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Albie Sachs tenía razones para querer venganza. El gobierno sudafricano del apartheid, que ya le había cobrado la “traición a su raza” con un exilio forzado de dos décadas, finalmente lo alcanzó con un carro bomba en Mozambique, en 1988.
“De repente todo fue oscuridad y no sabía si estaba vivo o muerto”, recordó el legendario jurista al abrir su discurso en el congreso de la Corte Constitucional en Medellín. La bomba le voló el brazo derecho y se ensañó luego con su ojo izquierdo.
Pero sobrevivió: para volver a su país y ser uno de los principales negociadores de la caída del apartheid; para coescribir la nueva constitución y ser nombrado por Mandela en la primera Corte Constitucional en 1994; para dictar fallos históricos como el que permite el matrimonio de parejas del mismo sexo en Sudáfrica; y para convertirse en referencia mundial de los procesos de paz y la justicia transicional.
Ese fue su desquite. No la retaliación dura del castigo y la cárcel para sus victimarios, sino la “venganza suave” sobre la que escribió su autobiografía: reemplazar la violencia por la paz, la tiranía de las armas por la constitución. Y darse el lujo de garantizar a sus victimarios los derechos que ellos le negaron, como lo recuerda Desmond Tutu en el prefacio al libro.
Hasta su cuerpo mutilado ha cobrado una suave venganza. Mientras habla con El Espectador sobre la paz en Sudáfrica y Colombia, Sachs mueve sin cesar el muñón de su brazo derecho. Tenía razón la antropóloga Nancy Scheper: “esa omnipresente pieza ausente es la parte más expresiva del cuerpo de Albie; esa manga de camisa vacía que ondea en el aire es su dulce bandera de libertad”.
César Rodríguez Garavito: El debate sobre las negociaciones con las FARC se ha centrado en la tensión entre justicia penal y paz. A partir de su experiencia en Sudáfrica y en otros países, ¿qué opina sobre la relación entre estos dos fines?
Albie Sachs: No creo que haya una rivalidad entre paz y justicia. Creo que la justicia tiene que entenderse de una forma mucho más amplia, pensando en la situación nacional, preguntándose cuál es la mejor forma de restaurar la dignidad de las personas y del país. Nunca es fácil. Pero no se puede reducir la justicia a las investigaciones penales y los castigos judiciales.
En el caso de Sudáfrica, el fin principal no fue simplemente castigar a las personas que habían violado las leyes. Cuando se lidia con problemas que hunden sus raíces en la historia, la cultura y la naturaleza de las relaciones en una sociedad, se necesita una respuesta mucho más matizada, más profunda.
La solución no consiste sólo en abrir más procesos penales. Entre otras razones porque, como en nuestro caso, hay razones pragmáticas. ¿Dónde íbamos a conseguir las pruebas para todos los delitos? Los tribunales habrían estado bloqueados por años con infinidad de juicios y apelaciones.
CRG: Una alternativa en Sudáfrica fue la justicia restaurativa. ¿Qué la diferencia de la justicia penal?
AS: La justicia penal implica señalar a alguien de ser culpable de una violación u ofensa, y luego castigar a ese individuo, mandarlo a la cárcel, imponerle una multa. Lamentablemente, la humanidad no ha encontrado una mejor manera de lidiar con las ofensas graves. Pero la justicia restaurativa está basada en principios muy distintos. Busca sanar las rupturas causadas por las violaciones. Implica llevar a las partes a interactuar, para que el perpetrador acepte la responsabilidad y la víctima pueda tener un diálogo directo con aquel. Así los dos terminan viviendo en el mismo país, en lugar de tener una persona confinada en la cárcel, segregada de la sociedad, mientras que todo lo demás sigue igual, como si el problema se hubiera resuelto. Lo único que se logra así es satisfacer el deseo de venganza, de retaliación. No sana las heridas en absoluto.
CRG: En este modelo de justicia restaurativa, ¿hay lugar para los procesos y los castigos penales? ¿Implica amnistía para los perpetradores?
AS: En Sudáfrica tuvimos juicios convencionales. Las personas que pedían amnistía tenían que revelar la verdad. Y hubo casos significativos en los que los perpetradores no dijeron toda la verdad (por ejemplo, quién estaba detrás de los crímenes) y no fueron amnistiados. Hoy siguen encerrados en la cárcel.
Esa fue una característica importante: verdad por amnistía, amnistía por verdad. Para obtener la amnistía, el victimario debía comparecer y confesar. Gracias a ese proceso, en Sudáfrica no se puede negar lo que pasó. Esto tuvo un enorme impacto emocional y psicológico. Y el castigo se dio por la vergüenza. Imagínese a un miembro de las fuerzas de seguridad del régimen del apartheid confesando públicamente cómo practicó la tortura: como les aplicó electrodos en los genitales a las víctimas, cómo las ahorcó o las sumergió en tanques de agua hasta casi asfixiarlas. Imagínese luego que él llega a casa. Sus hijos lo miran y se preguntan “papi, ¿en eso era que andabas?”
CRG: Sudáfrica tuvo una Comisión de la Verdad y la Reconciliación. En Colombia no hemos tenido nada parecido, y “reconciliación” es una palabra que pone nerviosos a muchos. ¿Podría hablarnos un poco más acerca de la Comisión?
AS: Creo que la mayoría de seres humanos no quieren vivir con rabia y rencor toda su vida. Eso te consume. Pero no pueden ver una alternativa, particularmente cuando no hay reconocimiento de lo que han sufrido. Así que lo que nuestra Comisión de la Verdad hizo fue darles a los ciudadanos de a pie, cuyas historias no se habían contado, la oportunidad de hablar y ser escuchadas. La gran mayoría de víctimas, que vivían en la pobreza, no sólo sufrieron el trauma de haber perdido seres queridos, o haber sido ellas mismas víctimas, sino también el trauma de que todo esto fuera negado. Ante la Comisión hablaron 10.000 personas, y se grabaron los testimonios de otras 10.000. Fue un proceso tan vívido como doloroso.
CRG: Algunos críticos del Marco Jurídico para la Paz, que regula un eventual acuerdo de paz con las Farc, sostienen que no es posible hacer una transición basada en la justicia restaurativa, como en Sudáfrica, porque lo impedirían el derecho internacional y la Corte Penal Internacional.
AS: Me niego a creer que el derecho internacional pueda ser concebido como un obstáculo para un proceso tan maravilloso como nuestra Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Creo que se trata de una interpretación demasiado formalista y técnica del Estatuto de Roma y la Corte Penal Internacional, en cuya creación Sudáfrica tuvo un papel importante. Nosotros le dimos nuestro respaldo a ese tratado y lo firmamos. Pero no veo que sea incompatible, de ninguna manera, con los procesos de negociación que conducen a formas apropiadas de responsabilidad de todos los perpetradores. Procesos que, sin implicar amnistías generales, promuevan la justicia restaurativa.
CRG: ¿Cuáles son el papel y los derechos de las víctimas en este tipo de procesos?
AS: En los juicios penales comunes, que son muy formalizados, se tiende a aislar a la víctima. La víctima se convierte simplemente en un demandante en un juicio. Pero la víctima es más que eso: es un vecino, un padre, una pareja, tiene hijos, tiene futuro. Por el dolor de su pasado, la víctima tiene derecho a la paz; tiene derecho a vivir en una sociedad donde estas formas de violación no continúen con la destrucción de la vida humana y con el pesar que las acompaña.
Ciertamente, tiene derecho a tener voz, a participar en el proceso, a ser escuchada, y a recibir una reparación. Pero me preocupa mucho que las reparaciones tienden a ser reducidas a dinero, y creo que ese es un problema muy grave. Nunca va a haber suficiente dinero, y el dinero no puede pagar el dolor que has tenido, la pérdida de un hijo, de un padre, de una pareja. Mi esperanza es que las reparaciones se extiendan al reconocimiento de la responsabilidad de toda la sociedad por las condiciones que permitieron que estas atrocidades pasaran. En esto nos quedamos muy cortos en Sudáfrica. La sociedad completa debe contribuir a formas de reconocimiento diversas, como obras públicas, monumentos y otras formas públicas de hacer memoria.
CRG: El actual proceso de negociación está enfocado en las Farc. ¿Se debería extender la justicia restaurativa a otros actores del conflicto armado?
AS: Este es un tema que fue muy importante para nosotros. Tenía que aplicarse a todos los actores. Habría un problema de impunidad si pareciera que las FARC son las únicas que están respondiendo ante el sistema penal, mientras que los demás actores del conflicto no están sujetos a los mismos estándares. Por supuesto, nada de esto excusa lo que han hecho las FARC. Pero creo que es muy importante que haya criterios y formas de justicia generalizados, para que se pueda manejar la tensión entre impunidad y responsabilidad.
CRG: ¿Tiene un mensaje para los colombianos acerca de las negociaciones de paz actuales?
AS: Suelo hacer un chiste. Para mostrar que se aprueba algo con entusiasmo, en inglés levantamos los dos dedos pulgares. Pero sólo tengo una mano. Así que levanto con toda mi fuerza mi único dedo pulgar y hago votos por el éxito de la negociación.
Nosotros encontramos nuestro propio camino hacia la paz. Ustedes tendrán que encontrar el camino colombiano. Sólo confío en que las personas que han sufrido tanto por la pérdida de quienes han sido secuestrados, asesinados y sufrido otras vejaciones, puedan sentir que esa fase ha terminado. Espero que los colombianos puedan sentir algo que no han sentido hace mucho tiempo: vivir en un país que no está peleando consigo mismo. Nosotros vivíamos bajo el apartheid, y ahora vivimos en un país sin apartheid. Y es absolutamente maravilloso.
La importancia de una Comisión de la Verdad
Albie Sachs advierte: “La mayoría de seres humanos no quieren vivir con rabia y rencor toda su vida. Eso te consume. Pero no pueden ver una alternativa cuando no hay reconocimiento de lo que han sufrido. Así que lo que nuestra Comisión de la Verdad hizo fue darles a los ciudadanos de a pie, cuyas historias no se habían contado, la oportunidad de hablar y ser escuchados. La gran mayoría de víctimas, que vivían en la pobreza, no sólo sufrieron el trauma de haber perdido a sus seres queridos o haber sido ellas mismas víctimas, sino el trauma de que todo esto fuera negado. Ante la Comisión hablaron 10.000 personas y se grabaron los testimonios de otras 10.000. Fue un proceso tan vívido como doloroso”. Y sobre que el Marco Jurídico para la Paz, de justicia restaurativa que regularía el acuerdo con las Farc, iría en contra del Derecho Internacional y la Corte Penal Internacional, opina: “Me niego a creer que el Derecho Internacional pueda ser concebido como un obstáculo para un proceso tan maravilloso como nuestra Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Creo que se trata de una interpretación demasiado formalista y técnica del Estatuto de Roma y la CPI, en cuya creación Sudáfrica tuvo un papel importante. Nosotros le dimos nuestro respaldo a ese tratado y lo firmamos”.
*Columnista de El Espectador