Hoy hace 30 años el M-19, el gobierno de Virgilio Barco, los partidos y hasta la iglesia católica (un actor importante en la época), firmaron un acuerdo político en el que el grupo se comprometió a abandonar la lucha armada. Ese día, según Claudia López, alcaldesa de Bogotá, se abrió paso a una Colombia “más democrática”. Sus palabras fueron acogidas en el acto de conmemoración de lo ocurrido, realizado este lunes en la Plaza de Bolívar, evento que enalteció el carácter histórico y revolucionario de dicha decisión. Estas son algunas de las reflexiones que compartió López durante la jornada.
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Los ausentes y sus sillas vacías
En el encuentro, la funcionaria dio un discurso sobre la necesidad de que dicho pacto se llevara a cabo, a pesar de que las garantías para materializarlo no eran plenas para los actores implicados. Lo hizo, no sin antes nombrar a figuras relevantes que participaron en el hecho pero que se fueron demasiado pronto por cuenta de la violencia inagotable de este país. “Esa decisión era osada, difícil. Las garantías no han sido plenas, lo constatan algunas sillas vacías en este evento. Si la paz hubiera sido plena y con las garantías ofrecidas, Carlos Pizarro debería estar presidiendo este evento, pero no está. O José Antequera podría estar presente acá, pero no está. O Álvaro Gómez, pero no está”, pronunció frente al público.
Los frutos que dejó al acuerdo de paz con el M-19
La mandataria concentró sus consideraciones en resaltar el por qué se realiza un acuerdo de paz: para fortalecer la democracia, un propósito que no se ha consumado, a pesar de haberse realizado la Asamblea Constituyente y haber redactado una nueva carta política.
“Aún luchamos porque sea una realidad el estado laico, por el derecho y el deber de la paz, por los cambios sociales y económicos, por defender y mantener en pie los mecanismos legales y políticos de defensa, todo consagrado en la Constitución. No ha sido fácil tener las garantías (hacer cumplir) a la vida, a la lucha política, a la organización democrática, a la movilización social”, afirmó.
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Sin embargo, reconoció que los 30 años posteriores a la dejación de armas del M-19 dan cuenta de un balance positivo. “El país que tenemos hoy no es perfecto, ni justo, pero es un país con mucha menos violencia del que tuvimos quienes vivimos las épocas aciagas de los años 80 y 90”, aseguró.
El acuerdo del 9 de marzo de 1990 requirió indulto y desarme, pedir perdón, perdonarse a quienes cogieron las armas como vía política, y reconciliación. Ese día marcó un hito en Colombia porque los integrantes del grupo armado ilegal escogieron ejercer la política desde la palabra, algo que ha servido para hacer pedagogía sobre el asunto, según la funcionaria.
Una decisión visionaria y la generación de la paz
En ese sentido, López calificó la firma del acuerdo como una decisión “muy audaz, muy valiente, y muy visionaria”. La lectura que ha hecho de la historia en estos años es que la única manera de liderar en la vida es a través del ejemplo. Así las cosas, resaltó en el acto conmemorativo la “valentía” por parte de las mujeres y hombres que desde el M-19 y desde el gobierno tomaron las riendas de la desmovilización.
De cara a ese evento, López pidió pensarse Colombia a futuro. Visualizó la generación de bogotanos que están naciendo en este preciso momento y que en el 2038 tendrán 18 años para votar y decidir. “Es una generación que merece y que necesita que no le demos otra vez el lastre de las disputas del pasado, del siglo XX, sino que le permitamos ser una generación del siglo XXI”, dijo.
(“Nos convertimos en víctimas desde muchas dimensiones”: Carlos Medellín Becerra)
Bajo esa línea añadió que esos próximos mayores de edad deben ser personas que no tengan que luchar por la paz, ni por acabar una guerra, ni por desmovilizar a nadie. En vez de eso, esos jóvenes colombianos del futuro deben tener los derechos en primera infancia, en educación de calidad y gratuita, en oportunidades de innovación, y emprendimiento. “Que sea una generación que no tenga que convencer a los demás de que el cambio climático es una realidad, sino que se actúe frente a él con conocimiento colectivo”, reiteró.
La generosidad de las víctimas y lo difícil que puede ser pedir perdón
La alcaldesa de Bogotá hizo especial énfasis en la generosidad de las víctimas del conflicto. Para ella, las personas más afectadas por la guerra interna reconocen que “pedir perdón sin peros enaltece a quien lo ofrece y a quien lo recibe. No es un acto de soberbia ni de rendición, sino, por el contrario, un acto de humildad y de enmienda”, afirmó. En contraste, expresó que hay otros sectores de la población que no sufrieron de cerca el conflicto, pero que les cuesta más la reconciliación. “Por mucho que nos cueste esa paz es necesaria para que lo pendiente sea posible, para que no tengamos que que destinar recursos a investigar crímenes atroces como los falsos positivos y las masacres, sino que podamos destinar recursos a que esos hechos nunca se repitan” puntualizó.
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Finalmente, dijo, de cara a la actualidad, que la paz no se hace “justificando lo injustificable”, ni “negando los hechos”, sino reconociendo lo que pasó, así haya sido una época dura y dolorosa para el país. “Lo menos que las víctimas esperan es que reconozcamos con respeto la magnitud de lo que ocurrió, su dolor, y que nos comprometamos a nunca más volver a causárselo. Ese el el propósito al final de la reconciliación”, manifestó.