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Hay un fluido del carro que, aunque suele pasar desapercibido, debería reemplazarse cada dos años o al cumplir los 50.000 kilómetros. Pasar por alto este mantenimiento no solo reduce el rendimiento del vehículo, también pone en riesgo la seguridad en las vías.
Y el asunto no es menor si se tiene en cuenta la magnitud del parque automotor. Según cifras del Registro Único Nacional de Tránsito (RUNT), en el país circulan más de 20,7 millones de vehículos, de los cuales más de 13 millones son motos y 7,4 millones carros particulares. Aun así, millones de conductores desconocen la importancia de revisar de manera constante dos líquidos esenciales: el aceite del motor y el líquido de frenos.
De acuerdo con Jesús Cano, líder técnico regional de Castrol, comprar un carro es apenas el inicio de una inversión que va mucho más allá del valor de adquisición. Con el tiempo aparecen gastos recurrentes como el SOAT, los impuestos, la gasolina, la revisión técnico-mecánica y, de manera clave, los mantenimientos relacionados con aceites y fluidos, que resultan determinantes para el rendimiento y la seguridad del vehículo.
Cano explica que factores como el tráfico congestionado o los climas extremos (altas temperaturas o humedad elevada) aceleran el deterioro de estos líquidos. En el caso del líquido de frenos, su composición lo hace propenso a absorber humedad, lo que disminuye su eficacia con el tiempo. Por su parte, el aceite del motor enfrenta constantes ciclos de calor y contaminación, lo que exige cambios más frecuentes en condiciones exigentes.
El especialista agrega que, frente a estos retos, la industria ha desarrollado aceites y líquidos de frenos con mayor resistencia a las altas temperaturas, mejor protección contra el desgaste y una mayor compatibilidad con los sistemas electrónicos modernos.
En el caso de los líquidos de frenos, Cano señala que las nuevas formulaciones están diseñadas para cumplir y superar los estándares internacionales como DOT 3 y DOT 4, lo que garantiza un rendimiento confiable incluso en condiciones extremas. “Estas soluciones buscan resistir la humedad, evitar la corrosión y mantener la estabilidad del sistema hidráulico de frenado”, puntualiza.
¿Para qué sirve el aceite de motor y cómo medirlo?
Este lubricante cumple varias tareas invisibles, pero vitales: reduce la fricción, enfría, limpia y protege las piezas internas del motor. Conducir con poco aceite o con uno deteriorado acelera el desgaste y puede ocasionar daños costosos.
A pesar de que muchos vehículos modernos tienen sensores que alertan cuando el nivel baja, Cano recomienda no confiarse solo de la electrónica. Según explica, la revisión manual sigue siendo la forma más segura de confirmar que todo esté en orden:
- Estacione en una superficie plana, apague el motor y espere unos minutos.
- Revise la varilla de medición: límpiela, introdúzcala de nuevo y verifique que el nivel esté cerca de la marca superior.
- Si falta, complete con el aceite de la viscosidad indicada por el fabricante.
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El líquido de frenos, un guardián silencioso
Si el aceite cuida el motor, el líquido de frenos protege la vida. Gracias a él, cada presión sobre el pedal se convierte en la fuerza que detiene el vehículo. El problema es que, con el tiempo, este fluido absorbe humedad y pierde eficacia, lo que puede traducirse en una frenada más larga o menos segura.
Lo que pocos saben es que este líquido caduca, después de unos dos años, su rendimiento se reduce de manera notable. Cano advierte que no conviene esperar a que falle y ofrece tres prácticas:
- Revisar con regularidad: confirme en el depósito que el nivel esté entre mínimo y máximo. Una caída repentina puede ser señal de fuga.
- Cambiar a tiempo: lo ideal es reemplazarlo cada dos años o según lo indique el fabricante, incluso si el carro permanece detenido.
- Dejarlo en manos de expertos: el cambio requiere equipos especiales para purgar el aire del sistema. En un taller especializado el proceso toma menos de una hora y puede mejorar hasta un 30 % la respuesta del frenado.
Antes de concluir, Cano recuerda que este líquido usado no debe desecharse en la basura ni en el desagüe. “Se trata de un residuo contaminante que debe entregarse en puntos de recolección autorizados”, enfatiza.
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