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Dejando huella

Jóvenes en Quibdó: un paso más cerca de la NASA

Kelly y Aynhara comparten su pasión por la ciencia y la tecnología. La Escuela de Robótica de Chocó ha sido el espacio para potenciar sus sueños y talentos, que las han llevado a formar parte de importantes programas.

Laura Alejandra Moreno Urriaga
23 de abril de 2022 - 02:00 a. m.
En la primera versión del programa, 31 niñas y jóvenes de distintas regiones del país viajaron a conocer el Space Center en Houston, EE. UU. / Cortesía Escuela de Robótica del Chocó
En la primera versión del programa, 31 niñas y jóvenes de distintas regiones del país viajaron a conocer el Space Center en Houston, EE. UU. / Cortesía Escuela de Robótica del Chocó

Más de cincuenta niñas y jóvenes del Chocó han incursionado en la ciencia y la tecnología a través de la Escuela de Robótica del Chocó, desarrollando habilidades y conocimientos que las han llevado a participar en torneos nacionales e internacionales en países como China, una de las potencias tecnológicas del mundo.

Dos de las estudiantes incluso se han subido a cohetes y hablado con astronautas de la NASA. Kelly Córdoba y Yorleidy Parra fueron seleccionadas para formar parte del programa de la Fundación She Is, que en el 2021 llevó a 31 niñas y jóvenes colombianas a vivir una experiencia en el Space Center de la NASA, en Houston (Estados Unidos), un complejo educativo de 16.722 metros cuadrados donde se exhiben más de 400 artefactos espaciales, una colección de rocas lunares y se realizan actividades y recorridos para los jóvenes visitantes.

El programa tiene como objetivo empoderarlas, motivarlas e inspirarlas para que sean modelo para otras niñas interesadas en las áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas por sus siglas en inglés) y generen cambios significativos en sus vidas y en la de las comunidades donde se encuentren.

Las beneficiadas que ya vivieron la experiencia formaron parte de una preparación virtual de cuatro meses donde tuvieron un primer acercamiento a la tecnología y la inmersión, que resultó en una semana en las instalaciones del Space Center. “Esa experiencia en la NASA para mí fue maravillosa, una experiencia que creo que nunca más en mi vida voy a repetir, esa experiencia que se volvió hasta ahora la mejor de mi vida, donde pude sentirme Kelly, puede ser yo y expresarme, y donde me di cuenta de todo el potencial que tenía oculto”, recuerda Córdoba.

Después de la vivencia de las 31 niñas, el programa She Is tiene el objetivo de replicar esa oportunidad en otros países de Latinoamérica para que niñas y jóvenes puedan interesarse por la transformación de sus territorios desde la tecnología y usarla también para construir sus proyectos de vida.

Este año, otras 35 niñas colombianas han sido seleccionadas para formar parte del proceso y se han integrado otros países, como Perú, Ecuador, Costa Rica y República Dominicana para ser beneficiarios de este programa, que impulsa a mujeres y niñas en un campo históricamente ocupado por hombres. Hasta el momento, de acuerdo con la Unesco, en el mundo, las mujeres representan solo el 35 % de las personas que cursan estudios de enseñanza superior en áreas STEM y ellas son el 30 % entre los investigadores y científicos del mundo.

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Esta brecha de género no se inicia en la educación superior, sino que parte desde edades tempranas, en los colegios y casas donde hay sesgos conscientes e inconscientes en la sociedad, los profesores, familiares y en la formación de las niñas que las alejan de áreas de investigación y STEM.

Kelly Córdoba fue testigo de esa situación, pues hace cinco años se convirtió en la primera niña estudiante de la Escuela de Robótica fundada en 2016 que, hasta su llegada, solo había recibido a hombres en sus laboratorios. “Lo que más me gusta de la tecnología es esa capacidad que tiene para sorprendernos, para convertir todo lo imposible en posible. Me gusta demasiado la ciencia, me gusta el derecho y la astronomía, son tres áreas en las que he profundizado y que amo con todo mi corazón, las he estudiado un montón”, cuenta Córdoba.

Pese a que el objetivo inicial de la Escuela, que se mantiene, es poner la tecnología al servicio de las necesidades de las comunidades, en palabras del ingeniero Jimmy García, fundador de la Escuela, “el hecho de que la robótica incluya conocimientos sobre matemáticas, física, tecnologías y ciencias permite, de manera inmediata, desarrollar un pensamiento crítico y propositivo en los jóvenes. La tecnología tiene herramientas de muy bajo costo que permiten atender necesidades”. Desde el 2019 también ha trabajado por reducir esa brecha de género en las áreas STEM.

Hasta el momento, la Escuela de Robótica del Chocó ha formado a más de 2.000 niños y niñas en tecnología y robótica, haciendo proyectos de recuperación ambiental, liderazgo, promoción de la igualdad, tecnificación e incursión al mundo laboral, entre otros.

Innovation Girls se convirtió en uno de sus principales proyectos, pues desde 2019 recibe a mujeres de 14 a 50 años para recibir formación en temas como liderazgo femenino, trabajo colaborativo, emprendimiento e ideas de negocio para mejorar la economía de las mujeres por medio de la tecnología, gracias a la iniciativa de Cruz Helena Valencia, joven abogada que formó parte de la Escuela de Robótica y vio como prioridad el empoderamiento y la inclusión de las mujeres en este campo.

“Mientas estaba en la escuela me di cuenta de que había poca participación de mujeres, había dos niñas y empezamos a preocuparnos por involucrarlas más. Así nació Innovation Girls, un programa desde la escuela dirigido para mujeres donde buscamos empoderarlas en ciencia y tecnología con un componente de liderazgo y emprendimiento, patrocinado por la organización Manos Visibles”, explica Valencia.

Córdoba es una de las niñas a las que se refiere Valencia, más tarde formó parte de la cuarta versión de este proyecto y recuerda que “ahí aprendí a empoderarme, cómo trabajamos las mujeres en equipo, seguí reforzando mi conocimiento en robótica y me sirvió mucho para apoyarme y sostenerme en el conocimiento que tenían todas las chicas”.

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La participación de Córdoba le ha servido para moldear su rol de líder entre sus compañeros y su proyecto de vida, pues cuando tenía trece años le dijo a este diario que cuando grande quería ser “bióloga y enlazarlo con ingeniería o robótica para crear prótesis para animales acuáticos en peligro”, y aunque su amor por la vida acuática sigue presente, ahora tiene otros planes.

Hoy, a sus quince años, ve su futuro profesional con otra perspectiva: “Me gustaría estudiar Ingeniería Aeroespacial o Ingeniería Astrofísica, siento que son unas carreras muy completas en muchos sentidos, son carreras STEM. Me encanta la astronomía, las estrellas, los planetas, el espacio. siento que, aunque hasta ahora hemos resuelto muchas cosas, la galaxia es infinita, vamos a tener muchísimo tiempo para investigar y siempre va a existir algo por descubrir”.

Más metas por cumplir

Con solo once años, Aynhara Mena Cubillos cursa el grado noveno —en promedio, los demás estudiantes tienen quince años—, y desde inicios del 2022 se incorporó a la Escuela de Robótica en el Chocó. “Decidí entrar a la escuela porque desde hace tiempo me gustan lo que son las áreas STEM, además de que la tecnología es un tema muy importante para el trabajo que aspiro a tener como médica y científica para ayudar a encontrar la cura de algunas enfermedades que hasta el momento se desconocen y así contribuir a mejorar la calidad de vida de muchas personas”, cuenta Mena.

Pero su interés por conocer más sobre la ciencia no se limita a la medicina, pues cuenta que otro de sus sueños es viajar a conocer la NASA; por eso, cuando el profesor Jimmy les habló de la convocatoria no dudó en inscribirse para ser parte del programa, donde fue preseleccionada e invitada con más niñas y jóvenes para ser entrevistadas.

Mena cuenta con emoción el paso a paso de su proceso, recalca las habilidades discursivas y los conocimientos de las otras niñas que también aspiraban a formar parte del programa, lo que la alegraba, pero también la hacía dudar de las posibilidades para ser elegida. “La verdad, le pedí mucho a Dios por esto y precisamente esta semana en clase llegaron muchas personas al colegio para decirme que había sido seleccionada como una de las tripulantes para ir al Space Center de la NASA”.

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Como un gusto personal y anticipándose a su selección, Mena, apoyada no solo por la escuela sino por su madre, Yoider Marcela Cubillos, dedica sus tardes, después del colegio, a estudiar inglés y prepararse para la experiencia que ya vivió su compañera Kelly Córdoba, quien cuenta que “en el Space Center estuvimos en contacto con todo lo tecnológico, con lo que creíamos que no podíamos conocer, estuvimos con los aparatos de exploración Rover e incluso estuvimos dentro de cohetes y gavetas lunares, que aunque no es la tecnología más moderna, conocimos mucho con lo que trabajan en la NASA”.

“Espero que este viaje sea muy enriquecedor en donde yo pueda aprender del funcionamiento del Space Center, escuchar las experiencias de algunos científicos y astronautas que me puedan servir para continuar por este camino y llegar a trabajar algún día en la NASA”, dice emocionada Mena, quien en está en el proceso de permisos y documentación para realizar el viaje que está programado para la primera semana de agosto de este año.

Su compañera Kelly insiste en que las niñas que quieren dedicarse a la ciencia y la tecnología y aún no han empezado en este camino se motiven. “Siempre soñé ir a la NASA y no creí que a mis catorce años tuviera la oportunidad de estar en Houston; todo lo que se propongan créanlo, crean que son capaces de lograrlo, que pueden cumplir eso y mucho más, que siempre confíen en su instinto y no se dejen creer de los prejuicios, los malos comentarios, de esas personas que quieren hacernos creer que no somos capaces de dedicarnos a eso que queremos y nos apasiona”.

La Fundación She Is le otorgó a Quibdó dos cupos para que dos de sus estudiantes puedan formar parte de la experiencia; sin embargo, los recursos que cubren todos los gastos solo están destinados para una participante, la estadía, alimentación y tiquetes del cupo restante deben ser gestionados independientemente. “Estamos buscando la forma, los recursos para poder darle la oportunidad a otra niña porque ahorita tenemos el cupo para otra estudiante, pero no el dinero”, explica el profesor Jimmy García.

Aunque en la edición pasada, cerca de 22 organizaciones contribuyeron para que las estudiantes pudieran viajar a la NASA, en esta ocasión los recientes problemas de conectividad en Quibdó y la falta de difusión están generando dificultades para gestionar los recursos para que otra estudiante pueda vivir la experiencia en la que Córdoba cuenta que pudo “compartir con personas que jamás creí que compartiría, conocí una astronauta y descubrí la comunicación y el compañerismo que tuve con todas las niñas, la confianza tan grande que generamos, creamos una hermandad y creo que va a durar durante muchísimo tiempo”.

Laura Alejandra Moreno Urriaga

Por Laura Alejandra Moreno Urriaga

Comunicadora y periodista de la U. Javeriana. Hago parte del equipo editorial de Impacto Mujer en El Espectador. He trabajado como periodista en temas de género, verdad y conflicto. También en coordinación de proyectos de innovación social y estrategias de contenidos multimedia.@lamorenourlamoreno@elespectador.com

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