Espectador

 

Análisis equivocados

El tema de las disidencias de las FARC ha vuelto a cobrar importancia. Esto se debe a las grandes operaciones militares contra alias Guacho, que opera en Nariño. Estos grupos armados han sido objeto de muchos análisis que desde distintos ángulos buscan explicar por qué existen, cómo se crearon, y qué significan para el acuerdo de paz. Pero muchos de los análisis anteriores proponen respuestas inadecuadas a estas y otras preguntas.

Una discusión cerrada

A finales de la década de 1990, surgió una “escuela” entre los estudiosos de los conflictos armados, según la cual la principal motivación de los insurgentes era la búsqueda de rentas o ganancias económicas. Las demandas políticas —en inglés grievances— serían nada más que una fachada de la codicia —en inglés greedPor eso el debate consiguiente se conoce como “¿greed or grievance?”.

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Numerosos académicos señalaron problemas metodológicos y conclusiones erróneas de los autores que defendían aquella tesis. También llamaron la atención sobre casos donde lo político era importante. Finalmente, tomó fuerza la idea de que los grupos armados no obedecen a una única motivación, sino que actúan según un conjunto de intereses diversos.

Simplismos

Y sin embargo en Colombia es común oír, por ejemplo, que en Guaviare y Meta las disidencias sí han rechazado el acuerdo de paz en virtud de convicciones políticas. También se dice que, en cambio, los grupos armados en Nariño solamente están interesados en el dinero del narcotráfico.

Esta mirada binaria impide profundizar en la realidad, que es más compleja. En Nariño, por ejemplo, Guacho se desvinculó de las FARC después de una pelea con Romaña. Según algunas versiones, la discusión no tenía que ver con la plata sino con las actuaciones de otro comandante cercano a Romaña que también operaba en la zona.

Lo político y lo ideológico no son lo mismo

En el fondo, lo que quieren decir estos análisis es que muchas de las disidencias no tienen una ideología clara, como sí la tenían las FARC. Por lo tanto, es evidente que se confunde lo político y lo ideológico, que no son lo mismo.

Hoy predomina la idea de que en Nariño hay un fenómeno “mafioso” mientras que en el Guaviare y Meta hay un proyecto de “control político y social”. En realidad lo que quiere decirse es otra cosa: que en Nariño hay codicia y en los llanos hay ideología. Pero estas categorías no sirven para diferenciar las disidencias. 

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Los grupos armados que participan en economías ilegales para ganar dinero también tienen motivaciones políticas. En el caso de Tumaco, por ejemplo, tanto las Guerrillas Unidas del Pacífico (GUP) como el Frente Oliver Sinisterra (FOS) han consolidado su poder político a pesar de los altos niveles de violencia. El “control político y social” de la población se da través de tres actividades: resolución de disputas, mantenimiento de una economía y oferta de protección.

¿Cómo reconocer la ideología en las disidencias?

Reconocer una ideología es difícil, pues siempre está la duda de si los reclamos políticos de los grupos armados son una fachada o son reales. Según un texto de Francisco Gutiérrez y Elizableth Wood, un grupo armado tiene ideología si se cumplen estos requisitos: (1) Manifestar su defensa de un sector de la población más allá del grupo mismo; (2) identificar los desafíos y quejas de ese sector de la población; (3) expresar objetivos relacionados con la superación de esos desafíos y (4) tener algún plan de acción para lograrlo.

Por otro lado, según Michael Mann la ideología es una de las formas de ganar poder social, pues a través de ella se obtiene un monopolio sobre las interpretaciones del mundo y de la realidad. Por ejemplo, las GUP en Nariño dicen defender a la población en los territorios donde tienen control, pero no tienen un discurso claro frente a sus desafíos y reclamos. Tampoco expresan un objetivo que represente la superación de esos desafíos, y mucho menos un plan de acción. Bajo la mirada de Gutiérrez y Wood no habría una ideología.

Sin embargo el grupo sí gana poder al promover su interpretación del mundo y de la situación política. En conversaciones con un mando de las GUP este expresó que la llegada de Duque al poder significaba el regreso de Álvaro Uribe, “el paramilitar más grande del país”. En pueblos como San Juan Pueblo Nuevo, los pobladores realmente temen un regreso del paramilitarismo. Alguien podría entonces concluir que las GUP no tienen una ideología, pero el hecho de tener una cierta visión del mundo da legitimidad a su papel "protector" entre algunos habitantes.

¿Y ahora qué?

Reconocer el control político que ejercen las disidencias en el país es condición para que la estrategia del Estado sea efectiva. El estado debe resolver las disputas entre vecinos; cambiar la economía ilegal por una legal, lo que implica sustituir los cultivos más que erradicarlos; y ofrecer protección a los habitantes.

Lo cierto es que la política actual debería cambiar, y para eso es clave que la protección de la comunidad pase a estar en el centro de la política de seguridad. Si la Fuerza Pública se dedica a desarticular grupos armados, las operaciones militares y policiales se dirigen hacia la zona de la operación pero no se quedan allá. Pero cuando hay un giro hacia la protección se necesita de su presencia permanente y su interacción respetuosa con las comunidades. Esto a su vez implicaría una mayor presencia de la Policía rural, quien hasta ahora no ha recibido el respaldo necesario ni ha podido tampoco formular propuestas claras.

Seguir enviando más tropas con fuerzas conjuntas especiales es una respuesta típica para combatir a los grupos armados. Pero queda corta, y apunta hacia donde realmente no es.

 

*Analista de International Crisis Group en Colombia y Razón Pública.

Esta publicación es posible gracias a una alianza entre El Espectador y Razón Pública. Lea el artículo original aquí. 

Por Kyle Johnson*

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