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Bacterias superresistentes en hospitales colombianos

Un grupo de investigadores quiso comprender mejor qué sucedía con una de las bacterias que más suele causar infecciones en ambientes sanitarios. Analizaron muestras de 26 hospitales colombianos y se llevaron una sorpresa.

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Juana Valentina Bustos* y Carlos Urrego*
30 de octubre de 2025 - 11:48 a. m.
Imagen de una "Klebsiella pneumoniae".
Imagen de una "Klebsiella pneumoniae".
Foto: Wikimedia - creative commons
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Con el paso de los años nos hemos acostumbrado al prefijo super: superhéroes, supersónico, superdotado; pero hay un concepto del que poco hablamos: bacterias superresistentes que, como algunos villanos, pueden copiar las características de otros para sobrevivir y, de paso, ser más peligrosas.

Estar en cuidados intensivos puede ser una de las pruebas más duras que enfrenta el cuerpo humano. Estos lugares son unos de los hábitats más inhóspitos y alejados de la fisiología normal que se puede experimentar. ¿Qué pasa allí con las bacterias que hay en el cuerpo?, esa fue una de las preguntas que un grupo de más de 30 científicos intentó responder.

“Los hospitales son los sitios del planeta Tierra donde se usan más antibióticos por metro cuadrado”, explica Sebastián Hernández Botero, médico microbiólogo, profesor de la U. de Manizales y director científico del Grupo de Resistencia Antibiótica de Manizales (GRAM), quien publicó recientemente un artículo en la revista especializada npj Antimicrobials and Resistance, del grupo Nature.

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En él, presentaron los hallazgos de 335 aislamientos de la bacteria Klebsiella pneumoniae en 26 hospitales de todo el país entre 2020 y 2021. “El estudio parte de la intención de entender genéticamente las bacterias y cómo se transmiten material genético para hacer cambios de adaptación a su entorno, en este caso, en contexto de UCI y otras áreas del hospital”, dice.

La bacteria Klebsiella pneumoniae es muy pequeña, tanto que, si pusiéramos un pelo humano a su lado, cabrían decenas o incluso cientos de ellas alineadas sobre el grosor del cabello. En el microscopio parece un bastón regordete y muchos humanos la tienen en su cuerpo, más que todo, en parte de la garganta y en el intestino, y vivimos con ella sin problema.

Lo que ocurre es que en una unidad de cuidados intensivos el cuerpo está a máxima tensión, la vida pende de un hilo: hay cables, tubos, jeringas y, claro, las defensas están bajas. Eso hace que esta bacteria prolifere y se exponga a una gran carga de antibióticos. Klebsiella pneumoniae tiene una compleja envoltura que la hace muy resistente a medicamentos, a los medios secos, e incluso, puede sobrevivir en la piel del personal de salud y en los dispositivos médicos, lo que hace que pueda viajar entre pacientes. Ahí está el verdadero problema.

Ese uso intensivo de antibióticos genera más presión sobre las bacterias para buscar cómo sobrevivir, cómo multiplicarse o, peor aún, cómo compartir genes con otras bacterias para hacerse más resistentes.

Ciencia local para entender el mundo

Los estudios de resistencia antibiótica se realizan, generalmente, con antibiogramas. Exponen bacterias a un antibiótico con distintas concentraciones para identificar cuánto es lo mínimo del medicamento que se necesita para acabar con el microorganismo.

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Pero para poder entender este “superpoder” es necesario otro tipo de investigaciones. “Esto es una cosa que solo tienen las bacterias, no lo tienen ni los hongos, ni los parásitos, ni los virus. Es que ellas, incluso en organismos de especies diferentes, como decir, una jirafa y un camello, pueden transmitirse material genético para hacer cambios de adaptación en su entorno”, confirma Hernández. Entonces, para comprender esas relaciones se deben estudiar los elementos y contextos genéticos.

Para comprender mejor esos escenarios, 35 investigadores contactaron a 26 hospitales con el propósito de obtener aislamientos de las bacterias, que normalmente se desechan. Al “leer” su genoma, encontraron varios datos interesantes.

Casi la mitad de las cepas estudiadas eran resistentes a los carbapenémicos, unos antibióticos de amplio espectro, que constituyen un último recurso que se usa en la atención hospitalaria de pacientes graves. Si se hace zoom en Manizales, se encontró una cepa de la bacteria con tres genes de resistencia diferentes frente a estos antibióticos —normalmente son uno o dos—, un hallazgo inédito en América. Esto, sin embargo, no significaba una sentencia para el paciente.

“Es simplemente una curiosidad genética que nos habla de cómo estas bacterias están acumulando factores de resistencia. Probablemente, si repitiéramos este estudio en 20 años, ya sería normal que el 10% de las bacterias tuvieran tres factores de resistencia”, comenta Hernández Botero.

El análisis genómico también permitió rastrear cadenas de transmisión. Si dos pacientes en el mismo hospital tenían bacterias casi idénticas genéticamente, la conclusión era clara: hubo un contagio dentro de la institución. En algunas ciudades, los investigadores hallaron clones circulando en las UCI. En Manizales, en cambio, las bacterias eran más diversas, lo que indica que no hay cadenas de transmisión registradas y los protocolos de control de infecciones están funcionando.

Los resultados anticipan la realidad que hoy enfrentan los hospitales colombianos: entre el 15% y el 35% de las cepas de K. pneumoniae ya son resistentes a los carbapenémicos. Y, sin embargo, hay una buena noticia: los métodos de diagnóstico convencionales —como los antibiogramas y las pruebas moleculares utilizadas en clínicas— fueron capaces de detectar casi todos los mecanismos de resistencia hallados por la secuenciación genómica, lo que significa que —según Hernández— estos estudios genómicos no son necesarios de manera rutinaria y se pueden realizar cada dos o tres años para revisar si han aparecido nuevas enzimas no detectadas o combinaciones más peligrosas de factores de resistencia.

“A esta bacteria le encanta transferir información genética con amigas —otras bacterias— como con Escherichia coli y con otras bacterias que tenemos en la biota intestinal. Y si un paciente está en el hospital, tiene contacto con muchos antibióticos y eso hace que los factores de resistencia de esta bacteria pueden mutar o puede ser compartidos con otras bacterias”, cuenta el investigador.

Una bacteria peligrosa

Vale la pena recordar que, según cifras de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, esta bacteria fue el patógeno asociado con la mayor cantidad de muertes neonatales en un estudio global en 2019. Es una cifra que coincide con la tasa de mortalidad nacional asociada por infecciones de Klebsiella pneumoniae, que oscila entre el 10% y el 20%. Así que entender cómo evoluciona y repele los antibióticos es una decisión que, literalmente, salva vidas.

Los médicos saben que hay ciertos factores de riesgo que encienden las alarmas: si un paciente ha estado expuesto a antibióticos de amplio espectro en los últimos tres meses, si ha sido hospitalizado en una unidad de cuidados intensivos o si ya tuvo un cultivo positivo con bacterias resistentes, la probabilidad de que una infección sea difícil de tratar aumenta. “Cuando los pacientes tienen alguno o varios de esos factores, se puede estimar que ese paciente tiene un riesgo mayor de estar infectado por una bacteria resistente”, precisa Hernández Botero.

El problema es doble: si un paciente adquiere K. pneumoniae resistente a carbapenémicos, tiene más probabilidades de morir. Y, si sobrevive, el tratamiento se vuelve mucho más costoso y complejo. Una ampolla de un antibiótico genérico puede costar COP 10.000, mientras que uno de los antibióticos de última generación llega hasta COP 1’000.000. Eso significa que un tratamiento completo puede costar varios millones de pesos dependiendo de la duración, solo en antibióticos. Por eso, la resistencia antimicrobiana ya no se entiende solo como un desafío clínico, sino como un problema de salud pública. El artículo concluye que es necesario “implementar un programa de vigilancia genómica en la región de las Américas.

Las bacterias superresistentes siguen su camino y lo que podemos hacer es seguir vigilantes para evitar que sigan evolucionando. ¿Qué hacer? No utilizar antibióticos sin necesidad o dejar los tratamientos a medias y, como lo dice el investigador Hernández, potenciar los procesos de control de infecciones en los hospitales y vigilar las tendencias de resistencia antibiótica en instituciones y en las ciudades.

*Este artículo fue publicado originalmente en la revista Eureka de la Universidad de Manizales.

Eureka.umanizales.edu.co, Spotify en Ciencia de Bolsillo. Youtube: EurekaUmanizales e Instagram @eurekaumanizales.

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Por Juana Valentina Bustos*

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