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Bogotá: Muertes en la época de la Violencia no fueron tantas como dijeron

Así lo intenta demostrar el libro Demografía, violencia y urbanización, que lanza este viernes la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. El Espectador publica el fragmento de uno de sus capítulos

Redacción Bogotá

08 de mayo de 2025 - 01:00 p. m.
El libro analiza diferentes aspectos que permiten concluir que las muertes durante la época de la violencia no fueron tantas como dijeron, en especial por la precariedad de los estudios, la contrastación de fuentes, el proceso de migración y el crecimiento poblacional, que no fue solo por la guerra sino por las oportunidades de tener mejores ingresos.
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La Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá (SMOB) lanza este viernes su libro “Demografía, violencia y urbanización”, de Carlos Roberto Pombo. La publicación, entre otras cosas, demuestra que el número de muertos de La Violencia en Colombia (1948-1964) no fueron los que se dijeron y que el crecimiento de Bogotá, en términos demográficos y urbanísticos, tampoco obedeció a la violencia política.

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La presentación será a las 8:00 a.m., en el Museo El Chicó de Bogotá, (Cra. 9ª No 93-38), con un conversatorio en el que intervendrán, además del autor, el economista y sociólogo Adolfo Meisel Roca (actual rector de la Universidad del Norte) y los periodistas Claudia Palacios y Élber Gutiérrez. Las personas interesadas en asistir deben inscribirse en el correo: gestorurbano1@sosmejorasbogota.com

Como antesala, El Espectador publica un segmente del capítulo “Grandes transformaciones económicas y sociales”.

Migración

El fenómeno de emigración de las zonas rurales durante el siglo XIX se presenta en forma intermitente y moderada hasta la terminación de la guerra de los Mil Días. En ese momento se incrementó en razón a que los antiguos combatientes se asientan en las cabeceras municipales y en algunas ciudades capitales.

Desde mediados de la década del treinta, la tasa de migración se aceleró significativamente hasta 1952, cuando alcanzó su punto más alto con una tasa de 3,94 % anual. A partir de la década del treinta, la inmigración a Bogotá experimenta un ascenso pronunciado hasta los inicios de los años cincuenta, cuando la tasa de inmigración declina de manera relativamente constante hasta finales de la década del setenta, momento en el que se registra una tasa de inmigración de 1,08 % anual, menos de la mitad del crecimiento de la ciudad, que presentaba el 2,94 %.

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En 1938, la tasa vegetativa y la de migración eran similares y representaban cada una el 2,30 % del total del crecimiento de la ciudad. A partir de ese año, la tasa de migración empieza a superar a la vegetativa hasta alcanzar su punto más alto en 1948, cuando aportaba el 3,94 % al total del crecimiento, cifra superior a la más alta tasa de crecimiento poblacional del país, que fue de 3,11%. En 1950 desciende lentamente y se equipara nuevamente con la tasa vegetativa a medidos del año 1956, con cerca de 3,40 %. La tasa de crecimiento poblacional más alta que ha registrado Bogotá fue de 6,88 % en 1954, una de las más altas del mundo .

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Lo anterior indica que la mayor contribución de los flujos migratorios de las zonas rurales al crecimiento de Bogotá, se inició incluso con anterioridad al censo realizado en 1938 y para finales de la década del cuarenta esta tendencia empezó a descender, es decir, que la inmigración a la ciudad fue anterior al periodo conocido como la Violencia, y aunque no se excluye este fenómeno, nuevamente nos encontramos con el hecho de que no fue la causa principal de la inmigración a la ciudad.

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El grado de urbanización aumenta cuando el incremento de la población urbana es superior al de la población total. En 1938 el país todavía era rural en un 70 %, pero para 1964, la población que habitaba en las principales cabeceras municipales pasaba del 52 %. Estas cifras son más o menos parecidas en el conjunto de los países latinoamericanos. Se puede afirmar que esa fue la tendencia general y que Colombia no fue un caso aislado.

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Desde los albores del siglo XX, cuando aún el país crecía a un ritmo lento, la tasa de crecimiento promedio anual de la población de las áreas urbanas ya superaba levemente a la de los habitantes de las zonas rurales. A partir de mediados de los años treinta, se incrementó ligeramente la tasa de crecimiento de la población colombiana, y empezó a acelerarse el proceso de urbanización.

Para 1945, la tasa de crecimiento de la población urbana era de 3,64 % anual, en tanto que la rural había descendido a 1,61 %. En el período intercensal 1951 a 1964, cuando el país estaba experimentando la explosión demográfica y registró la tasa de crecimiento poblacional más alta de la historia, 3,11 %, la tasa de urbanización alcanzó el punto más alto, llegando a 5,15 %.

Tasas de crecimiento poblacional de Colombia 1912 – 1993

Graficos crecimiento Bogotá, realizados por la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
Foto: SMOB

De los 7.851.000 habitantes que tenía Colombia en 1928, el 69,6 % vivía en las zonas rurales. En los 26 años del periodo comprendido entre los censos de 1938 y de 1964, la población colombiana se duplicó al pasar de 8.813.612 a 18.175.187 habitantes, en tanto que la población urbana se multiplicó por 3,3 veces, al pasar de 2.633.680 a 9.136.695.

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Por su parte, la población rural pasó de 5.921.361 a 8.347.813, creciendo un 40,9 %, considerablemente menos que el total nacional. Este proceso de urbanización, que como se dijo, había iniciado a mediados de los años veinte, indica cómo en aquel año de 1964 ya la mitad de la población colombiana era urbana.

En Colombia, este proceso fue similar al de Brasil y Perú, en tanto que en Argentina y Chile comenzó antes y fue lento. El de Venezuela fue más acelerado. Esta similitud es otro de los elementos de análisis que contra dicen opiniones populares de los años sesenta y setenta, que le atribuían a la violencia política un papel preponderante en el acelerado proceso de urbanización colombiana.

El acelerado proceso de emigración del campo a la ciudad fue similar en la mayoría de los países en desarrollo, en los que los flujos migratorios fueron considerables. Es decir, el proceso de migración en Colombia no fue excepcional y no fue fruto de circunstancias especiales como la violencia. Respondió al hecho de que los jóvenes podían mejorar sustancialmente su ingreso si migraban hacia las ciudades, y de manera general, a que las familias campesinas, como se establece reiteradamente en los renglones precedentes, conseguían, en todos los sentidos, un nivel de vida más alto, más digno, más seguro, y más promisorio.

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Distribución porcentual de la población urbana y rural de Colombia 1928 – 1993

Gráficos crecimiento Bogotá, realizados por la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
Foto: SMOB

La información disponible evidencia que la mayoría de los migrantes a las grandes ciudades procedían de una cabecera municipal, donde el acceso a la educación era significativamente mejor al de las veredas y municipios remotos. Por esta razón los inmigrantes, de manera general, tenían buenos niveles de educación. Esto les permitió adaptarse a los empleos en el sector moderno de la economía urbana y tener acceso a ocupaciones bien remuneradas.

Al parecer, las personas que llegaron a Bogotá antes de los años setenta eran de una cultura próxima a la urbana, por lo que el rápido traslado a la ciudad no implicó la transformación de familias rurales en elementos del proletariado urbano.

La cultura de una sociedad agraria es profundamente diferente a la de la ciudad. Esto se manifiesta en distintos tipos de ocupación, estructura de la familia, papel del conocimiento, distribución de poder, clases sociales y en la influencia de la iglesia. Por eso, la transformación de una sociedad rural en urbana en el corto periodo de cuarenta años, pudo haber sido traumática para Colombia.

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Con la progresiva urbanización del país y el crecimiento de fenómenos como el surgimiento de nuevas fuerzas sociales, aun con todas las limitaciones de una población todavía en su mayoría pobre, rural y no siempre bien comunicada, emergió en Colombia una nueva política de masas.

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Malcolm Deas recuerda que por ese entonces surgieron en estos años líderes excepcionales, todavía recordados, como Olaya Herrera, López Pumarejo, Santos, Gaitán, Gómez y Ospina. Desde principios de los años treinta y hasta finales de los cincuenta, Colombia vivió estremecida con el entusiasmo popular. Era el momento de las grandes reuniones políticas, de las plazas llenas y de los discursos míticos.

Estudio sobre migraciones

A principios de los años sesenta, el economista Lauchlin Currie, creador de la llamada Operación Colombia, afirmaba que la situación social en grandes territorios rurales del país, en los que prevalecía un tipo de agricultura colonial, evidentemente tendía a empeorarse. La “brecha de ingreso” y bienestar entre el trabajador urbano y el rural, con el tiempo, se amplió. La consecuencia fue la movilización constante hacia las ciudades.

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Según Currie, era de esperarse que continuara este movimiento, cualquiera que fuera la forma de gobierno. El éxodo de campesinos fue entonces, en una medida importante, el resultado de la mecanización y tecnificación de la agricultura y del exceso de trabajadores rurales que poco a poco estaban al tanto de la diferencia en salarios y bienestar (educación, salud, diversiones, entre otros) entre ellos y los obreros urbanos .

A mediados de la década del sesenta, el eminente geógrafo Ernesto Guhl sostenía que el análisis de las migraciones internas en Colombia estaba relativamente virgen. Consideraba que del esbozo de un panorama general dentro del cual pudieran enmarcarse estudios más detallados, podrían surgir planteamientos e hipótesis que eventualmente lograran despertar interés por este asunto.

En 1969, después de varios años de estudio e investigación, los profesores de la Universidad Nacional de Colombia, Miguel Fornaguera y Ernesto Guhl, publicaron un estudio pionero en el campo del ordena miento territorial, titulado Colombia: Ordenación del territorio con base en el epicentrismo regional.

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Los autores, siguiendo la línea académica e intelectual que empezaba a abrirse paso, demostraron, nuevamente, que el origen de la migración interna radicó en las precarias condiciones de las áreas rurales. La presencia de una aguda crisis económica y social impulsó a miles de campesinos a abandonar sus parcelas y a desplazarse a las ciudades y aun a las periferias, antes que enfrentar la colonización de tierras desocupadas.

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Sobre todo, cuando estas presentaban una ecología distinta a la de sus orígenes. El texto Las migraciones internas editado por Ramiro Cardona, am plió el marco teórico que permitió explicar de manera más profunda las consecuencias que los flujos migratorios estaban generando en el interior de la ciudad. La formación de importantes áreas de asentamientos espontáneos o informales, también denominados subnormales, representaron para algunos un grave problema urbanístico, mientras para otros eran la única solución posible.

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La Asociación Colombiana de Facultades de Medicina —Ascofame— fue la primera institución que realizó estudios rigurosos sobre el asunto de las migraciones internas en Colombia. A finales de la década del sesenta, bajo la dirección de Ramiro Cardona, se publicaron los primeros trabajos que daban cuenta de las causas, de su magnitud, y del impacto que este fenómeno tuvo en el proceso de urbanización que transformaría las estructuras económicas, sociales y políticas de toda Colombia.

Poco a poco se fue configurando en el país un enfoque de carácter más sociológico y demográfico. Cobraron importancia los fenómenos que afectaban la conformación económica, política, social y cultural de las ciudades colombianas . Así, de manera objetiva, se revaluó el impacto de la Violencia en el proceso de urbanización colombiano.

Las alarmas demográficas y urbanísticas generadas por los índices de crecimiento poblacional en las ciudades, merecieron interés por parte del gobierno y de algunos sectores políticos solo a principios de los años sesenta del siglo pasado, cuando el asunto demográfico empezó a ser objeto de estudio, principalmente en los medios académicos.

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Durante las décadas del sesenta y setenta se realizaron diferentes esfuerzos por entender el fenómeno migratorio y el efecto que este estaba causando en las ciudades colombianas; incluso se propusieron algunas políticas urbanas y regionales con el fin de aportar alternativas para solucionar los problemas que estaba generando el tránsito de un país rural a un país urbano. En 1962, el destacado economista Lauchlin Currie consideraba que:

“La política urbana de Colombia debía ser una parte integrante de la revolución técnica y económica que el país estaba experimentando. La tecnificación de la agricultura, la creación de un sistema nacional de transporte, la industrialización, la explosión demográfica y la urbanización se han combinado para originar una serie de problemas estrechamente relacionados que requieren nuevos diagnósticos y programas. Las actitudes mentales se han quedado peligrosamente a la zaga de la marcha de los sucesos y de nuestras necesidades. Para hacerles frente adecuadamente a estos problemas debemos diagnosticarlos acertadamente, establecer prioridades, utilizar más ampliamente nuestros recursos humanos y naturales y concentrar en un esfuerzo mayor el uso de nuestros escasos recursos de capital".

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En 1964, el arquitecto Jorge Gaitán Cortés, uno de los más destacados alcaldes que ha tenido Bogotá, afirmaba: “De 550.000 habitantes que tenía Bogotá en el año 1950, pasamos a más de 900.000 en el 1958. Violencia, inmigración, barrios clandestinos, congestión, acumulación de problemas. En esta época surgen Laguneta y Tibitó; son los hermanos mayores del Muña y de Vitelma. Los barrios clandestinos con enormes aglomeraciones de inmigrantes sin capacidad económica alguna, sin servicios públicos ni sociales, donde la vida se desarrolla en condiciones infrahumanas; esto coincide con el proceso de segregación de clases que se acentúa profundamente”.

Dos años después, a finales de 1966, Ramiro Cardona realizó el Estudio de un barrio de invasión, a partir de la información recopilada por el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Nacional y la División de Estudios de Población de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina. Cardona se concentró en la población que estaba ocupando el predio hoy llamado barrio Policarpa Salavarrieta. El mencionado trabajo informa que el Viernes Santo de 1966, a doce cuadras de la Plaza de Bolívar y a catorce del Palacio Presidencial, elementos de la Policía Nacional se enfrentaban a más de 500 familias. El motivo de la contienda era el intento policial de expulsar a la población que ese día había invadido terrenos pertenecientes a la Universidad Nacional .

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Barrios de Bogotá

Graficos crecimiento Bogotá, realizados por la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
Foto: SMOB

Fuente: Elaboración propia del autor con base en datos de la DataCivilidad disponible en www.construyendocivilidad.com

A mediados de la década del sesenta, el Centro Regional de Población publicó el libro Distribución espacial de la población, en el cual se analizaba el fenómeno de la migración y la redistribución espacial de la población en el territorio, en el tránsito hacia un país urbano. Al respecto, Roberto Arenas Bonilla decía que la urbanización se estaba constituyendo en el eje principal, no solo del proceso de decisiones políticas, sino de gran parte de la tarea investigativa de los científicos sociales. Y no podría ser de otra manera, cuando el problema urbano se estaba convirtiendo en el mayor reto de la época.

Decía Arenas que para ese entonces la mayoría de la población de los países desarrollados ya vivía en los centros urbanos, en tanto que en los países en desarrollo todos los síntomas parecían indicar que inexorable mente la concentración de su creciente población estaría también en sus ciudades. Por consiguiente, no era aventurado afirmar que el bienestar de la población, en gran medida, dependía de las políticas urbanas que se adoptaran en el futuro.

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En 1969, el entonces alcalde de Bogotá, Virgilio Barco, consideraba que a la fecha no se habían adelantado en Colombia análisis y estudios serios sobre el crecimiento urbano en toda su complejidad. El alcalde decía que esto podría explicarse porque esos problemas eran más o menos nuevos en los países no desarrollados. Aspectos como la tasa de crecimiento de las ciudades y sus consecuencias sobre el ingreso y su distribución, no habrían sido debatidos a fondo .

En el caso colombiano, es lamentable constatar cuánto se demoraron sus instituciones en comprender la magnitud de las transformaciones que estaba experimentando el país como consecuencia de los grandes flujos migratorios.

En un encuentro de exalcaldes de Bogotá, organizado en 1987 con ocasión de los 450 años de la fundación de la ciudad, Carlos Sanz de Santamaría llamaba la atención respecto al desconocimiento por parte de los más importantes expertos, acerca del crecimiento que experimentaba la ciudad desde mediados de los años cuarenta. Recordaba que, si se volvieran a leer los numerosos estudios elaborados en los últimos cuarenta años, acerca del desarrollo de Bogotá, podría verse cuán equivocados estaban en sus predicciones sobre el crecimiento de la ciudad los grandes urbanistas de la época, como Bruner, Le Corbusier, Sert y Wiener y aún urbanistas que las Naciones Unidas enviaron después. Casi todos ellos calcularon que para fines del siglo la ciudad llegaría al millón y medio, o cuando más, a los dos millones de habitantes.

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Nota: El libro “Demografía, violencia y urbanización” podrá descargarse gratuitamente desde la plataforma www.construyendocivilidad.com.

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Por Redacción Bogotá

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