El bastón de mando del consejero mayor de la OPIC, Rogelio Yonta, es distinto al del CRIC: los hilos que lo adornan son del color de la bandera de Colombia y no los de la madre tierra, como es tradicional en las comunidades nasas del norte del Cauca. Él y más de mil indígenas se concentraron ayer en Popayán para apoyar la presencia de la Fuerza Pública en sus territorios, acentuando así lo que algunos llaman “el conflicto interétnico”.
La desconfianza crece, más aún cuando se supo que quien hizo la invitación a los periodistas, a través de Twitter, fue la jefa de prensa de la Fuerza de Tarea Apolo del Ejercito: “Al puente El Humilladero de Popayán, a las 10:00 de la mañana, arribarán más de 6.000 indígenas que se oponen al liderazgo de los representantes del CRIC”, decía el trino.
Un episodio más del choque entre el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y la Organización de los Pueblos Indígenas de Colombia (OPIC), distanciados en lo ideológico, lo político y lo religioso, mientras en las mismas comunidades existe la percepción de que se les está haciendo el juego a quienes quieren dividir para reinar.
Desde hace tres años, cada que el CRIC —que recoge a más de 200 mil indígenas nasas— actúa con vías de hecho reclamando los acuerdos incumplidos por el Gobierno y rechazando la militarización de sus territorios, la OPIC sale a expresar una opinión contraria: “Sí a las Fuerzas Militares dentro de nuestros territorios”, dijo ayer Ana Silvia Secué, consejera auxiliar de la OPIC, insistiendo en que el pueblo indígena tiene “sed de justicia”.
“Nosotros sí necesitamos a la Fuerza Pública. Queremos decirle al presidente Santos que nuestras comunidades necesitan esa mano legítima”, agregó. ¿Pero cómo y cuándo nace la Organización de los Pueblos Indígenas de Colombia (OPIC)? Según Aída Quilcué, líder del CRIC, fue en marzo de 2009, poco después de haberse realizado la Minga de Resistencia Social y Comunitaria, en la que marcharon más de 20 mil indígenas colombianos desde el Cauca hasta Bogotá.
Es decir, nació en la coyuntura de los fuertes enfrentamientos que tuvo el CRIC con el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, el cual “tenía planes contra el movimiento indígena y uno fue asesinar a sus dirigentes. Así cayeron Raúl Mendoza, mi esposo José Edwin Legarda y Robert Guachetá”, advierte Quilcué.
Por su parte, las cabezas visibles de la OPIC —Ana Silvia Secué y Rogelio Yunta— ratifican que quienes ayudaron a que la nueva organización indígena en el Cauca surgiera fueron el expresidente Uribe y su entonces ministro del Interior, Fabio Valencia Cossio, quienes hicieron presencia en Popayán —según consta en el acta 001 del 21 de marzo de 2009— en el coliseo La Estancia, donde se creó finalmente la asociación. Por cierto, en el listado de los asistentes aparecen también varios militares y el entonces gobernador, Guillermo Alberto González.
Y aunque en ese escenario Valencia Cossio dijo que el nacimiento de la OPIC no generaría división entre las comunidades indígenas del Cauca, sucedió todo lo contrario. De entrada, el CRIC denunció irregularidades en la conformación de la nueva organización, por lo que meses después —según la Resolución 0073 del Ministerio del Interior y Justicia— se tuvo que realizar una nueva acta para poder proceder a registrar la OPIC en la Dirección de Asuntos Indígenas, Minorías y Rom.
Y después vinieron las denuncias de lado y lado. “Le dijimos al Gobierno que el CRIC nos estaba utilizando y que había acuerdos entre las autoridades indígenas y los grupos armados ilegales”, cuenta Ana Silvia Secué. Pero hay otra controversia en el asunto legal y es que según la 0073, la OPIC fue avalada por dos comunidades indígenas del Bajo San Juan (Chocó), que de acuerdo con el CRIC no tienen jurisdicción en el Cauca.
El tema religioso también divide. Tanto Ana Silvia Secué como Rogelio Yunta son indígenas nasas, pertenecientes al culto religioso de los evangélicos de Colombia. Yunta estuvo en el CRIC desde su creación y hoy es el consejero mayor de la OPIC. La consejera Secué es procedente del resguardo Canoas, de Santander de Quilichao, e hija de Miguel Secué, uno de los fundadores del CRIC. “Nos dimos cuenta de que los del CRIC eran amigos con los grupos ilegales, estaban afectando nuestra integridad física con sus castigos y sanciones, y los recursos de transferencias que manejan no benefician a las verdaderas familias indígenas del norte del Cauca”, sostine.
A su vez, en ese ir y venir de cuestionamientos, la exconsejera del CRIC Aída Quilcué, les reprocha el hecho de haber tenido en su organización a Lizardo Becoche, un exparamilitar desmovilizado de las autodefensas de Ortega en el municipio de Cajibío, quien fue capturado y judicializado por el DAS. En cuanto a estructura y organización, las diferencias son sustanciales. Por ejemplo, el CRIC actúa en la jurisdicción del departamento del Cauca, son cristianos católicos, tienen su propia guardia y justicia indígena y buscan no dejarse permear por el modelo occidental para conservar las tradiciones de los ancestros.
La OPIC, a pesar de que pertenece al mismo pueblo nasa, se rige por la justicia ordinaria y propende por una educación técnica y científica para estar al tanto con las innovaciones que se desarrollan todos los días en el mundo. Por lo visto, dos organizaciones indígenas unidas por la raza y la sangre, pero distanciadas en lo ideológico. Y las dos, protagonistas de una crisis que agobia al Cauca y cuya solución aún se ve lejana.