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Así es la Ruta del Viche: una experiencia cultural y ancestral del Pacífico

La Ruta del Viche en Guachalito es una experiencia cultural única que conecta a los visitantes con la tradición ancestral del destilado afrocolombiano, desde la caña hasta el curado, como símbolo de identidad y resistencia del Pacífico.

Leidy Barbosa

01 de septiembre de 2025 - 05:32 p. m.
viaje cultural por la bebida ancestral del Pacífico colombiano
Foto: Leidy Barbosa
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Si hay un licor que representa a Colombia y que, al probarlo, no solo calienta el cuerpo sino también el espíritu, ese es el viche. Este destilado artesanal de caña de azúcar, elaborado por las comunidades afrocolombianas del Pacífico, es mucho más que una bebida: es tradición, medicina, ceremonia y, sobre todo, identidad. Reconocido en 2021 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación a través de la Ley del Viche, guarda en cada sorbo las memorias de resistencia y el legado de generaciones que han sabido transformar la caña en cultura viva.

La llamada Ruta del Viche abre las puertas a ese mundo: un recorrido por el Pacífico colombiano que va desde Nuquí hasta Tumaco, donde cada comunidad imprime su esencia en esta bebida ancestral. Es allí, en medio de paisajes exuberantes y manos que cuidan con orgullo esta tradición, donde se encuentra experiencias que conectan con el corazón del territorio. Y hoy, queremos hablarle de una de ellas en Nuquí.

turismo cultural y bebida ancestral del Pacífico colombia
Foto: Leidy Barbosa

¿Cómo nació la idea de la Ruta del Viche?

Guachalito, vereda del corregimiento de Jovi en Nuquí, es un lugar donde el viche se vive como una de las tradiciones más arraigadas del Pacífico colombiano. Allí, esta bebida no es solo un destilado, sino un legado que conecta a la comunidad con la tierra, el mar y la memoria de sus ancestros.

Uno de los guardianes de esta herencia es Don Diego González Valdés, dueño de Son de Caña y maestro artesano cuya vida transcurre entre el océano y el monte. Criado al ritmo del mar, desarrolló una relación íntima con su entorno natural, dedicándose al cultivo de la caña y al arte de destilar viche. Su vínculo con esta tradición se remonta a su abuelo materno, César Valdés, quien vivía en Coquí, Chocó, cerca de una quebrada que recuerda con especial afecto. Desde niño se sintió profundamente atraído por el proceso de destilación, observando con fascinación cómo su abuelo transformaba la caña en un líquido cargado de historia y significado. Esa herencia lo impulsó a mantener viva una práctica que hoy es símbolo de identidad, resistencia y orgullo para el Pacífico.

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La pasión fue tan intensa que, al independizarse, decidió dedicarse por completo a la producción de viche, envasándolo en botellas recicladas de ron, aguardiente y whisky. Su casa, al igual que la de su abuelo, está rodeada por diversas variedades de caña de azúcar —zamba, morada y negra— aunque predomina la caña amarilla, la misma que cultivaba su abuelo.

“El viche ha sido parte integral de la cultura del Pacífico, utilizado no solamente como bebida, sino también como medicina tradicional. Los ancestros lo combinaban con hierbas y otros productos naturales para crear desinfectantes y remedios curativos”, explica el maestro.

Explica que entre los ingredientes más usados se encontraban el alcanfor y el jengibre, que mezclados con viche servían como desinfectante corporal. Cuando alguien sufría heridas o golpes, se recurría a esta preparación con hierbas medicinales, reafirmando la versatilidad y el valor de esta bebida ancestral en la vida cotidiana de la región.

La transformación de esta tradición familiar en una experiencia turística surgió de manera natural cuando comenzó la actividad turística en la región. González, reconocido como uno de los pioneros del turismo en la zona, inicialmente compartía su conocimiento de manera informal con los visitantes, mostrándoles el proceso de elaboración y ofreciendo degustaciones sin costo alguno.

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La inspiración para formalizar esta actividad llegó durante una visita al Parque Panaca, donde González participó en una capacitación sobre turismo. Allí observó cómo se ofrecían recorridos que mostraban diferentes actividades: crianza de animales, cultivos de diversas especies, platanales y caños de sal. Los turistas recibían explicaciones detalladas, degustaciones y vivían una experiencia completa por la cual pagaban.

“Esta experiencia me permitió comprender que podía replicar ese modelo en el territorio, adaptándolo a lo que mejor sabía hacer: la elaboración del viche y el manejo del trapiche. Así nació la Ruta del Viche, utilizando el mismo trapiche mata cuatro que había usado su abuelo y que ahora está en sus manos”, explicó.

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¿Qué ofrece la Ruta del Viche en Guachalito?

La Ruta del Viche ofrece a los visitantes la oportunidad de conocer todo el proceso artesanal, desde la molienda de la caña en el trapiche hasta la destilación final. Los turistas pueden observar cómo se extrae el jugo de diferentes variedades de caña y cómo este se transforma en la preciada bebida a través de métodos tradicionales transmitidos de generación en generación.

La Ruta comienza con una inmersión en las variedades de caña de azúcar, base fundamental de esta tradición. Aquí, los visitantes conocen de cerca las diferentes especies cultivadas en la región, aprendiendo no solo a diferenciarlas por su color, tamaño y resistencia, sino también a entender el papel que cumplen en la vida económica y cultural de las comunidades del Pacífico. Esta primera parada permite descubrir cómo cada tipo de caña aporta cualidades distintas al sabor y carácter del viche, y por qué su preservación es tan importante para mantener viva la tradición.

El recorrido continúa en el trapiche, un molino de gran valor histórico y cultural, con el cual se obtiene el jugo de la caña. En este punto, la experiencia se vuelve participativa: mientras el maestro González realiza la molienda, dos o tres personas del público se suman al proceso de prensado, comprendiendo el esfuerzo físico que implica y la relevancia de esta herramienta, que por generaciones ha estado presente en la vida cotidiana de la región. Al ver cómo el jugo comienza a fluir, se entiende que el trapiche no es solo una máquina, sino un símbolo de trabajo comunitario y transmisión de saberes.

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El trapiche es una máquina tradicional que se utiliza para extraer el jugo de la caña de azúcar. Generalmente funciona con rodillos que exprimen los tallos de caña al hacerlos pasar entre ellos.
Foto: Leidy Barbosa

De allí se pasa a la zona de las ollas, donde el jugo recién extraído se convierte en protagonista. Primero, los visitantes lo degustan en su estado más puro, dulce y refrescante, y luego aprenden sobre los procesos de fermentación que dan origen al viche. Se explica cómo las comunidades han transmitido este conocimiento de manera tradicional, utilizando métodos artesanales, y cómo en algunos casos se han incorporado técnicas más modernas que emplean candela para controlar el proceso. Esta etapa muestra la combinación entre la sabiduría ancestral y la capacidad de adaptación de quienes producen la bebida.

La ruta culmina con la degustación de cinco tipos de viche, cada uno con un carácter único. Mientras se prueban, el maestro comparte las historias, beneficios medicinales y usos culturales de la bebida: desde los tradicionales “curaos” preparados con hierbas como jengibre o alcanfor, hasta las variantes que se consumen en celebraciones y rituales comunitarios.

Una parte fundamental de la experiencia es conocer los “curados”, mezclas medicinales que combinan el viche con diversas hierbas locales. Esta tradición está íntimamente ligada a la huerta tradicional y al conocimiento ancestral sobre plantas medicinales que ha sido parte de la cultura culinaria y curativa de la región.

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Entre las hierbas más utilizadas para los curados se encuentran:

  • Bejuco Zaragoza: Una liana medicinal tradicional
  • Bejuco Guaco: Conocido por sus propiedades curativas
  • Hierbabuena: Aromática y refrescante
  • Yerba Carpintero: Planta medicinal local
  • Anís: Aromático y digestivo
  • Jengibre: Antiinflamatorio y energizante
  • Pipilongo: Especia local con propiedades medicinales

Estas mezclas se endulzan con miel y crean una combinación única de sabores: algunas hierbas aportan características exóticas, otras son amargas y algunas más proporcionan notas aromáticas, creando un balance perfecto que refleja la riqueza natural del Pacífico colombiano.

“Aquí en nuestra región, lamentablemente se conserva muy poco de este saber ancestral, porque la gente ha perdido el interés por las labores agrícolas. Por eso me gustaría invitar a las personas a venir y vivir la ruta. Hoy en día, muchos se dedican al turismo o a la pesca, mientras que el trabajo en el campo ha sido abandonado considerablemente. Para mí, esa es una gran debilidad: ya no hay amor por la tierra ni por cultivarla, principalmente porque la agricultura exige paciencia; requiere de tres, cuatro o incluso cinco años para dar frutos”, afirma el maestro.

Otra problemática surge cuando el turismo se vuelve excesivo. Aunque esta actividad es clave para preservar las tradiciones y la cultura, su impacto puede ser visto de maneras opuestas: para algunos representa una oportunidad valiosa y enriquecedora, mientras que otros lo perciben con recelo.

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Aun así, González mantiene una visión optimista. Su sueño es que la Ruta del Viche se consolide en los próximos años como un atractivo reconocido no solo en Colombia, sino también en el mundo. Ya han llegado visitantes internacionales que han impulsado la creación de hoteles y nuevas dinámicas en torno a esta tradición, lo que demuestra el potencial que tiene. Para él, se trata de una experiencia auténtica y enriquecedora, única en el municipio, que merece ser conocida, valorada y compartida con quienes buscan comprender la verdadera esencia del Pacífico colombiano.

Cinco recomendaciones para disfrutar la ruta

  1. Disfrute con todos los sentidos: No se limite a mirar: pruebe, huela y toque. Desde el jugo fresco de caña hasta los diferentes tipos de viche y curados, cada experiencia está pensada para que se sienta parte del proceso.
  2. Participe en la molienda: Cuando llegue al trapiche, anímese a sumarse al prensado de la caña. Más allá del esfuerzo físico, comprenderá de primera mano la importancia de esta herramienta en la vida cotidiana y comunitaria del Pacífico.
  3. Conecte con las historias: Cada sorbo de viche viene acompañado de relatos sobre medicina ancestral, resistencia cultural y celebración. Escuchar al maestro a la comunidad le permitirá entender que esta bebida es un símbolo vivo de identidad.
  4. Respete el entorno y la tradición: El recorrido se desarrolla en un ecosistema frágil y en una cultura profundamente arraigada. Consuma de manera consciente, valore el trabajo de los artesanos y contribuya a que la actividad turística sea sostenible.
  5. Explore otros destinos del Pacífico: La Ruta del Viche es solo una puerta de entrada. En Nuquí podrá caminar entre manglares y conocer el Parque Nacional Utría; en Buenaventura, dejarse sorprender por las cascadas de La Sierpe y la riqueza de Bahía Málaga; en Cali, vivir la salsa y probar cocteles que reinventan el viche; y en Tumaco, descubrir la fuerza del legado afrodescendiente con los curados en la Casa del Curao.

*Invitación especial de Fontur al Festival de Migración en Nuquí

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Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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