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Providencia y los colores de la belleza

A 25 minutos en avioneta de San Andrés está el destino obligado para los amantes del buceo y la exploración natural.

Daniel Gómez Lesmes/Providencia
08 de marzo de 2011 - 10:00 p. m.

En las clases de geografía siempre se hace la aclaración: “El territorio nacional también incluye a San Andrés y Providencia”, pero estas islas, a pesar de ser nombradas como una sola, son radicalmente diferentes. El turista que visita Providencia va a escaparse del trancón, del asfalto atestado de gente, de las rumbas maratónicas y de los restaurantes que lo hacen esperar en la barra mientras se desocupa una mesa. Allá se va a descansar.

Los colores del agua que rodea la isla, visibles durante los 10 minutos previos al aterrizaje, son atracción suficiente para el visitante que quiera apreciar maravillas naturales. Providencia, que cuenta con la tercera barrera coralina más grande del mundo, se ha convertido en destino obligado para los amantes del buceo y la exploración natural.

No es difícil encontrar delicias gastronómicas, las mejores comidas son preparadas en cocinas rudimentarias por providencianos especializados en consentir a los visitantes. Es casi una proeza atravesar una cuadra completa sin ser saludado y bienvenido por los habitantes que valoran y aprecian a los huéspedes en su isla.

El sentido de pertenencia es profundo, conservan su lengua creole (lengua criolla nacida del contacto entre el inglés isabelino y lenguas africanas) y son absolutamente reacios a convertirse en una isla que ofrezca megacentros comerciales y restaurantes impersonales. El mayor atractivo de Providencia es lo simple, muy bien hecho.

La idea principal de descansar es reponerse de la actividad desgastante del día a día. Y decir que la calidad de vida del adulto promedio actualmente se ha disminuido significativamente es una redundancia. Darse la oportunidad de alejarse de los trajines cotidianos ya no es un lujo sino una necesidad y la paradisiaca isla de Providencia ofrece el escenario perfecto para lograrlo.

Por Daniel Gómez Lesmes/Providencia

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