El pasado viernes finalizó la Cumbre Amazónica en Bogotá. Desde la Casa de Nariño, el encuentro tuvo su cierre con una declaración conjunta con puntos clave para proteger la Amazonia. Se trata de unos acuerdos que fueron alcanzados por los cancilleres de los países que componen esta región, y que finalmente fueron aprobados por los presidentes de Colombia, Gustavo Petro; de Bolivia, Luis Arce Catacora; de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; y la vicepresidenta de Ecuador, María José Pinto.
Entre los altos funcionarios de gobierno que estuvieron en Bogotá también estuvo la ministra de Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva, quien por segunda vez ocupa este cargo. Ella fue la jefe de esta cartera entre 2003 y 2008, cuando Lula llegó a la presidencia, y fue reconocida por impulsar un plan que llevó a una reducción histórica de la deforestación en la Amazonia brasileña. Mediante monitoreo y control ambiental, ordenamiento territorial y el fomento de alternativas productivas sostenibles, este fenómeno cayó aproximadamente un 80 % entre 2004 y 2012.
Con ella nuevamente en el cargo, en agosto de 2024, la Amazonia de Brasil presentó su menor cifra de deforestación en seis años, de acuerdo con los datos del sistema de monitoreo DETER-B, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE). La disminución fue de un 10,6 %, en comparación con agosto de 2023.
En entrevista con El Espectador, Silva habló sobre los nuevos retos que ha encontrado en su segundo período. También se refirió a algunos proyectos en la Amazonia brasileña que han sido cuestionados, como la construcción de una vía de 400 kilómetros en la región y la explotación de combustibles fósiles.
Hace unos días estuvo reunida con la ministra (e) de Ambiente de Colombia, Irene Vélez. ¿Cómo le fue? ¿Lograron llegar a acuerdos para proteger la Amazonia?
Tratamos varios asuntos. Hablamos sobre la defensa de los pueblos indígenas, el desarrollo sostenible y cómo la Amazonia se ve perjudicada por el cambio climático, al igual que sus pueblos. También conversamos sobre los esfuerzos que se deben hacer para que no lleguemos al punto de no retorno en la región. Buscamos una agenda común, que permita que Brasil y Colombia profundicen cada vez más su cooperación, ya sea para la implementación de los acuerdos que hemos realizado en el ámbito de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) o de las decisiones que se tomen en la COP30, en noviembre.
Brasil tiene la meta de frenar la deforestación para 2030, mientras que Colombia tiene sus compromisos en cuestión de hidrocarburos. Creo que tenemos dos países con actitudes con bastante coraje frente al cambio climático. En el caso de Brasil, ya estamos comenzando a alcanzar resultados significativos porque fuimos capaces de prepararnos desde el primer gobierno del presidente Lula, en 2003.
¿Qué efectos cree que tendrán los acuerdos, tras la Cumbre Amazónica? ¿Cómo se traduce en hechos concretos para lograr la protección de esta región?
Claro que hay varias decisiones y que cada país va a implementar de acuerdo con sus posibilidades y sus prioridades, pero existen algunas agendas que podemos trabajar conjuntamente. Ya tenemos algunas acciones acordadas para combatir incendios con algunos países de la Amazonia, así como cooperación en el área de energía renovable. Cuando el presidente Lula vino a Colombia en abril del año pasado, firmamos un compromiso para la producción de hidrógeno verde y esto tiene que ver con una agenda de transición energética limpia y un proceso que nos ayudará a enfrentar el cambio climático.
Además, el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF) es una apuesta que en la OTCA viene siendo liderada por Brasil y Colombia, con esfuerzos también de Bolivia, Perú, Venezuela, en fin, todos los países amazónicos. Pero Colombia, en particular, se ha esmerado para que el TFFF ya esté en operación en la COP30.
Sobre este fondo para la protección de los bosques tropicales, ¿cree que será clave para alguna línea de protección en Brasil? ¿Hay algún proyecto en específico que tengan en mente?
Brasil tiene una posición diferenciada, porque contamos con el Fondo Amazonia, que ya nos da un soporte significativo. La preocupación del presidente Lula cuando pensamos en el TFFF eran los países que no tienen las mismas condiciones que Brasil, donde contamos con un sistema de monitoreo en tiempo real, con un plano de prevención y control de la deforestación para todos los biomas brasileños. Estamos logrando resultados, evitamos lanzar más de 400 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera en los últimos dos años con las acciones que hemos implementado.
El TFFF va a ser muy importante para todos los países, pero principalmente para los más vulnerables, ya que se enfoca en el pago por servicios ecosistémicos, tanto a las comunidades como a los inversores o propietarios de excedentes forestales privados. A diferencia de otros instrumentos que brindan apoyo para detener la deforestación, este remunerará a quienes han protegido los bosques tropicales y desean seguir haciéndolo.
Muchas organizaciones y científicos han pedido que, por un lado, en la COP30 se aborde el tema de los combustibles fósiles. Además, para la Cumbre Amazónica hicieron un llamado a que se declarara la Amazonia como una zona de exclusión de combustibles fósiles. ¿Cuál es la posición de Brasil al respecto?
Brasil se perfiló con la decisión que ya fue tomada en Dubái, solo que Brasil no se enfoca solo en combustibles fósiles, sino en frenar la deforestación. En ese sentido, manifestamos nuestra posición de que es necesario hacer la transición para el fin del uso de combustible fósil, del mismo modo en que es necesario hacer la transición para el fin de la deforestación.
Estamos tratando de lograr esa implementación en un diálogo que involucra a todos los países, tanto productores como consumidores de combustibles fósiles, al mismo tiempo que es preciso crear alternativas para sustituir estas fuentes de generación de energía, acelerando las energías renovables. Brasil tiene un gran potencial de generación de energía renovable, tanto del sol, como del viento, como de biomasa, y además es un gran productor de biocombustible.
Nuestra preocupación es cómo podemos tener, cada vez más, indicadores de esfuerzos que apunten en esa dirección. Estamos proponiendo que trabajemos para que la COP30 consiga tal vez mandatar a un grupo de especialistas para que hagan un mapa del camino para el fin de los combustibles fósiles y el fin de la deforestación.
Desde que usted fue ministra, en la década de los 2000, durante el primer mandato de Lula, ¿qué cambios ha habido en la Amazonia? ¿Ve más retos ahora? ¿Qué encontraron en la región después del gobierno de Jair Bolsonaro y cómo han respondido?
Encontramos una política de tierra arrasada, con el debilitamiento de los presupuestos, con equipos totalmente intimidados y desmotivados. Encontramos el abandono del Plan de Prevención y Control de la Deforestación y del Fondo de la Amazonia. No hubo más creación de unidades de conservación, ni de tierras indígenas, sino que se estimuló, inclusive la ocupación irregular de áreas legalmente protegidas. Todo esto fue una situación muy peligrosa para las políticas ambientales y para la protección de los ecosistemas, de los biomas brasileños.
En los últimos dos años y medio recuperamos estas políticas: aumentamos nuestra capacidad de fiscalización en más de 96%, aumentamos nuestras capacidades de prevención, de control de la deforestación, con una reducción en los primeros dos años del 46 %. De 32 % en el país entero, de 25 % en la región del Cerrado y de 77 % según el último dato, en el Pantanal. Estamos trabajando en Caatinga y en el Pampa para conseguir los mismos resultados.
Hemos ofrecido también una reducción este año, con una disminución en los incendios. Aprobamos una ley de manejo integrado del fuego y aumentamos la cantidad de brigadistas para hacer estos enfrentamientos de fuego, son cerca de 4.300 personas. También ampliamos la capacidad de aeronaves en más de 70 %, nuestra capacidad de transporte para llevar las brigadas de una región para otra, tanto para áreas más accesibles como para otras más remotas.
Además, hicimos todo un esfuerzo de “desintrusión” de las tierras indígenas. Ya lo conseguimos en la tierra indígena Yanomami, Apitereu, Kayapó, frontera Bacajá y también de la tierra indígena Munduruku, de las que recuerdo. Hemos hecho esfuerzos muy grandes, solo que aún necesitan fortalecerse porque, como dije, Brasil es el único país que tiene el compromiso de deforestación cero y estamos persiguiendo este objetivo para que podamos hacer que esto sea controlado en todos los biomas.
En Brasil existe la posibilidad de que una carretera importante, la BR-319, atraviese el corazón de la Amazonia. Hay un intento de crear un corredor ecológico, pero en otras vías, como la BR-163, no ha funcionado. ¿Está a favor de esta construcción en la Amazonia?
Es un emprendimiento altamente complejo. Yo estuve durante 15 años fuera del gobierno e incluso, aquellos políticos y liderazgos bastante interesados en hacer la carretera sin los reglamentos ambientales necesarios, no lo hicieron. Son 400 kilómetros de vía en la zona forestal.
Estamos trabajando para que haya un estudio sobre toda el área de influencia de este emprendimiento, para verificar su viabilidad ambiental, sobre todo en función de que allí hay muchas comunidades indígenas, unidades de conservación y de que es un área sensible. La BR-163, cuando fue hecha, también contó con una planeación. Infelizmente, cuando cambian algunos gobiernos, no necesariamente siguen esos planes.
En Brasil tuvimos un gobierno que abandonó todas las políticas de protección al medio ambiente. Tan pronto asumimos, retomamos esas políticas y hoy estamos trabajando tanto en las agendas de comando y control, como en las agendas de ordenamiento territorial, retomando la creación de unidades de conservación de tierras indígenas y buscando la gobernanza socioambiental de estas áreas. Es un esfuerzo que necesita tener continuidad independiente de los partidos y gobiernos. Solo así es posible prosperar de forma duradera.
¿Cómo pueden coordinar esfuerzos los Estados y aprovechar, por ejemplo, estas cumbres como la Amazónica, para aterrizar esas acciones? Además, no solo entre gobiernos, sino entre ministerios o carteras como la de ambiente y la de defensa.
Ya estamos articulándonos, tenemos varios términos de cooperación. Estamos finalizando uno con la Bolivia, por ejemplo, para el combate de los incendios, que nos afecta mucho en las áreas de frontera. Tenemos de cooperación entre las policías con acciones transfronterizas. Hay problemas en relación con la minería ilegal, con el tráfico de drogas, y todo eso solo se podrá enfrentar si tenemos una acción integrada y una acción transfronteriza que continúe, independientemente de los gobiernos de turno.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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