El reloj marca las doce del mediodía. Un grupo de 45 personas mayores de 60 años, que hace poco disfrutaba del sol, es conducido al comedor. En las mesas se mezclan acentos, profesiones y las historias propias de la edad. Este grupo es el primero de muchos que no pasará la Navidad en soledad, rodeado de monitores de signos vitales o en el frío de un pasillo hospitalario tras ser abandonado. Ahora, la música de antaño, la compañía y una cena caliente los acercan al calor de un nuevo hogar.
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Alberto Delgado Londoño, de 73 años, nació en Armenia (Quindío) y es padre de dos hijas. Trabajó gran parte de su vida recolectando café. Hace cuatro años, en una finca de Manizales, un grave accidente al caer por un abismo le causó lesiones cerebrales y la pérdida de movilidad en sus piernas.
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Tras pasar por varios centros hospitalarios y lograr una recuperación parcial, las secuelas reaparecieron al llegar a Bogotá. “En el Hospital de Bosa me tuvieron aislado mientras diagnosticaban una masa en el cuello”, relata. Al recibir el alta, su red familiar se fracturó: su hija no pudo recibirlo debido a una crisis económica tras perder su empleo. “Ella no me puede asistir en casa y yo estoy ‘pelado’, por eso llegué aquí”.
Alberto se refiere a su llegada a la unidad operativa Memoria y Saber, ubicada en Puente Aranda. Este centro marca el inicio del nuevo sistema de servicio sociosanitario transitorio para personas mayores en Bogotá, producto de un convenio intersectorial firmado el pasado 23 de julio entre las Secretarías de Salud e Integración Social.
Así se compone el servicio
Memoria y Saber es la primera sede del servicio sociosanitario que, para esta primera etapa, llegará con un total de 100 cupos distribuido entre Puente Aranda y Kennedy, la segunda localidad donde estará la próxima sede. Estas unidades -con una inversión distrital de más de COP 700 millones- son por y para la población adulta mayor que llegó a un centro hospitalario y que luego de uno o más años, su red de apoyo familiar nunca los volvió a buscar y los abandonó.
Para abordar esta problemática, el Distrito decidió construir un puente entre lo clínico y lo social, por medio del alojamiento, la alimentación, salud y acompañamiento por máximo 11 meses, con el propósito de promover la autonomía, el bienestar emocional y la transición a un entorno familiar, comunitario o institucional, de quienes son abandonados. De no lograrse en este periodo de tiempo, las personas serán redirigidas al servicio de Comunidad de Cuidado de Integración Social.
“Me he sentido mejor acá que en el Hospital. En general la atención es buena, amplia. Me muevo y hablo con los demás”, destaca Delgado.
Pero, ¿cuáles son los criterios de ingreso? Las Secretarías de Integración Social y de Salud realizan reuniones mensuales con las cuatro subredes para identificar casos y retroalimentar los seguimientos y gestiones realizadas frente a cada uno. Dentro de los requisitos preliminares está ser mayor de 60 años, residir en Bogotá y estar en abandono social y/o hospitalario con alta médica. De manera complementaria, para ser aceptados, valoran el nivel de dependencia, ingreso inmediato en cualquiera de las unidades operativas del servicio con disponibilidad de cupo, y la necesidad de cuidado permanente asociado a la dependencia.
“No se trata únicamente de garantizar servicios básicos, sino de ofrecer espacios de escucha, cuidado y acompañamiento que fortalecen la confianza social en torno al envejecimiento”, acota la Secretaría de Salud.
Y ese corazón del proyecto ya lo ve reflejado Angélica María Caicedo, fisioterapeuta y magíster en docencia con énfasis en desarrollo cognitivo, quien se vinculó a este servicio desde sus inicios. Su experiencia le permite relatar con precisión cómo la transición hacia estos espacios marca un antes y un después en el bienestar físico y emocional de la población mayor.
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“Aunque el cambio puede ser brusco, ellos se adaptan a la semana y ya empiezan por ejemplo a tomar liderazgo en el grupo o son cuidadores de otros. Es volver a restablecer dinámicas de alimentación en familia, de decir buenos días, o estar en espacios de ocio y terapéuticos. Eso hace que se sientan más participativos en su jornada diaria y sobre todo que no pierdan esa proyección de vida”.
Las cifras de una crisis silenciosa
El abandono no es solo un problema social; es un fenómeno con cifras alarmantes. Según la Secretaría de Salud, con corte al 15 de noviembre, Bogotá registra 126 personas en abandono social hospitalario, siendo en su mayoría hombres (87%) que mujeres (13%). Del total de personas en abandono, 83 (65%) corresponde a personas de 60 años y más, 35 (27,7%) personas entre 29 a 59 años, 4 (3,1%) personas de 18 a 28 años, una persona menor de 18 años.
Las causas son estructurales: falta de red de apoyo familiar o con debilidades para el cuidado, la no cobertura de seguridad social como pensión o empleo formal que le permita sostener su cuidado y manutención. Esta permanencia prolongada en hospitales no solo deteriora la salud física y cognitiva del paciente, sino que impacta las finanzas de la ciudad.
De los 126 ciudadanos ubicados en los Hospitales Públicos de Bogotá, el Distrito asume costos diariamente de más de COP 46 millones, lo cual, proyectado en el año, representa cerca de COP 16.700 millones.
Un delito que crece en diciembre
Es importante recordar que el abandono y descuido de un adulto mayor es una forma de violencia tipificada como delito en Colombia. Según la Ley 1850 de 2017, las penas de prisión a quien se encuentre responsable van entre 4 a 8 años y multas de 1 a 5 salarios mínimos legales vigentes.
Sin embargo, el marco legal parece no ser suficiente para frenar una crisis que crece: según la Defensoría del Pueblo, en Colombia los casos aumentaron en un 32% entre el 2023 y 2024 de 2.439 a 3.215 abandonos. Para este 2025, ya se han presentado 1.873 casos a nivel nacional, siendo Bogotá donde más se presenta (444). Incluso para las autoridades, la época decembrina es una fecha crítica, pues aumentan los casos de abandono.
Jorge Luis Nieto, de 75 años, resume el sentimiento de muchos: “Yo toda la vida he sido social, pero mis amigos no vienen y mi familia, aunque tienen tiempo, tampoco me visita. En el Hospital de Emaús en Engativá estaba solo con un televisor y la comunicación era con las enfermeras cuando me daban medicamentos. Aquí es diferente. Por las mañanas tengo por lo menos compañeros para decirles buenos días, ¿cómo amanecieron?”.
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Bogotá se encamina a ser la región con más personas mayores en 25 años. Proyectos como el sistema sociosanitario transitorio plantean la pregunta de si, para el 2050, la ciudad habrá logrado que envejecer no sea sinónimo de abandono y soledad. “Que no sean tan duros de corazón, que no se olviden de los abuelos. Pido que nos tengan más en cuenta, así sea para compartir un chocolate en casa”, concluye Jorge Luis.
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