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Así es Florencia, el corazón que conecta los Andes con la selva amazónica

Durante tres días recorrimos Florencia, la puerta de entrada a la Amazonía colombiana, en una travesía que combina naturaleza, aventura y el contacto con comunidades que reflejan la renovación del Caquetá. Estas son algunas experiencias recomendadas para descubrir la esencia de esta región del país.

Leidy Barbosa

30 de octubre de 2025 - 04:00 p. m.
Florencia es la puerta de entrada al amazonas
Foto: Leidy Barbosa
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Imagine un lugar donde el verde no tiene un solo tono, sino miles. Donde los Andes se despiden y la Amazonía comienza a respirar. Allí, el aire huele a selva, el canto de las aves marca el ritmo del día y la vegetación parece no tener fin. Ese lugar es Florencia, en Caquetá, una ciudad que guarda el encanto del encuentro entre dos mundos: la montaña y la selva. Llegar ahí es estar en un espacio que esconde cascadas imponentes, cañones sorprendentes y estanques que parecen espejos naturales.

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El viaje comienza en el Aeropuerto Gustavo Artunduaga Paredes, ubicado a solo tres kilómetros del centro de Florencia, puerta de entrada a un territorio que durante años permaneció oculto y que hoy se revela como uno de los secretos mejor guardados de Colombia, listo para ser descubierto por quienes buscan autenticidad y conexión con la naturaleza.

“Caquetá es maravilloso, se van a enamorar. Pero ojo, cuidado con la manigua”, advierte Cristian Edilma Pérez, guía turística profesional y quien recibe a los visitantes en el aeropuerto, mientras describe el espíritu de la selva, ese embrujo natural que se percibe en cada paso. Y no exagera: la manigua, como la llaman los locales, acompaña al viajero a lo largo del recorrido, recordándole que en estas tierras la naturaleza tiene alma propia.

Y es que desde el momento en que se pisa el aeropuerto se siente una energía viva y envolvente que anticipa lo que está por venir. Esa sensación marca el comienzo de una travesía de tres días por Florencia y sus alrededores, un viaje que entrelaza historia, naturaleza y cultura en un territorio que invita a redescubrir la Amazonía colombiana.

Primer día: la historia y resilencia

La travesía comienza en Florencia, una ciudad que recibe al visitante con historias que revelan la esencia del Caquetá. Ahí, las voces locales recuerdan cómo durante años el territorio fue visto injustamente como una zona marcada por el conflicto y el peligro. Sin embargo, como señala Pérez, “hoy este departamento se levanta con fuerza para mostrar otra cara: la de un lugar lleno de vida, de paisajes intactos y de comunidades orgullosas de su identidad y de su capacidad para renacer”.

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Una de estas historias está en la Reserva Natural La Avispa, donde comienza el primer día de aventura. Se trata de un espacio de 232 hectáreas recuperado por sus propios habitantes, en el que el turismo se ha convertido en una herramienta de reconciliación y en una forma de sensibilizar sobre la importancia de proteger el bosque amazónico y la vida que habita en él.

Ubicada en la vereda La Holanda, la reserva es un paraíso natural que durante años permaneció fuera del alcance de los visitantes debido al conflicto armado. Daniela Chaparro Marín, administradora del lugar, recuerda que su familia tuvo que abandonar la finca por motivos de seguridad. Sin embargo, al regresar, decidieron transformar esa historia de dolor en una oportunidad para reconciliarse con el territorio y con su historia.

“Al redescubrir la cascada La Avispa —un sitio al que tradicionalmente acudían los pobladores para bañarse y disfrutar de paseos de olla—, comprendimos el potencial del lugar y comenzamos a trabajar para convertirlo en un espacio de turismo responsable y conservación ambiental", dijo la administradora.

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Gracias a ese trabajo conjunto, la Universidad de la Amazonía realizó un inventario biológico que registró más de 80 especies de plantas y 20 de ranas, entre ellas la Ameerega ingeri, una pequeña rana azul, no venenosa y poco conocida. Estos hallazgos confirmarón el alto valor ecológico del lugar y respaldarón la labor de conservación que lidera la comunidad.

La experiencia inicia a las 8:30 de la mañana, cuando los guías locales reciben a los visitantes con una breve charla introductoria antes de comenzar una caminata de aproximadamente tres horas y media por senderos selváticos que permiten apreciar la riqueza natural del territorio.

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El recorrido ofrece dos alternativas: visitar la cascada La Avispa, rodeada de una densa vegetación o aventurarse hasta la cascada El Avispón, un lugar que tiene una impresionante caída de agua de 45 metros perfecta para un baño relajante. Además, quienes buscan más adrenalina pueden practicar torrentismo, una experiencia que combina técnica y adrenalina al descender con cuerdas y arnés por la pared rocosa, mientras el agua cae con fuerza alrededor.

“También se puede realizar canyoning o barranquismo, un deporte de aventura que combina senderismo, natación, escalada, salto y rápel a lo largo del cauce de un río o cañón, atravesando pozos naturales y cascadas en un entorno completamente selvático", dijo Chaparro.

De regreso a Florencia, una vez terminado esa experiencia puede continuar con una visita al Museo Caquetá, un espacio creado en 2009 por William Wilches con el propósito de preservar la memoria y la identidad del territorio. Este museo ofrece un recorrido por la historia del departamento a través de tres salas temáticas que permiten entender su diversidad cultural, su pasado reciente y su proceso de transformación:

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  • Sala Indígena: destaca la riqueza cultural de los pueblos originarios del Caquetá, sus tradiciones, cosmovisiones y conocimientos ancestrales que siguen presentes en la vida cotidiana de la región.
  • Sala Colonos: narra los procesos migratorios y de colonización que dieron forma al territorio, mostrando cómo la llegada de familias de distintas regiones del país configuró una identidad mestiza y resiliente.
  • Sala Memoria: desarrollada con el apoyo de Radio Nacional de Colombia, conserva objetos, fotografías y testimonios que recuerdan los años del conflicto armado, ofreciendo una mirada sensible sobre la historia reciente del Caquetá.

Visitar el museo es una manera de cerrar la jornada conectando la naturaleza, la memoria y la cultura, comprendiendo que detrás de cada paisaje del sur del país habita una historia que aún se sigue contando.

Segundo día: Rescate de la memoria

Además de ser el fundador y director del Museo Caquetá, William Wilches es también guía turístico profesional y operador de la Reserva Paraíso Amazónico, el destino correspondiente al segundo día del recorrido. Este espacio refleja su compromiso con la conservación, la educación ambiental y el fortalecimiento del turismo responsable, promoviendo un contacto respetuoso y consciente con la selva.

Ubicada en el corregimiento El Caraño, a solo 20 kilómetros de Florencia, la reserva ofrece un entorno ideal para quienes desean vivir una experiencia auténtica de conexión con la naturaleza y de interpretación de las culturas precolombinas. Todo inicia alrededor de las 9:00 a. m., donde en la casa de Wilches, los viajeros comparten un momento ameno alrededor de uno de los platos más tradicionales de la región: el pan de yuca, acompañado de un café recién preparado. Mientras tanto, el anfitrión relata la historia de Caquetá y su vínculo con el territorio, preparando el ánimo para la caminata hacia la cascada.

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“El recorrido continúa por el sendero Chaibajú, un trayecto de 3,2 kilómetros diseñado bajo el concepto de turismo interpretativo, en el que cada parada revela aspectos únicos del bosque y su simbolismo. Durante la travesía, los visitantes descubren la riqueza natural y cultural de la Amazonía, aprenden sobre su biodiversidad y comprenden el valor de conservar este ecosistema que guarda la memoria viva del territorio”, dijo Wilches.

Es una caminata de aproximadamente tres horas y media, en donde los visitantes atraviesan túneles ecológicos y cruzan un puente colgante suspendido sobre las aguas del Cerro Negro, mientras se internan entre árboles centenarios que guardan la memoria viva de la selva.

“Entre los puntos más destacados, se encuentra la palma cachuda o bombona, símbolo de la vida amazónica, donde los visitantes conocen el origen de su nombre y la leyenda que la acompaña. También está “Don José”, un árbol monumental considerado el guardián del bosque, y la mina de oro, un sitio donde se promueve el respeto por los recursos naturales y se enseña la importancia de la conservación. El recorrido culmina en las cascadas Doradas, un lugar ideal para disfrutar de un baño refrescante, escalar sus rocas y, con algo de suerte, observar nutrias en su entorno natural”, explica el director.

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Al finalizar el recorrido, los visitantes llegan a la molienda, donde participan en el proceso tradicional de elaboración de panela y degustan los pandeyucas recién salidos del horno.

Tercer día: un recorrido por el río

El último día del recorrido invita a descubrir la paz que hoy habita en el río Orteguaza. A tan solo 15 kilómetros de Florencia, en el caserío de Puerto Arango, el capitán Rubén Darío Polo recibe a los viajeros a bordo del Ferry Marcopolo, una embarcación que él mismo construyó en 2005 como un acto de resiliencia en medio de los años más duros del conflicto.

“Lo que comenzó como una idea para ofrecer esparcimiento a las familias del lugar, se transformó en una experiencia que resignificó la relación con el río: de ser escenario de miedo y violencia, de recoger cuerpos de este, pasó a convertirse en un espacio de vida, memoria y encuentro con la fauna y con uno mismo”, contó Polo.

El recorrido tiene una duración aproximada de dos horas y combina turismo, historia y educación ambiental. A medida que la embarcación avanza, el capitán narra los orígenes del Caquetá y las transformaciones del territorio, mientras los visitantes observan las aves ribereñas —garzas, buitres de ciénaga y hoatzines— que sobrevuelan las playas y la vegetación.

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“Con algo de suerte, se pueden ver nutrias, monos y peces locales como pintadillos o bocachicos que los pescadores muestran con orgullo. Todo forma parte de una travesía donde el río, más que un paisaje, se convierte en un aula viva”, dijo el capitan.

Hay dos planes que puede hacer en el ferri:

  • El plan de día, que va de 10:00 a.m. a 5:00 p.m., incluye un almuerzo típico servido al aire libre, bajo un cielo abierto y junto a la calma del río. Luego, la embarcación se detiene en la isla del Amor, donde los visitantes pueden descansar, bañarse o disfrutar de un partido de voleibol en la arena.
  • El plan nocturno, conocido como la “tarde de fogata”, inicia a las 3:00 p.m. e invita a contemplar el atardecer desde la playa Primavera, mientras el fuego, la música y los relatos del capitán acompañan una velada bajo las estrellas.

Ambas experiencias, que tienen un valor aproximado de 80.000 pesos por persona e incluyen almuerzo y guía interpretativo, representan una forma distinta de conocer el Caquetá: navegando sus aguas y escuchando las historias de quienes, como el capitán Polo, decidieron transformar el miedo en turismo y el dolor en memoria compartida.

Pero al final del día, cuando el sol cae, este también marca el final del viaje, y mientras se llega al aeropuerto donde todo comenzó, queda la sensación de haber recorrido mucho más que un territorio. Florencia y el Caquetá revelan una Colombia distinta: una región que renace desde su historia, y que abre sus brazos para mostrar la riqueza de su selva y su gente.

Pérez lo resume con sencillez mientras despide al visitante: “Quiero invitarles a que se den la oportunidad de conocer y disfrutar este territorio virgen, lleno de magia no solo en sus paisajes, sino también en su gente. Florencia y el Caquetá los esperan con los brazos abiertos y con el corazón dispuesto a compartir su esencia”.

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Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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