Buenas noticias desde la Amazonía: los árboles grandes dominan y capturan más carbono

Un estudio de 30 años sobre 188 parcelas de bosque maduro revela que los árboles han crecido en todas las clases de tamaño, pero los grandes aumentan más, concentrando cada vez más biomasa y carbono. Sin embargo, la tala sigue siendo el mayor riesgo.

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26 de septiembre de 2025 - 05:13 p. m.
Un equipo de casi 100 científicos de 60 universidades de Brasil, el Reino Unido y otros países, analizó 30 años de registros de 188 parcelas de bosque maduro en la Amazonía, observando tanto árboles grandes como pequeños.
Un equipo de casi 100 científicos de 60 universidades de Brasil, el Reino Unido y otros países, analizó 30 años de registros de 188 parcelas de bosque maduro en la Amazonía, observando tanto árboles grandes como pequeños.
Foto: Marcelo CASTRO - Wikimedia creative commons
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Sabemos que los bosques tropicales (como los del Amazonas) no son solo un paisaje impresionante, sino piezas clave en la regulación del carbono de nuestro planeta. Actúan como gigantescos almacenes de carbono, absorbiendo CO₂ de la atmósfera y almacenándolo en la madera, las hojas y las raíces. Sabemos, también, que los cambios ambientales recientes, como el aumento de CO₂, la deposición de nitrógeno, el calor extremo, las sequías o las tormentas más intensas, están afectando esas capacidades de los bosques. Pero no estamos muy seguros sobre cómo lo estan haciendo.

Para entenderlo, un equipo de casi 100 científicos de 60 universidades de Brasil, el Reino Unido y otros países, analizó 30 años de registros de 188 parcelas de bosque maduro en la Amazonía, observando tanto árboles grandes como pequeños.

Los efectos de los cambios ambientales actuales en los bosques pueden ser diversos, escriben los autores en su artículo, publicado en Nature. Por ejemplo, un mayor nivel de CO₂ puede ofrecer más “combustible” a los árboles, que pueden usarlo para crecer más, engrosar sus troncos y raíces, y fortalecerse. Los científicos creen que una posibilidad es la llamada hipótesis del “ganador se lo lleva todo”, en la que los árboles más grandes, que ya dominan y capturan la mayor parte de la luz, aprovechan desproporcionadamente estos recursos, creciendo aún más. Pero si hay un ganador, también hay un perdedor, porque los árboles más pequeños, que tienen menos acceso a la luz, podrían quedarse atrás.

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En este escenario, los grandes se hacen más grandes y fuertes, mientras que los pequeños luchan por sobrevivir, lo que cambia la estructura del bosque y puede reducir la diversidad de tamaños de los árboles.

Sin embargo, no siempre ocurre así. Otra posibilidad que manejan los científicos es la hipótesis del “beneficio compartido”, donde los recursos extra benefician a todos los árboles por igual: los grandes crecen más, pero los pequeños también se fortalecen y sobreviven mejor. Esto permitiría que el bosque mantenga un equilibrio entre árboles grandes y pequeños, favoreciendo la biodiversidad y la estabilidad del ecosistema. Por último, es posible que los árboles grandes pierdan frente a los efectos del cambio climático, como sequías, incendios, vientos o rayos, que los afectan más debido a su tamaño y exposición. En este escenario, la biomasa se redistribuye hacia árboles medianos y pequeños, reduciendo la desigualdad en tamaños dentro del bosque.

Para evaluar cuál de estas hipótesis explica mejor la realidad, los investigadores analizaron 30 años de registros de parcelas de bosque maduro en la Amazonia, estudiando cambios en parámetros como el tamaño medio y mediano de los árboles, la distribución de frecuencias de tamaño y la biomasa relativa mediante medidas como el coeficiente de Gini.

Los resultados del estudio muestran que los árboles de los bosques amazónicos han crecido de manera generalizada durante las últimas tres décadas. A nivel de rodal —es decir, considerando grupos de árboles en parcelas de bosque—, el tamaño medio de los árboles ha aumentado un 3,3 % por década, mientras que el tamaño mediano creció un 1,9 % y los árboles más grandes se hicieron un 5,8 % mayores en promedio por década. Esto indica que, aunque todos los árboles han crecido, los árboles más grandes muestran los incrementos absolutos más evidentes.

Este crecimiento, se lee en el estudio, no solo se refleja en los tamaños individuales, sino también en la estructura general del bosque. El parámetro de escala de la distribución de árboles, que indica la proporción relativa de árboles grandes frente a pequeños, aumentó un 3 % por década. Esto sugiere que los árboles grandes se están volviendo más frecuentes en relación con los árboles pequeños y que la diversidad de tamaños en el bosque es mayor. De manera similar, el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en la distribución de biomasa, aumentó un 1 % por década, mostrando que la diferencia en tamaño y biomasa entre árboles grandes y pequeños se ha incrementado.

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Al observar las distintas clases de tamaño, los científicos encontraron que los árboles pequeños (diámetro menor a 200 mm) y los del sotobosque han disminuido en número, mientras que los árboles grandes (diámetro mayor a 400 mm) han aumentado tanto en tamaño como en frecuencia, a una tasa de 6,6 % por década. Los árboles medianos no mostraron cambios significativos en número. Esto refleja, dicen los científicos, un patrón donde los árboles más grandes ganan un poco más de terreno, pero en realidad todos los tamaños de árbol muestran cierta ganancia en tamaño promedio.

Están cambiando

Los científicos concluyen que los bosques amazónicos están cambiando de manera clara y generalizada. En las últimas décadas, los árboles han crecido en todas las clases de tamaño y en los diferentes niveles del dosel, aunque los árboles más grandes han mostrado los incrementos absolutos más destacados. Como resultado de eso, la estructura general del bosque está cambiando: hay cada vez más troncos grandes dominando el paisaje, mientras que los árboles más pequeños son menos frecuentes. Esto significa que la biomasa del bosque —la cantidad total de materia vegetal— se está concentrando cada vez más en los árboles grandes, que son los principales almacenes de carbono.

Estos cambios, escriben los autores, coinciden con la idea de que el aumento de CO₂ atmosférico está impulsando el crecimiento de los árboles. Por un lado, los árboles de dosel grande parecen beneficiarse más de estos recursos adicionales, creciendo aún más y dominando la luz disponible, lo que respalda la hipótesis del “ganador se lo lleva todo”. Por otro lado, los árboles más pequeños y del sotobosque también han mostrado aumentos relativos en tamaño, lo que sugiere que el CO₂ adicional alivia parcialmente la supresión que sufren por la falta de luz, un efecto conocido como “beneficio limitado por el carbono”.

Es decir, contrario a lo que se creía, incluso en la hipótesis del “ganador se lo lleva todo”, los árboles pequeños no son los grandes perdedores del amento de recursos como el CO2. Aunque los árboles grandes suelen ser más vulnerables a factores de estrés climático como sequías, rayos y vientos, hasta ahora no se ha observado una disminución en su tamaño o abundancia, lo que sugiere que los efectos positivos del CO₂ han compensado los riesgos.

Contrario a otras posibles explicaciones, agregan los científicos, estos cambios no parecen deberse a la recuperación de perturbaciones pasadas, como la deforestación antigua o incendios históricos. En sus datos no se observan patrones de crecimiento más fuertes en áreas que deberían estar en etapas tempranas de sucesión ni cambios significativos en la composición de especies. Esto indica, entonces, que los cambios detectados son un fenómeno generalizado en toda la Amazonia, probablemente impulsado principalmente por el aumento global de CO₂, y no por alteraciones locales o históricas.

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Para los científicos, esto representa un ejemplo de resiliencia, ya que los efectos negativos del cambio climático sobre los árboles grandes se han visto, por ahora, mitigados por la fertilización con CO₂. “Es una buena noticia, pero con reservas”, dijo el profesor Oliver Phillips, de la Universidad de Leeds. “Nuestros resultados se aplican únicamente a bosques intactos y maduros, que es donde estamos observando de cerca. Sugieren que la selva amazónica es notablemente resiliente al cambio climático. Me temo que esto podría tener poca relevancia, a menos que podamos detener la deforestación en sí misma”.

En otras palabras, aunque la selva puede resistir mejor el cambio climático de lo que creíamos en áreas intactas, si se talan grandes extensiones de bosque o se alteran los ecosistemas, esa resiliencia se pierde. Por eso, finalizan los autores, proteger los bosques maduros sigue siendo clave para garantizar que los árboles continúen cumpliendo su papel como gigantescos almacenes de carbono y sosteniendo la biodiversidad del planeta.

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