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Pensar en una sola salud podría evitar próximas epidemias

Para evitar la aparición de nuevas pandemias y otros brotes de enfermedades zoonóticas, los gobiernos y las personas están obligados a tomar medidas decisivas para prevenirlos y enfocarse en “una salud”, según Naciones Unidas. ¿A qué hace referencia este término? El Bioparque La Reserva, en Colombia, es un ejemplo.

Redacción Bibo
23 de julio de 2020 - 12:00 p. m.
El mercado ilegal de especies está en aumento, poniendo en peligro la salud pública.
El mercado ilegal de especies está en aumento, poniendo en peligro la salud pública.
Foto: AFP - STR

Desde hace siete meses el virus SARS-CoV-2 acorraló al mundo entero. Pese a que sigue en investigación el animal exacto del que mutó este patógeno, lo cierto es que el brote se originó en un mercado donde venden animales silvestres en Wuhan (China) y puso una vez más sobre la mesa la discusión con respecto a la importancia de las enfermedades zoonóticas. No es la primera vez que un animal se convierte en el vector transmisor de un coronavirus ni será la última. (Lea: ‘Delitos contra la fauna silvestre aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas’, ONU)

En 1931, en Estados Unidos, se documentó el primer coronavirus que saltó de animales a humanos. Fue una bronquitis infecciosa aviar que provocó la disminución en la calidad y producción de los huevos a causa de un gammacoronavirus, una especie de coronavirus. De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de ese país, en la actualidad, el 70 % de las enfermedades nuevas provienen de animales, al igual que ciertas cepas de la gripe y el lyme, causada por una bacteria transmitida por garrapatas.

Naciones Unidas en su reciente informe advierte que surgirán nuevos brotes de enfermedades zoonóticas, principalmente por el aumento de consumo de proteína animal, la agricultura intensiva, la explotación de la vida silvestre y la crisis climática. Para Inger Andersen, directora del Programa de Naciones Unidas para el Ambiente, “la ciencia dejó claro que si seguimos explotando la vida silvestre y destruyendo los ecosistemas tendremos en los próximos años un constante paso de enfermedades de animales a humanos”.

Cada año cerca de dos millones de personas mueren por enfermedades zoonóticas que no son bien atendidas, sobre todo en países de bajos y medianos ingresos. Para evitar que nuevamente el mundo colapse por un virus, la ONU invitó a los gobiernos a tomar medidas decisivas y a las personas a modificar su estilo de vida. Una de sus principales recomendaciones es encontrar un equilibrio en el vínculo entre la vida silvestre, los ecosistemas y la salud pública; es decir, considerar estos tres factores como una sola salud.

Este concepto de “una sola salud” ha cobrado relevancia en los últimos meses y ha sido manejado por la Organización Mundial de la Salud, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y la Organización Mundial de Sanidad Animal. Paul Raad, médico veterinario de la Universidad de la República, lo define de una manera sencilla: “Para que las personas tengan buena salud se debe garantizar el bienestar animal y el de los ecosistemas. De ahí radica la importancia de salvar los ecosistemas y los animales, porque significa salvarnos a nosotros”. (Puede leer: 2020: este es el panorama de los animales en cautiverio)

Aunque este término tomó fuerza en la década de los 2000, en el siglo XX Calvin Schwabe empleó la idea de “una medicina”, en la cual explicaba que no había diferencia de paradigma entre la medicina humana y la veterinaria, y que la una contribuía al desarrollo de la otra. Con los años, se fue acuñando un solo concepto en el que se hace referencia a que la salud de las personas y la de los animales son interdependientes y están interconectadas a los ecosistemas en donde coexisten.

La deforestación, el tráfico ilegal de especies, el avance de la frontera agrícola, el crecimiento demográfico y de las emisiones de gases de efecto invernadero provocaron una alteración en los ecosistemas. Además, la transformación de aspectos socioculturales influyó en que las personas y la vida silvestre entablaran un contacto más estrecho. La mezcla de estos factores ofreció condiciones para que agentes infecciosos mutaran e invadieran nuevos huéspedes, atravesando así la barrera entre especies que derivó en nuevas enfermedades emergentes.

Alterar los sistemas naturales y las especies traerá consecuencias en el hombre. Los virus y bacterias aparecen entre nosotros, mutando y generando enfermedades. Puede ocurrir porque los animales silvestres no pueden tener su comportamiento natural, ya sea por la alteración de sus nichos ecológicos o por verse forzados a desplazarse, afectando su salud y bienestar. Ocurre un feedback indirecto de la naturaleza”, asegura Raad en su investigación, que se centró en el vínculo entre la vida silvestre, los ecosistemas y la salud pública.

En la actualidad circulan muchas enfermedades de origen animal que representan un riesgo para la salud pública, como la rabia y la influenza aviar. “Todas tienen un reservorio (animal silvestre) y podrían desencadenar nuevas epidemias, como el ébola o el COVID-19. Se le suma que factores antropogénicos están relacionados con su aparición, como el calentamiento global, que ha beneficiado a los vectores transmisores de patógenos por el aumento de temperatura y de lluvias, alcanzando nuevas latitudes y territorios”, añade Raad. (Le puede interesar: China prohíbe por completo el comercio de animales silvestres a causa del coronavirus)

Hay dos patrones por los cuales los patógenos zoonóticos de la fauna silvestre infectan al humano. El primero es la transmisión del patógeno a los humanos por medio de un animal y cuando se da el contagio de persona a persona se mantiene la infección durante un tiempo o, incluso, de forma permanente, como el VIH. El otro es cuando los animales silvestres son los principales reservorios del patógeno y quienes transmiten la enfermedad al hombre, como en el caso de la rabia, siendo la transmisión de humano a humano poco común.

Varias organizaciones señalan que la mayoría de enfermedades emergentes conocidas son de origen animal. Estiman que un 60 % de las nuevas enfermedades virales que van a emerger en un futuro también serán zoonóticas. Para evitar este panorama, recomiendan incentivar prácticas sostenibles, desarrollar alternativas para la seguridad alimentaria y apoyar reservas que protejan a los animales rescatados del tráfico ilegal y los ecosistemas en riesgo de extinción. El Bioparque La Reserva, en Colombia, es el mejor ejemplo.

Bioparque La Reserva, un lugar para resaltar una sola salud

A 16 kilómetros de Bogotá, en el municipio de Cota, está una de las reservas de especies de fauna silvestre rescatadas de tráfico ilegal más importante del país. Hace doce años Sandra Zangen e Iván Lozano, fundadores del Bioparque La Reserva, crearon un lugar con cinco zonas adaptadas para darles una nueva oportunidad a esos animales recuperados y, además, complementar las representaciones de ecosistemas colombianos en peligro que sirven para educar al público sobre su rol en la conservación. (Podría leer: Animales silvestres, afectados por la pandemia)

Las representaciones del bosque seco tropical, humedales de la Sabana de Bogotá, bosque alto andino, selva húmeda tropical y bosque andino bajo están elaboradas para ser atravesadas caminando y así los visitantes, al interactuar con ellos, comprendan la importancia de su preservación. En la actualidad, el Bioparque está restaurando veinte hectáreas de bosque alto andino, en donde cientos de especies nativas de flora y fauna han encontrado un refugio y también son liberados los animales que se han podido rehabilitar con éxito.

Un azulejo, víctima de tráfico ilegal, con parte del pico roto; un búho ciego que fue decomisado hace ocho años; un lagarto cola de dragón, originario del desierto del Sahara, con marcas en el cuello que reflejan el maltrato que sufrió como mascota; águilas con las alas fracturadas y tortugas con el caparazón quebrado son algunas de las especies que han conseguido rescatar en esta reserva. Y así como estos ejemplares, en el Bioparque habitan cerca de 150 animales de 63 especies. Lo hacen de manera libre, como en su hábitat natural.

Con la ayuda de guías ambientales, los visitantes conocen la importancia de preservar especies como el azulejo, el lagarto cola de dragón, el búho, la rana dorada venenosa o el coatí de montaña. “Buscamos hacer una educación ambiental diferente. Las personas pueden interactuar con las especies y los ecosistemas. Además, manejamos programas y proyectos de conservación”, cuenta Lozano, quien se ha enfocado en promulgar el concepto de ciencia del bienestar animal. (Lea también: El tráfico ilegal de animales salvajes, el problema sanitario que reveló el coronavirus)

Durante la presentación de la historia del Bioparque, que se desarrolla en un auditorio, los guías explican cómo algunas de las especies que allí habitan han llegado hasta ciertos lugares por culpa de la transformación en las actividades humanas. Uno de esos experimentos se realiza por medio de una pared, que tiene cuatro divisiones de vidrio, en la que se ven boas en los tejados, ratones en uno de los cuartos, ratas en las tuberías y cucarachas caminando a lo largo de la cocina.

“Estas exhibiciones educativas las hicimos hace trece años para educar sobre las especies oportunistas que aprovechan los cambios generados por los humanos y mostrar cómo una especie puede convertirse en plaga y afectar la salud humana. Ocurre porque creamos un desbalance en la naturaleza con nuestro comportamiento”, explica Lozano. El Bioparque, desde su fundación, tiene el objetivo de convertirse en una herramienta para educar sobre lo grave de mantener permanentemente alterado el balance entre humanos y ecosistemas.

El nacimiento de una cría del coatí de montaña, una especie carnívora endémica de Bogotá que se creía extinta, marcó un hito en el Bioparque. Por eso, durante sus doce años de operación, sus fundadores han tratado de inculcar la importancia de conservar los ecosistemas y las especies de animales silvestres. Según cifras de la Dirección de Protección y Servicios Especiales de la Policía, el tráfico ilegal de estos animales es el tercer negocio más rentable, después de la droga y las armas. En lo que va de 2020 se han recuperado 10.317 especies.

Como el Bioparque, en el mundo hay varias organizaciones, fundaciones y expertos en salud pública, animal y vegetal que están luchando para divulgar la importancia de que, en algunos gobiernos, a la hora de diseñar programas o políticas públicas tengan en cuenta el término de “una sola salud”. “Los esfuerzos de un solo sector no son suficientes para prevenir o eliminar un problema”, dice la OMS. Por eso, para que los humanos tengan una buena salud deben garantizar que también la tengan los animales y ecosistemas.

Por Redacción Bibo

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