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El tucunaré, el pez que invadió una represa y está acabando con peces nativos y pescadores

Al embalse Topocoro, en Santander, llegó hace siete años una especie que transformó por completo el ecosistema. Trasplantado desde el Orinoco, el tucunaré ahora domina el cuerpo de agua y representa, junto a otra especie introducida, el 82 % de la pesca en el que es el embalse menos productivo del país. En contraste, las especies nativas, como el capaz o el bocachico, han caído del 64 % al 4 %.

César Giraldo Zuluaga

28 de diciembre de 2025 - 09:00 a. m.
La presencia del tucunaré o pavón (Cichla sp.) fue reportado por primera vez a finales de 2018 a través de InvBasa, una plataforma en la que pescadores y científicos registran especies invasoras.
Foto: Getty Images

Nadie sabe quién lo trajo, pero todos saben bien cómo llegó. En un cuerpo de agua que existe hace poco más de 10 años, este pez, que solo lleva siete años, se ha convertido en uno de los principales atractivos de uno de los embalses más grandes del país, con 7.000 hectáreas aproximadamente. En las redes sociales abundan publicaciones que invitan a pescarlo, incluyendo los torneos que se organizan para buscarlo, y están inundadas de hombres y mujeres que lo cargan exhibiéndolo como un trofeo.

Pero, más allá de las pantallas de los celulares, se esconde la transformación de un ecosistema, el abandono de la pesca de subsistencia por poco más de la mitad de las personas que se dedicaban a esta actividad y el hecho de que Topocoro —el “mar interior” de Santander, como muchos lo conocen— sea el embalse menos productivo del país (hablando en términos de pesca). La presencia del tucunaré y su posible llegada a otros ríos y regiones, hacen recordar a pescadores locales y biólogos, lo vivido con otra especie exótica que ha ganado fama en el país en los últimos años: el pez basa (Pangasianodon hypophthalmus).

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La llegada del tucunaré o pavón (Cichla sp.) a finales de 2018, marcó, para Arley Acevedo, un pescador artesanal de la región, el tercer y último hito en la historia reciente del río Sogamoso. A la desviación de su cauce en 2011, para la construcción del embalse Topocoro, que comenzó a llenarse en diciembre de 2014 para producir energía hidroeléctrica (operado por ISAGEN), le siguió la transformación del oficio que miles de pescadores llevaban realizando por décadas. Este pez, que fue trasplantado desde la cuenca del Orinoco para la pesca deportiva, “acabó con el ecosistema que había”, lamenta Acevedo. El dilema, continúa, “es que ahora es lo único que hay”.

Melissa Toro Silva, bióloga marina que trabaja en temas de pesca artesanal y que hizo parte de procesos de monitoreo en el embalse Topocoro, tiene un par de cifras que ayudan a dimensionar el impacto de la llegada del tucunaré a Santander. En tan solo cuatro años, de finales de 2018 a 2022, dice Toro, quien trabaja para la Fundación Humedales, este pez pasó de tener reportes preliminares a estar en todo el embalse. En ese mismo periodo, concluyó un análisis de esa organización (los únicos datos que hay al respecto en el país, según le confirmó a este diario la autoridad de pesca), las capturas del tucunaré y de la mojarra negra (Oreochromis niloticus), otra especie introducida, pasaron a representar el 82 % del total.

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En contraste, las de especies nativas como el capaz (Pimelodus grosskopfii) y el bocachico (Prochilodus magdalenae) cayeron del 64 % en 2017, a solo el 4 % en 2022. Este trasplante, apunta Toro, sumado a otras dinámicas propias de los embalses, llevaron a que Topocoro se convirtiera en el menos productivo del país, pasando de 4,8 kilogramos de pesca por hectárea al año en 2017, a 0,5 kilogramos de pesca por hectárea para 2022. Ante esta caída y frente al auge de la pesca deportiva, reconoce el pescador Acevedo, muchos pescadores han abandonado el oficio para empezar a prestar servicios de guía. El 52 % frente a los que había en 2016, para ser más precisos, aporta la bióloga Toro.

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Mientras biólogos y pescadores locales llevan años esperando que la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP) emita un documento clave que permita hacerle frente a esta especie invasora y que proteja la pesca de especies nativas, Acevedo es consciente de que el crecimiento de la pesca deportiva ha logrado convencer a varios de sus antiguos compañeros. Incluso él, que se resiste a dejar de pescar, ha encontrado en esta nueva actividad buena parte de sus ingresos. El dilema, resume, es si se hacen esfuerzos por erradicar al tucunaré o se terminan de acostumbrar a vivir con él. Toro, por su parte, asegura que hacen falta estudios para conocer más sobre el impacto negativo de esta especie.

Tres hitos, tres momentos, tres especies

El tucunaré es depredador en las cuencas del Orinoco y el Amazonas, regiones que hacen parte de su distribución natural.
Foto: Getty Images

“Yo a la pesca me dedico desde que tengo memoria, como desde los ocho años”, dice del otro lado del teléfono Acevedo, ahora con 35. “Anteriormente, estaba el río y se vivía de la subienda del bocachico, pero eso se acabó cuando llegó el embalse. Todo cambió totalmente”, agrega el pescador del sector El Ramo, Betulia, uno de los nueve municipios del área de influencia de Topocoro.

Los impactos de la construcción del embalse, que dieron paso a la cuarta hidroeléctrica “con mayor Capacidad Efectiva Neta en el país”, como describe ISAGEN a este proyecto, fueron ampliamente denunciados por distintas organizaciones sociales y, en los últimos años, por académicos. “La construcción de Hidrosogamoso ha transformado profundamente el territorio al convertir el uso productivo del agua y la tierra en demanda energética, turismo y otros fines industriales y recreativos”, señalaron hace algunos años cuatro investigadores de la Universidad de Wageningen (Países Bajos).

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“La pesca, la minería artesanal, la agricultura de subsistencia y el pastoreo se han visto profundamente afectados; la seguridad alimentaria y los medios de vida de las poblaciones locales dependen ahora del mercado exterior”, apuntaron en el artículo que publicaron en The Journal of Peasant Studies, una de las revistas más importantes en temas rurales y de desarrollo.

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Con la entrada en funcionamiento del embalse, los pescadores, como Acevedo, empezaron a adaptarse a la nueva realidad. De pescar en sus canoas de madera con atarrayas y líneas de pesca, pasaron a lanchas propulsadas por motores y al trasmallo. Después de algunos años, recuerda el pescador, el hocicón, la dorada y la mojarra empezaron a escasear. Esto llevó a que ISAGEN empezará a hacer repoblamientos en Topocoro, liberando millones de alevinos de especies nativas en el cuerpo de agua.

“Todo estaba marchando bien. Se estaban buscando alternativas para hacer repoblamientos, hasta que apareció el tucunaré. Todo se quedó ahí”, agrega Acevedo.

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El tucunaré, explica la bióloga, es depredador en las cuencas del Orinoco y el Amazonas. Esas regiones hacen parte de su distribución natural, lo cual le permite estar presente en varios países de la región, desde Colombia y Venezuela, pasando por Perú y Bolivia, hasta Brasil, Guyana, Guayana Francesa y Surinam. También come otros peces, comenta Toro. Sin embargo, advierte, “en el embalse es generalista”. En otras palabras, come lo que haya. Esta fue la razón por la que tuvieron que detener el repoblamiento.

Al hecho de que esta especie sea piscívora y generalista, se le suma la competencia entre la misma especie por temas de espacio, refugio y alimento, apunta la bióloga. Esta es la razón por la que, a lo largo de un monitoreo de tres fases, financiado por ISAGEN, que inició en 2016 y terminó en 2022, la composición de especies en el embalse cambió drásticamente.

“Es una especie establecida, con ejemplares de talla pequeña que dan cuenta que se están reproduciendo”, señala la bióloga, para agregar que “están desplazando a otras especies, como el capaz, que ya no es tan importante”, hablando en términos de captura.

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El problema, reconoce Toro, “es que no sabemos qué más pueda pasar, por eso debe hacerse un seguimiento constante”. Sin embargo, la AUNAP le respondió a este diario que los datos más recientes para esta especie son los de la Fundación Humedales, que van hasta 2022.

Las especies invasoras, como el tucunaré, recuerda Toro, “son una de las cinco principales causas que impulsan la pérdida de biodiversidad a nivel mundial, según el IPBES”, la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas, la instancia más importante en el planeta para estos temas.

El riesgo, temen científicos, es que pueda repetirse lo sucedido con el pez basa, introducido ilegalmente en el país hace más de 15 años, con una producción actual (e ilegal) de más de 20.000 toneladas y profundos impactos negativos para la biodiversidad del país. En 2021, varios investigadores del Instituto Humboldt alertaron en un libro sobre peces del bajo Sogamoso el “alto riesgo para la ictiofauna” que representaba la presencia del tucunaré, sobre todo “a nivel local en la cuenca del río Sogamoso y regional en la cuenca Magdalena, en donde están presentes el 46 % de las especies endémicas en Colombia”.

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Al respecto, la AUNAP le contestó a El Espectador que existen “reportes preliminares y no documentados formalmente que sugieren su aparición en zonas como la desembocadura del río La Miel, sobre el río Magdalena, en jurisdicción de La Dorada (Caldas)”.

¿Quedárselo o erradicarlo?

Las especies invasoras, como el tucunaré, recuerda Toro, son una de las cinco principales causas que impulsan la pérdida de biodiversidad a nivel mundial.
Foto: ISAGEN - Fundación Humedales

A pesar de que en julio de 2022 la Corte Constitucional declaró inconstitucional la pesca deportiva en Colombia (en una decisión que desató un intenso debate) y que llevó a su prohibición desde julio de 2023, en Topocoro, dice Acevedo, es una actividad que cada vez atrae a más pescadores, tanto los que se dedicaban al oficio, como quienes lo practican por deporte. Una búsqueda rápida en redes sociales permite acceder a una amplia oferta de paquetes turísticos que tienen por objetivo capturar a esta especie, así como a decenas de videos de quienes muestran los individuos capturados.

Esta situación ha desencadenado en dos problemáticas, apunta el pescador. Por un lado, se encuentran sus compañeros que, por falta de dinero, no han podido adaptarse a esta nueva actividad. La cuestión, agrega, es que debido a la amplia oferta del tucunaré, este tampoco representa una alternativa sostenible para quienes todavía se dedican a la pesca artesanal.

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La segunda, tiene que ver con las empresas de pesca deportiva que, a sus ojos, “quieren adueñarse del embalse”. La disputa, resume, divide a quienes creen que debería capturarse y consumirse el tucunaré, y quienes defienden que, luego de ser capturados, se devuelvan al embalse. Al hecho de que los pescadores de subsistencia dependen, en alguna medida, de las limitadas ventas que puedan hacer de estos peces, la bióloga Toro agrega que una de las estrategias que podría implementarse para erradicarlo es, precisamente, su consumo.

Esta, señala Rodolfo Sánchez, ingeniero de la Corporación Autónoma de Santander, una de las autoridades ambientales regionales que tienen jurisdicción en el embalse, es una de las principales barreras para avanzar en las medidas de control que deberían implementarse en el embalse.

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“Aún no hay nada definido, pues parte de los pescadores del embalse han visto una oportunidad de ingresos en este recurso”, reconocen, a su vez, desde la AUNAP. “Por lo anterior es necesario llegar a consensos entre las comunidades pesqueras, la autoridad y otros actores del sector con el fin de encontrar las mejores opciones técnicas y administrativas para no generar conflictos, pero que garanticen la sustentabilidad de las especies nativas”.

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Para Toro, hay un problema adicional: a pesar de que la Fundación Humedales ha pedido desde 2019 que la AUNAP expida el Plan de Ordenamiento Pesquero (POP) que debería contemplar, entre otras, las acciones para erradicar al tucunaré, hasta la fecha ese documento no existe, a pesar de que la autoridad ya contaría con los insumos técnicos para diseñarlo.

El Plan de Ordenamiento Pesquero del embalse Topocoro, responde la AUNAP, “está en la fase final de diagnóstico”, la primera de las tres fases que existen, además de la formulación e implementación. En 2026, agregó la autoridad, seguirán trabajando para que se cuente con el acto administrativo del plan de ordenamiento.

Mientras eso sucede, Acevedo manifiesta su preocupación ante el aumento de la pesca deportiva que ve en el embalse y reconoce que sueña, a pesar de las dificultades, con recuperar las especies nativas en el que también pueda haber pesca deportiva con “alguna especie nuestra”.

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