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Tías, ¿por qué están respirando por la herida?
Pa cualquiera es un honor ganase el Simón Bolívar, un galardón muy prestigioso y generoso, y nosotras teníamos ese sueño: culminar nuestra carrera de más de 30 años dedicadas al humor ganando este premio, después de escribir más de 800 colunas en este querido periódico. Y ya lo ve: nos vamos a nuestros cuarteles de invierno con las manos vacías.
¿Por qué les dolió tanto que lo declararan desierto?
Porque no habiendo más, nuestra coluna merecía el premio, pues cumple los dos requisitos: es periodística y contiene humor… además es creativa, y no ofende la privacidá ni discrimina ni injuria, y señala la falta de ética.
¿No será que la columna no cumple el nivel de humor que exigía el jurado?
Pues habría que preguntarse cuál es el nivel del humor escrito colombiano, si los mismos medios escritos no lo incentivan. Solamente dos publicaciones nacionales tienen colunas de humor: El Espectador y la revista Cambio, que tiene a Daniel Samper Ospina, que nos gusta mucho. ¿Qué pretendía el jurado, descoger entre Mark Twain, Henry Miller, Roald Dahl, Groucho Marx, Woody Allen, Chesterton, Bernard Shaw, Oscar Wilde y Tomas de Quincy?
Pues señoras, si no hay ese nivel entonces no se entrega el premio.
Pero es que díganos cómo se mide ese nivel. Por ejemplo, los que ganaron en fotografía o caricatura o reportaje o crónica o entrevista: siendo buenos, ¿no pudieron ser mejores? Pensemos en el país menos civilizado (y recordemos que el grado de civilización de una nación se mide por su sentido del humor) y que tenga un premio de humor escrito: ¿entonces no se otorga porque no alcanzan el humor fino de un Bustos Domecq?
Tías, quizá su columna no estaba bien escrita porque ustedes son desabrochadas para hablar.
Eso pudo pasar: porque escribimos como hablamos la gente piensa que está mal escrita. O sea que nos pasa lo mismo que, guardadas las grandes proporciones, le pasó a nuestro gran paisano don Tomás Carrasquilla, que lo consideraban un escritor menor porque plasmaba el habla popular, y acuñaron el término “costumbrista” como despreciativo. A propósito, La marquesa de Yolombó y Frutos de mi tierra y la mayoría de sus cuentos son tuquios del “fascinante chisporroteo del humor”.
Entonces, ¿qué es para ustedes el “chisporroteo del humor”?
Hum, ahí sí nos corchates vos. Definir el humor no han podido ni los teóricos más lanzados. Hay una frase que se la achacan a Mark Twain: “El humor es tragedia más tiempo”. O sea que el humor es reíse de la tragedia cuando ha pasado el tiempo y ya no produce dolor. Pero quién quita que un chiste en medio de la tragedia nos haga reír. Recordemos que la esperanza es lo último que se pierde, pero perdida la esperanza todavía nos queda el sentido del humor. Nosotras nos vamos por la definición más simple: humor es lo que hace reír, desde el más ordinario al más sofisticao.
¿Y el humor de ustedes cómo se puede catalogar?
El de dos tías habladoras que comen prójimo mientras esperan el bus y en medio de las bobadas que hablan dicen verdades como púas. No somos ni finas ni ordinarias, entreveradas. No nos interesa ser finas porque la finura muy esquisita tiene poquito público. Le ponemos un ejemplo de chistes que hemos tenido que rumbar de nuestro repertorio porque los entendían dos o tres pelagatos: le dice Watson a Sherlock Holmes: don Cherlo, ¿cuál es su queso preferido? El emmental, mi querido Watson. Este chiste lo entiende el que haiga leído las aventuras del querido detetive y sepa de quesos.
Y el otro chiste?
Es tal vez el chiste más prehistórico de la humanidá, cuando en las cuevas de Altamira el hombre primitivo le dice a la esposa: “Mija, coja el niño que está rayando las paredes”. Este chiste oviamente no lo entiende el analfabestia que no sepa que en las cuevas de Altamira hay unas famosas pinturas rupestres…y pa acabar de ajustar tiene que saber qué es “rupestre”. ¡Paila mijo!
¿Les parece injusto declararlo desierto porque no se los dieron a ustedes?
Sí señor. Es que el Simón Bolívar es un estímulo, entonces los jóvenes van a pensar que si no se lo ganan Tola y Maruja, que escriben todas las semanas con una calidá decente, entonces es casi imposible ganarlo y que no vale la pena hacer el ridículo de concursar pa que el jurado les diga que son puros “lugares comunes y pose humorística”.
Bueno, ¿y acaso el humor no se nutre de los lugares comunes?
Por supositorio, el humor se afinca en los estereotipos. Le ponemos el ejemplo de un chiste que nos gusta: Se le acusa de haber ingresado tres noches seguidas a robar en el almacén, dice el juez. Sí su señoría, quería regalarle un bonito vestido a mi mujer. Bien, eso fue la primera noche, ¿pero y las otras? Me hizo volver dos veces a cambiarlo. Este chiste vive gracias al lugar común de que las mujeres somos indecisas en cuestiones de moda.
¿Creen que hubo censura?
Hay un tufillo de eso. Nuestro artículo se refiere a una mujer joven que se destacó y que pudo ser ejemplo de las nuevas generaciones, pero doblegó su ética, a un partido poderoso y un Congreso que la auparon sin escrúpulos y un líder que se hizo el Manuel. Pero también puede haber un menosprecio por el humor antioqueño y una discriminación a la tercera edá.
¿Qué les dicen a los próximos jurados del premio?
Ser jurado es una gran responsabilidá. Si uno se siente incapaz de calificar un trabajo, o impedido por falta de sentido del humor o sensibilidá, pues deja que otros lo hagan. Le contamos la historia de un premio que tenía un jurado sin alma: Paul Bardwell era un gringo enamorado de Medellín y que desde el Centro Colombo Americano hizo mucho por la cultura de la región. Pues bien, Paul estaba nominado al premio El Colombiano Ejemplar precisamente en cultura. Otro nominado era una institución, el Cementerio San Pedro. Pues el bendito jurado le dio el premio al cementerio a pesar de saber que Paul estaba al borde de la muerte.
Por último, tías, ¿cómo va la tutela?
El dotor Iván Cancino es nuestro abogao. Lo descogimos por ser especialista en vencimiento de términos, pa que esta vez no los deje vencer. Aclaramos que la tutela es contra el jurado, pues sabemos de primera mano que la organización del Simón Bolívar no se mete en las decisiones. Sentimos violao nuestro derecho fundamental al diploma y al libre desarrollo de la hilaridá. Queremos verdá: que acepten que fueron injustos. Justicia: que nos den la medalla en una ceremonia en el Teatro Mayor con presencia de Petro. Reparación: que entre los siete jurados reúnan de su propio bolsillo el monto del premio y nos lo entreguen (aquí por fin se ríe el jurado).
*Pasaron por inocentes, feliz día y un próspero 2023.
