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Mujeres étnicas: pensándose en escenarios políticos y electorales

La Universidad del Rosario promovió un encuentro de conversación entre dos mujeres afros y dos mujeres indígenas en el poder para hablar de los retos y las agendas que las llaman a ejercer la representatividad y la lucha por sus territorios y, por supuesto, por la vida.

23 de abril de 2021 - 01:00 p. m.
De izquierda a derecha: María Cristina Lloreda, Ati Quigua, Francia Márquez y Mercedes Tunubalá. / Captura de pantalla / Goldman Environmental Prize
De izquierda a derecha: María Cristina Lloreda, Ati Quigua, Francia Márquez y Mercedes Tunubalá. / Captura de pantalla / Goldman Environmental Prize
Foto: El Espectador

Escuchar a mujeres diversas en el ejercicio del poder es ser testigo de cómo converge una agenda común, por más diferentes que sean sus procedencias. La vida, el agua, el medio ambiente, el territorio, la paz y la colectividad son ejes transversales que las llevaron a empoderarse de su voz para ponerla al servicio de los suyos.

La pregunta que a veces sobra por el mismo significado de democracia que abarca todo y a todos y todas, pero que, a la vez, devela las razones por las que estas mujeres se lanzan al ejercicio político es por qué trascender sus liderazgos a esta esfera contaminada por la corrupción y ahogada por las hegemonías. La respuesta es simple: el mismo deterioro, exclusión, explotación de la que sus comunidades y regiones son sometidas.

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Cuatro mujeres racializadas tomaron la palabra en el conversatorio Mujeres diversas, política y caminos de paz, para tejer juntas esos caminos que las llevaron al mismo lugar y reconocer las dificultades y falta de garantías para que entraran al escenario político. Ellas son Francia Márquez, mujer negra, defensora ambiental, presidenta del Consejo Nacional de Paz y precandidata presidencial; Mercedes Tunubalá, indígena misak, alcaldesa de Silvia (Cauca); Ati Quigua, indígena arahuaca y concejala de Bogotá; María Cristina Lloreda, mujer negra, exconcejala de Puerto Berrio (Antioquia) y licenciada en etnoeducación.

“En el corazón de cada ser humano reside el poder más grande, que es la voluntad”, dijo Quigua, una premisa a través de la cual ella y las otras rompieron paradigmas dentro de sus comunidades y de la misma sociedad para saltar a la acción política como mujeres étnicas y de región.

Y es que las condiciones están dadas para que irrumpan en el debate, pues tal cual lo reconoció Lloreda: “Si la democracia está, está para que la aprovechamos”. Claro está, con las dificultades que representa para una mujer, más dificultades para aquellas que son racializadas, campesinas, populares y descentralizadas.

Para algunas, esa voluntad también fue fortalecida por los procesos comunitarios de los que fueron partícipes desde pequeñas, como fue el caso de la alcaldesa de Silvia, quien recordó a su mama Julia y taita Manuel que la llevaban a la minga y a los encuentros misak, encuentros que trascendieron en su vida, convirtiéndola en portadora de la esencia de su comunidad.

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“Desde el pensamiento misak, que es el de la dualidad, donde existe el día, existe la noche, arriba, abajo, guerra y paz, me pregunto cómo vamos a responder a los pensamientos de defensa de nuestro pueblo si nos siguen discriminando y si siguen pensando en las lógicas de sacar su propia tajada, en vez de pensar en comunidad, por los intereses colectivos, ambientales, de la defensa de la vida, del agua, para dejar un legado”, planteó como dificultades que ha encontrado en su ejercicio como alcaldesa, puesto en que denunció que le han pedido padrino político para lograr transferencias para su municipio.

Similar inicio tuvo la hoy precandidata presidencial. “Me hice en las resistencias, desde la Comisión Interétnica de los procesos de los negros del norte del Cauca. De ahí me asumí parte de esa lucha. Han sido muchos años, usando el arte y la cultura, después usando mi voz”, comentó.

Esa misma resistencia y defensa del territorio, a sus ojos, solo se puede entender como una acción política que la llevó entonces a dar el paso de medirse en lo electoral a nivel nacional. “No tenemos otra opción de poner nuestra acción política en la política representativa”, apuntó.

Tanto ella como sus compañeras reconocen que esa irrupción se da en escenarios adversos y de invisibilización. Que mayor ejemplo que el nombre de Francia Márquez no lo incluyan en la medición general de precandidatos y precandidatas presidenciales de las recientes encuestas. Pese a eso, ellas aceptan los obstáculos de participar “a sabiendas de la falta de garantías”, como habla Ati Quigua, quien ha vivido institucional y políticamente las discriminaciones por ser mujer indígena desde que decidió lanzarse al Concejo de Bogotá.

Lo recuerda con la demanda de su primera elección en la corporación, por parte del reclamante de su curul. “Fui concejal muy joven, no tenía la edad y tuve que demandar el estatuto orgánico de Bogotá, porque sí le permiten a una generación a elegir, pero no a ser elegido. Tutelé porque consideré que me pasó a mí porque soy una mujer indígena, pues Wilson Duarte, el que reclamaba mi curul, dijo que las mujeres indígenas no teníamos derechos políticos”, su caso jurídico ayudó a sentar jurisprudencia en cuanto a las representaciones étnicas, especialmente de las mujeres, que, aunque han logrado mucho, por ejemplo al elegir a la primera alcaldesa indígena, como Mercedes Tunubalá, aún ninguna ha llegado al Senado.

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“Eso no es casual. Hay unas dificultades estructurales para garantizarnos el derecho a la participación en estos espacios”, denunció Quigua.

En este marco, se mueven los liderazgos políticos de las mujeres diversas, en medio de la adversidad y la lucha. Lo importante es dar el paso, arriesgarse y, como lo señaló Lloreda, “llenar de contenido político nuestra negrura” y las circunstancias étnicas que las hacen diferentes y únicas para sumar al debate plural y democrático, con las miradas que las unen: la vida, la paz, el territorio, el agua y el medio ambiente.

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