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Entre las montañas del suroeste de Antioquia se encuentra Jericó, un destino donde la tradición, la espiritualidad y el paisaje cautivan a los visitantes. Su arquitectura republicana, las fachadas coloridas y el aroma del café recién tostado hacen de este pueblo uno de los lugares más encantadores de Colombia.
De acuerdo con Colombia Travel, caminar por el centro histórico de este municipio es como retroceder en el tiempo. Las calles empedradas y los balcones de madera decorados con flores revelan el legado de la colonización antioqueña, mientras la vida cotidiana transcurre con una calma.
En el corazón del pueblo se levanta una de las plazas más bellas del departamento, presidida por una iglesia de ladrillo. A su alrededor, cafés gourmet ofrecen el galardonado café de Jericó, considerado uno de los mejores del país por su sabor y su aroma inconfundible.
De acuerdo con el Fondo Nacional de Turismo (FONTUR), Jericó es uno de los 18 municipios que conforman la Red de Pueblos Patrimonio de Colombia y un destino nominado a los Best Tourism Villages de ONU Turismo. En este lugar se pueden disfrutar de paisajes naturales, asistir a eventos culturales, conocer expresiones artesanales como el carriel y beber una buena taza de café.
Un pueblo de fe, arte y tradiciones vivas
Más allá de su belleza arquitectónica, Jericó es también un centro de espiritualidad. En este lugar nació la Madre Laura Montoya, la primera santa de Colombia, reconocida por su trabajo con comunidades indígenas. Su casa natal fue convertida en museo y santuario, un espacio donde los visitantes pueden conocer su historia y su legado de fe y servicio.
Las antiguas casonas del casco urbano albergan hoy museos y galerías que muestran la riqueza cultural del municipio. Pero es en los talleres de artesanos donde Jericó conserva una de sus tradiciones más emblemáticas: la fabricación del carriel paisa. Este bolso de cuero, símbolo del espíritu trabajador de los arrieros antioqueños, se elabora a mano siguiendo técnicas heredadas por generaciones. Quienes visitan el pueblo pueden observar el proceso artesanal y adquirir un auténtico recuerdo de su historia.
La identidad jericoana se refleja también en su cultura cafetera. En las experiencias de degustación guiada, los baristas locales enseñan a distinguir los matices, aromas y notas del grano, compartiendo el arte que hay detrás de cada taza.
Paisajes y biodiversidad
El encanto de Jericó se extiende más allá de sus calles. A pocos minutos del centro, el Parque Las Nubes protege más de cien hectáreas de bosque, hogar de aves, mariposas, armadillos y monos. Los senderos ecológicos permiten realizar caminatas entre la niebla, disfrutando del contacto directo con la naturaleza.
Otro punto imperdible es el Cerro El Salvador, coronado por una gran estatua del Cristo Redentor. El ascenso por su camino empedrado culmina con una vista panorámica del pueblo y las montañas cubiertas de cafetales. Muy cerca, el Jardín Botánico Los Balsos ofrece un remanso de paz entre flores, árboles nativos y el canto de las aves, un espacio ideal para quienes buscan descanso y contemplación.