Hace tres décadas, aproximadamente, apareció la que sería la solución para tener las uñas “perfectas”. Un par de técnicas, las semipermanentes y las acrílicas, abrieron el camino para lograr una manicura más duradera (entre dos y cuatro semanas), tener el largor y forma de uñas que desee cada quien, y olvidarse del esmalte “descascarado”. Aunque con el paso de los años, estas técnicas han ido tomando más fuerza, los efectos que pueden ocasionar en la salud aún generan muchas dudas.
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El proceso es relativamente sencillo: aplicar una base de esmalte especial, exponer las uñas y una parte de los dedos a una lámpara, otra capa de esmalte con color, volver a poner parte de las manos en la misma lámpara, y sellar con un brillo que también debe pasar por este dispositivo. Este proceso puede tomar entre 20 y 40 minutos, en el caso de las uñas semipermanentes. Para las acrílicas, hay que agregar unos pasos previos, como moldear la forma y el largo de la uña con un acrílico en polvo que al mezclarlo con otros ingredientes forma una especie de masa.
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Sin embargo, el proceso aunque sencillo, tiene toda una ciencia detrás que permite entender por qué estas técnicas duran más que el esmalte tradicional. Juan Camilo Mejía, químico farmacéutico, PhD en Ciencias Químicas y docente de la Universidad de Antioquia, lo explica de la siguiente manera. Cuando se hace este proceso, lo que se genera es una reacción química para formar lo que se denomina una película de plástico o polímero, como se le conoce técnicamente.
“Esto se construye a partir de pequeños ‘ladrillos o eslabones’, que se llaman monómeros, pero en estos esmaltes se llaman acrilatos. Estos se unen a otros para formar cadenas largas, y a su vez estas cadenas forman la película de plásticos. Por eso duran más”, explica el docente del programa de Química Farmacéutica.
Para que este proceso tenga éxito se necesita un elemento clave: la radiación ultravioleta (UV). Esta es la que brinda la famosa lámpara que hoy en día se encuentra en casi todos los salones de belleza, y que incluso cualquier persona puede adquirir por un valor que va desde los $30.000 hasta $200.000.
“Este tipo de radiación tiene más energía que la radiación visible, que es la que nos permite ver los colores. Es un tema muy técnico, pero básicamente, para que se dé la reacción entre esos monómeros se necesita energía, específicamente la radiación ultravioleta que es la misma a la que estamos expuestos cuando salimos al sol”, agrega Mejía.
Es en este punto donde está el debate sobre cuáles son los efectos que generan estas lámparas en la salud.
Lo que dicen las investigaciones
Un estudio publicado el año pasado en la revista European Journal of Dermatology se encargó de revisar 2.331 artículos sobre este tema, con el fin de analizar el riesgo de cáncer de piel asociado al uso de estos dispositivos. Una conclusión general fue que en diez minutos de exposición a estas lámparas, las manos reciben una dosis de radiación UV equivalente a la de una jornada laboral de ocho horas bajo el sol.
Frente a si esta exposición podía considerarse riesgosa, el metaanálisis identificó que es un campo en el que todavía no había consenso. Por un lado, algunos análisis sugerían que la exposición a la luz UV de una lámpara de uñas no se consideraba un factor de riesgo significativo para el desarrollo de cánceres de piel. Otro artículo concluyó que el riesgo de neoplasias cutáneas malignas (tumores cancerosos que se originan en las células de la piel) con estas lámparas era clínicamente insignificante.
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Sin embargo, otros estudios experimentales decían lo contrario. Un informe de caso, por ejemplo, destacó que estas lámparas UV fueron un factor de riesgo importante para el desarrollo de cáncer de piel en dos pacientes con carcinoma escamoso de la mano dorsal, es decir, en la parte posterior o superior de la mano.
Por esto, los autores del estudio concluyeron que “la evidencia disponible es débil”, y que además “gran parte de la literatura que explora el uso de lámparas UV para uñas está desactualizada”.
Otros estudios más recientes aportan nueva evidencia sobre los riesgos que generan estos dispositivos. A principios de este año, cuatro investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), el principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en Argentina, publicaron un estudio al respecto en la revista Chemical Research in Toxicology.
Su estudio afirma que la exposición a la radiación emitida por estas lámparas de secado de esmalte puede provocar cambios y daños en muchas partículas, entre ellas la enzima encargada de producir melanina. “Tras una exposición de cuatro minutos, lo que dura un ciclo típico de manicura, observamos que todos los compuestos estudiados sufren modificaciones que conducen a una alteración de sus funciones biológicas”, explicó a Mariana Serrano, una de las autoras del estudio, a través de un comunicado emitido por el CONICET.
El grupo diseñó una serie de ensayos para evaluar los daños y encontraron modificaciones químicas en moléculas de la piel, “que están poco investigadas y mucho menos se advierten en el manual de uso del producto, que es de venta libre y a un costo muy accesible”, agregó Serrano. Estas modificaciones pueden estar relacionados a problemas médicos como fotoalergia o fototoxicidad, es decir hipersensibilidad, irritación y otras reacciones inmunológicas.
Lo que sí se conoce: la exposición a la radiación UV
Aunque en la literatura científica todavía no hay un consenso sobre el riesgo de cáncer de piel por el uso de este dispositivo, la ciencia sí ha estudiado ampliamente los efectos de la exposición a la radiación ultravioleta.
Las lámparas de secado, explica el docente de la UdeA, emiten una radiación ultravioleta A (UVA), uno de los tres tipos de radiación que hay –los otros son UVB y UVC, según sus longitudes de onda-. La UVA es una energía invisible proveniente del sol y también de fuentes artificiales que puede penetrar más profundamente en la piel. Aunque algunas dicen que son LED, esto no significa que no emitan este tipo de radiación.
“El LED no es más que una forma de emitir luz. Puede que con estas se exponga menos tiempo la uña, pero esto se compensa con mayor potencia. Otras pueden ser menos potentes, pero hay que dejarlas más tiempo”, menciona Mejía, quien además lidera un semillero de investigación sobre ciencia cosmética.
Los investigadores del CONICET también coinciden en que, aunque las lámparas que no son LED son “más perjudiciales”, las modernas (LED) también provocan modificaciones químicas en moléculas de la piel.
Sobre los riesgos de salud asociados a la exposición a la luz ultravioleta tipo A sabemos un poco más. “Hay dos tipos de cáncer que están relacionados directamente con una exposición frecuente a la radiación ultravioleta A, que es el melanoma y el carcinoma escamocelular”, menciona Adriana Cruz Garnica, médica dermatóloga del Hospital de la Samaritana de Bogotá, quien se ha dedicado a estudiar las enfermedades de las uñas.
El melanoma aparece como unas manchas negras. “En la piel puede aparecer de un momento a otro como un lunar de mal aspecto. En las uñas se puede presentar como una línea negra que atraviesa toda la uña, llamado melanonequia”, explica la dermatóloga, que también hace parte de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.
En el escamocelular generalmente la uña se levanta, se pone más gruesa, puede aparecer una verruga y deformarla. “Inicialmente, pareciera como una verruga, pero puede progresar, destrozar toda la uña y también puede producir metástasis, que sería lo más grave”, agrega Cruz Garnica.
Otros efectos menos severos asociados a este tipo de radiación son el envejecimiento prematuro de la piel, conocido como fotoenevejecimiento, que a simple vista produce manchas, piel más reseca, menos elástica y con arrugas.
También se podrían presentar otros efectos relacionados con todo el proceso de pintado semipermanente y acrílico, y el retiro de estos productos, como reacciones inflamatorias (dermatitis alérgica de contacto), hinchazón o enrojecimiento.
Las investigaciones y las personas encargadas de estudiar este tema coinciden en que, más allá de prohibir estas técnicas, lo que se debe hacer es seguir estudiando sus efectos, y contemplar unas recomendaciones generales para proteger, en lo posible, la uña y la piel expuesta a la radiación ultravioleta. Entre estas, está aplicar protector solar con SPF alto de 30 o 50, que diga en su rótulo que específicamente genera protección contra la UVA, o usar guantes que solo dejen descubierta la uña.
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