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¡BAM! La pieza que falta para pasar de las palabras a la acción en la transición justa mundial

Hasta el momento, las discusiones sobre la transición justa, que involucra, entre otros muchos aspectos, la energética, ha permanecido como un asunto voluntario en el seno de las negociaciones sobre cambio climático. Miles de organizaciones de la sociedad civil quieren que eso cambie y proponen la creación de un mecanismo que le dé “más dientes” a la discusión. Por el momento, la idea convenció al bloque de negociación más gran de la ONU, que agrupa a 134 países, incluido Colombia.

César Giraldo Zuluaga

20 de noviembre de 2025 - 07:33 p. m.
Grupos de la sociedad se manifiestan al interior de la Zona Azul, en la COP30 de Belém, Brasil, pidiendo el establecimiento del Mecanismo de Acción de Belém (BAM, por sus siglas en inglés).
Foto: IISD/ENB | Mike Muzurakis
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¡BAM! Esa es una de las palabras que más se escucha en las conversaciones de pasillo que tienen lugar en el centro donde se adelantan las negociaciones de la cumbre de cambio climático COP30, en Belém, Brasil. Su popularidad e importancia es tal, que logró colarse en las salas donde líderes de más de 190 países del mundo se reúnen durante estas dos semanas para intentar encontrar caminos y alternativas que nos permitan hacerle frente al cambio climático.

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Junto a la hoja de ruta para alejarnos de los combustibles fósiles, que se resume en el acrónimo TAFF, por sus siglas en inglés (Transitioning Away from Fossil Fuels), el BAM es uno de los temas que más expectativas genera en la COP mientras se acerca el final de las negociaciones que, en teoría, deberían ser este viernes, 21 de noviembre, aunque desde ya se anticipa que podría moverse para el sábado 22.

Pero, ¿qué es BAM, cuál es su objetivo y por qué genera tantas expectativas? Para entenderlo mejor, es necesario hacer un rápido repaso de las últimas décadas. Además de buscar estabilizar las concentraciones contaminantes, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, establecida hace 31 años, también empezó a hablar de la necesidad de avanzar hacia energías renovables, recuerda, Laura Montaño, coordinadora de América Latina del Resource Justice Network, una red de organizaciones ambientales de todo el mundo.

En 2015, con el Acuerdo de París, se fijaron metas más claras sobre las emisiones contaminantes, al buscar que estas no generen que el aumento de la temperatura para finales de siglo supere los 1,5 °C. Pero, hasta el momento, no existen metas claras sobre hacia donde debería avanzar la transición energética justa, es decir, la entrada de energías renovables, como la solar y la eólica, entre otras.

Pese a esto, advierte Montaño, las conversaciones y acciones sobre la transición energética empezaron a aumentar en varias partes del mundo. Esto llevo a que, en el marco de la COP28 de cambio climático, celebrada en Dubai en 2023, se creara el programa de trabajo sobre transición justa (Just Transition Working Program, en inglés). La cuestión, dice la abogada colombiana, es que esta instancia era voluntaria. “Desde Dubai hasta ahora, se han hecho cuatro reuniones donde asisten los países que quieren discutir temas como ¿qué vamos a entender por transición justa? ¿Cómo vamos a empezar a articularlo con otros temas?”, añade.

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El problema, agrega Laura Restrepo Alameda, quien hace parte del capítulo latinoamericano de la Climate Action Network (CAN), la red de organizaciones de la sociedad civil más grande del mundo, es que “temíamos que el tema se quedará en diálogos, pero que no se implemente nada”.

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Por eso, a inicios de año, la CAN decidió lanzar el Belém Action Mechanism (BAM) o Mecanismo de Acción de Belém, con el objetivo de transformar un programa que se estaba quedando en diálogos en algo que se pueda “operacionalizar”, en palabras de Restrepo.

“Sin BAM, la justicia corre el riesgo de quedarse en retórica. Con BAM, la ambición climática puede finalmente conectarse con la vida de las personas”, resume la CAN. La ambiciosa propuesta, que espera pasar de las palabras a la acción, ya ha logrado el apoyo del G77+China, el mayor bloque de negociación de la ONU que agrupa a 134 Estados miembros, y podría ser uno de los principales resultados de esta COP de cambio climático. A pesar de la expectativa de quienes lo promueven, todavía debe convencer a varios países que, hasta el momento, se oponen fuertemente al mecanismo.

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¿Qué es la transición justa?

“Cuando una habla de transición justa es un espectro mucho más amplio que la transición energética justa”, explica Montaño, del Resource Justice Network. En ese sentido, el concepto de transición justa aborda preguntas como: ¿Qué va a pasar con los trabajadores? ¿Qué pasará con la reconversión económica de las comunidades? ¿Dónde están los impactos diferenciados de género? En últimas, está dirigida a todo el mundo y a todos los sectores, pues, en “alguna medida, tienen que reconfigurarse y readaptarse a una realidad donde la energía sea distinta”.

Si bien varios países han aprovechado el programa de trabajo que surgió de la COP28 para reunirse en cuatro ocasiones y avanzar en la respuesta a estas y otras preguntas, Montaño y Restrepo insisten en que esta es una instancia voluntaria, lo que al final se traduce en pocos avances.

Para cambiar esa trayectoria, la propuesta es crear el BAM. En términos técnicos, dice Restrepo, de la CAN, sería un arreglo institucional, lo que, en palabras más sencillas, se traduce en que sería una estructura o cuerpo que se establece para desarrollar mandatos. “Tiene la función de operacionalizar e implementar”. Esto es, justamente, lo que buscan desde la sociedad civil y varios países del mundo: actuar.

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Con esto, añade Montaño, se pasaría de tener un espacio que depende de la intención política, “a un mecanismo que convoque, de manera obligatoria, a los países, donde haya una trazabilidad y algo que reportar”.

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Según Restrepo, el BAM tendría tres funciones. La primera de ella es la coordinación y coherencia. En esta, el mecanismo estaría encargado de mapear iniciativas de transición que ya existen, identificar vacíos y asegurarse de que los esfuerzos estén alineados con el Acuerdo de París. En segundo lugar, el Mecanismo de Belém sería un espacio para compartir y generar conocimiento, dar a conocer buenas prácticas y llevar información que permita estructurar políticas públicas. Por último, el BAM debería ser una “mesa de ayuda”: un centro de información para facilitar una plataforma y hacer parejas entre proyectos e inversionistas.

Sobre este último punto, la integrante de la CANLA hace una aclaración: aunque el mecanismo no está contemplado como un fondo, en donde los países ricos aporten dinero, la Convención sí tendría que inyectar recursos para que el BAM empiece a andar. Además, el mecanismo sí espera movilizar más recursos hacia la transición justa, sobre todo de los países del norte global “que tienen la obligación de enviar dinero a los del Sur”.

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Montaño destaca otro de los objetivos que tendría el BAM: coordinar los esfuerzos de la transición justa dentro y fuera de la Convención de Cambio Climático. A esta función, la abogada la denomina como “la creación de una línea narrativa común de todas las instituciones”. A lo que se refiere es que, de materializarse, instituciones importantes a nivel mundial como el Banco Mundial o la OCDE (el club de los países ricos), entre muchas otras, tendrían que alinearse con las metas que allí se establezcan.

¿Qué hace falta para que el BAM sea una realidad?

Restrepo, de la CAN, la red de organizaciones que promueve la creación del mecanismo, reconoce que las tomó por sorpresa cuando, en las primeras reuniones de la COP30, varios países empezaron a hablar de la necesidad de tener un mecanismo, aunque no hicieran una mención explícita al BAM. La expectativa sobre su futuro aumentó luego de que el G77+China, el bloque de negociación más grande en la cumbre y que agrupa a más de 130 países del mundo (entre esos Colombia), manifestó su apoyo.

Sin embargo, para que el BAM o el mecanismo haga parte de las decisiones finales de la COP30, tiene que convencer a la gran mayoría de los países, un trabajo que no está nada fácil. Algunos de los principales productores de petróleo, como Arabia Saudí, no ven con buenos ojos la creación de ese arreglo institucional, mientras que la delegación de la Unión Europea considera que no es necesaria, pues creen que la transición justa puede implementarse con las herramientas actuales.

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Para Montaño, el hecho de que la creación del mecanismo implique hablar de nuevos recursos, aleja a los países del norte global, quienes a lo largo de las COP han demostrado poca apertura a cumplir con la obligación de aportar dinero para los países más pobres y menos desarrollados.

Mientras se acercan las horas finales y decisivas de la cumbre en Belém, Restrepo reconoce que la conversación sobre un mecanismo “está bastante sobre la mesa”, por lo que mantienen el optimismo y seguirán empujándola. De lograrse, advierte la integrante de CAN, “la lucha no acaba acá, sino que tenemos que seguir trabajando para que el mecanismo se vea como nosotros queremos”.

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