Este año se cumplen cinco años desde que el Estado firmó el Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las Farc y el tiempo no ha sanado las heridas y los dolores que dejaron medio siglo de conflicto armado. Y cada vez que los excomandantes y excombatientes salen ante la opinión pública a pedir perdón, las víctimas terminan por dejarles una lección de entereza y de humanidad que les fue arrebatada por estos mismos.
Más que palabras de perdón de sus victimarios, las víctimas y sobrevivientes del secuestro exigen que hablen las personas, sus experiencias de vidas y los sentimientos reprimidos que una guerra no deja asomar. Ese fue el pedido que le hizo Íngrid Betancourt a los excomandantes de las Farc con quienes se reencontró después de más de 13 años tras ser liberada de ese crimen.
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El encuentro “Verdades que liberan” lo propicio la Comisión de la Verdad y acercó a antiguos victimarios y víctimas del conflicto, siendo los protagonistas Betancourt, secuestrada en 2002 durante más de seis años, y Rodrigo Londoño, que en tiempos de otrora era conocido como “Timocheno”, máximo comandante de las Farc.
Al momento de tomar la palabra Londoño, reconoció de forma muy amplia que lo ocurrido en la guerra no fueron errores, sino crímenes. “Fueron una cantidad de crímenes por lado y lado y todos tienen su particularidad”, dijo como antesala para hablar exclusivamente de los crímenes de secuestro.
Sobre este crimen, reconoció que fue una práctica reiterada que dejó como víctimas a personas de diferentes género, edad y clase social, y que estuvo acompañada por tratos inhumanos y, en algunos casos, el asesinato y el entierro del cuerpo en un lugar del que ya no se tiene referencia.
“Reconocemos que muchas de las personas secuestradas fueron sometidas a tratos indignos de su condición humana y padecieron agresiones físicas y morales que aumentaron innecesariamente su sufrimiento. También que por razones que habría que considerar en cada caso, si llegara a ser posible entre la magnitud de la ilicitud repetida, un alto número de las víctimas del secuestro terminaron también perdiendo su vida hallándose en nuestras manos. Y lo que es peor, sepultadas en algún lugar de la geografía rural, que, dadas las condiciones de movilidad permanente y las circunstancias de la confrontación armada, resultan hoy difíciles de determinar con precisión”, fueron las palabras exactas de Londoño.
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Y el reconocimiento no fue solo para las personas que padecieron el horror del secuestro, sino para sus familias y para la sociedad en general, “afectada de uno u otro modo por la incertidumbre y la zozobra que generó la aborrecible conducta que practicamos por décadas”.
Siguió: “A las víctimas del secuestro que finalmente obtuvieron su libertad, a sus familiares y seres queridos, a todas y todos los que de algún modo sintieron el peso de la privación injusta de la libertad de la víctima, les expresamos desde lo más hondo de nuestro ser que lo sentimos de veras y que esperamos alguna vez puedan perdonarnos por el incalificable daño infligido. A quienes nunca regresaron de su secuestro, a quienes perdieron la vida en nuestras manos, a sus allegados agobiados durante años por su ausencia y desconcierto, les suplicamos perdonarnos por la terrible afrenta ocasionada. Hablamos con sentimiento de vergüenza, con la claridad plena de que los herimos en lo más sagrado de su corazón”.
“Timochenko” reiteró que no justifican el dolor infligido y los crímenes cometidos contra los secuestrados y que entienden a quienes se “abstienen de perdonar”. “El alma humana posee dimensiones que ni con la mejor voluntad pueden coparse. Elevamos al infinito la aspiración de que algún día consigan alcanzar la paz en sus consciencias. Nuestro gesto busca contribuir de manera decisiva a ese objetivo”.
El líder del ahora partido Comunes –que nació tras el Acuerdo– reiteró su compromiso con la paz y con el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no Repetición e insistió que la violencia mostró en el país que no logra brindar ninguna solución.
“Queremos que este reconocimiento y esta apelación al perdón tengan el alcance de una rotunda condena a la guerra y la más fuerte exaltación a la paz”, concluyó Londoño.
Luego de él, Íngrid Betancourt tomó la palabra y en un momento de reflexión y de enfrentarse a los recuerdos más dolorosos de su vida, le pidió no solo a “Timochenko”, sino a los otros excombatientes, hablar desde el corazón y reconocer estos espacios como unos que no tienen ninguna relación con la política.
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“Alguna vez me acuerdo de que me robé un machete de uno de los guardias para poderme volar. Y me volé y a los días me recapturaron y me castigaron. Y llegó el muchacho enfurecido a decirme ‘Íngrid, yo había confiado en usted, había dejado el machete ahí confiando en usted, y usted me lo robó’. Lo miré y le dije: ‘usted confió en mí y yo acaso puedo confiar en usted. El día en que a usted le den la orden de matarme, ¿usted qué va a hacer?, ¿yo podré confiar en usted? o ¿usted me va a matar?’. El muchacho se fue con los ojos aguados. Yo necesito ver los ojos aguados de ustedes”, dejó como mensaje a los excombatientes.
Les insistió la importancia de llorar y liberar los sentimientos, hablar con el corazón: “Mientras esta pesadilla sea solo nuestra estaremos todavía en la distancia de no poder explicarle a Colombia lo que realmente sucedió. Volver a ser humanos es llorar juntos, algún día tendremos que llorar juntos, por el sufrimiento de ustedes, de su vida, por el sufrimiento que nos causaron a nosotros, a nuestros familiares y por el sufrimiento de Colombia, que lo vemos en los muchachos que están en las calles porque tienen hambre, no tienen trabajo y porque los asimilan como terroristas, los asimilan a combatientes de las Farc y esa es una responsabilidad que ustedes también tienen”.
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