Tal vez una de las mayores decisiones a las que se enfrenta una persona que acaba de ser diagnosticada con una enfermedad terminal es la de elegir qué tratamiento quiere continuar. Usualmente esta elección se reduce a dos opciones: optar por tratamientos dirigidos a la enfermedad subyacente (TES), que como la quimioterapia o radioterapia son un auxilio final que busca prologar la vida del paciente. O, en cambio, enfocarse en recibir cuidados paliativos que se limitan a dar alivio a los síntomas y mejorar la calidad de vida de la persona.
Ambas opciones, claro, no son excluyentes, pero con el tiempo, son varios los estudios –y médicos– que han empezado a preguntarse cuáles son los beneficios de uno frente a otro. ¿En qué punto de la enfermedad es mejor dejar de lado los tratamientos invasivos? ¿Incide esta elección en la supervivencia de los pacientes que ya se encuentran en fase terminal?
Aunque la Regulación Médica de Estados Unidos recomienda los cuidados paliativos en pacientes que tienen una expectativa de vida menor a seis meses y el tratamiento agresivo para personas con una expectativa de vida mayor a seis meses, la indicación no suele cumplirse. De hecho, en EE.UU. se encontró que el 40 % de pacientes con un estado avanzado de cáncer de pulmón recibieron tratamientos agresivos hasta el último mes de vida, lo que no sólo va en contra de la norma, sino que se convierte en una carga para el sistema de salud.
Parte de que esto ocurra, explica un estudio publicado en la revista British Medical Journal Open, se debe a que los médicos tratantes no cuentan con evidencia suficiente que confronte los beneficios del cuidado paliativo ante los TES. Por esto, a través de un juicioso análisis que revisó los artículos publicados sobre ensayos controlados que hablaban del tema, los autores del estudio buscaron evaluar cuál es la eficacia de los TES y los cuidados paliativos en la supervivencia global de los pacientes.
En principio, el equipo conformado por investigadores de la U. de Florida del Sur y el Centro de Cáncer Moffitt, ambos ubicados en Tampa, Estados Unidos, utilizó la literatura recolectada en Medlineplus (la Biblioteca Nacional de Medicina de EEUU) y Cochrane, que reúne investigadores en ciencia de más de 90 países.
En total, se encontraron con 8.252 artículos a los que les aplicaron ciertos criterios, como que involucraran pacientes terminales, no estuvieran duplicados en ambas bases de datos, entre otros, para empezarlos a filtrar. A la final, se toparon con que sólo 10 de ellos clasificaban, lo que reunía 15 comparaciones y 1.544 pacientes estudiados.
Todos los estudios publicados en estos artículos incluían pacientes con cáncer, en 12 de ellos el TES se trataba de quimioterapia, en uno la comparación se hizo con terapia farmacológica dirigida, otro con radioterapia y uno más con terapia hormonal. Por la rama de los cuidados paliativos, entre las 15 comparaciones 8 eran tratamientos con analgésicos, 7 se referían a transfusión de sangre y cinco finales con radioterapia radiactiva.
Para ser más certeros, en cuanto a la efectividad de ambos tipos de tratamiento, el equipo de científicos creó ciertos criterios que les permitieron aterrizar la investigación: la incidencia en la supervivencia global, el alivio de los síntomas y los efectos adversos. Y aunque el mismo estudio afirma que para los primeros dos criterios la diferencia estadística no es significativa, sí advierte que, en general, “los hallazgos muestran que las TES, en comparación con los cuidados paliativos, no mejoran la supervivencia. En cambio, se asocian con una incidencia significativa de mayor fatiga, náuseas, mucositis, neuropatía de grado III, anemia, mialgia, leucopenia y neutropenia”.
Así, aunque hasta el momento la incertidumbre sobre la incidencia que ambos tipos de tratamiento tienen sobre la supervivencia permanezca, lo claro es que los pacientes terminales con menos de seis meses de supervivencia sí tienen más beneficios al ser tratados con cuidados paliativos.