Los puentes que conectan la calle 13 con la avenida Las Américas, la carrera 50 y cuatro arterias viales más se construyeron en 1983 para mejorar la movilidad de una Bogotá de cuatro millones de habitantes. Pero ya no dan abasto. En 42 años la población se ha duplicado, el transporte público se expandió y la cantidad de carros aumentó a tal punto que en los últimos 20 años pasaron de 900.000 vehículos particulares a 2,5 millones (sin contar motos). Por eso los van a demoler.
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La implosión, que se programó para este 12 de octubre, será necesaria para hacer un nuevo intercambiador de tres niveles (similar al que conecta la NQS con la calle sexta), el cual incluirá una vía mixta, paso exclusivo para Transmilenio y puentes elevados. Esta infraestructura será uno de los componentes del primer tramo del proyecto Nueva Calle 13, que cambiará para siempre la movilidad de este corredor neurálgico de la ciudad.
Sin embargo, como ocurre con toda obra, antes de disfrutar de los beneficios la ciudadanía pagará las consecuencias del progreso, representado en trancones y mayores tiempos de viaje, así como las ya conocidas incomodidades como la inseguridad, el polvo y los desvíos.
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Desde que se cerraron los puentes, el pasado 30 de agosto, para la demolición, la velocidad promedio en la zona se ha reducido un 26 %, según la Secretaría de Movilidad, lo que representa minutos extras en los trancones en este corredor, por el que transitan a diario miles de personas. El mensaje es que preparen sus recorridos con tiempo y se llenen de paciencia, porque estos efectos se prolongarán lo que dure la nueva obra.
Entre promesas y realidades
La implosión será una línea de quiebre entre lo que Bogotá fue y lo que proyecta ser. Pero el paisaje actual —de congestión creciente, costos invisibles y expectativas quebradas— también habla con voz propia. Si bien el proyecto persigue modernizar uno de los ejes viales más neurálgicos de la ciudad, su éxito dependerá no solo de la obra civil, sino del tino con que se manejen las etapas críticas: cierres, desvíos, ajustes del PMT y cumplimiento de plazos.
Con los puentes destruidos vendrán casi dos meses para recoger escombros y marcar un nuevo hito al dar luz verde para avanzar en una de las obras más ambiciosas de la ciudad: la nueva calle 13, que transformará uno de los corredores de acceso más importantes de la ciudad y tal vez el más caótico. Por allí, a diario, ingresa el transporte de carga y es ruta de miles de vecinos en la sabana que viajan a la capital. El billonario proyecto no solo ampliará el corredor, sino que contará con ciclorrutas y una troncal de TM casi hasta el río Bogotá.
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Lo que viene: una nueva calle 13
El megaproyecto Nueva Calle 13, financiado por la nación (70 %) y el Distrito (30 %), está dividido en cinco frentes de obra o tramos. Los nuevos puentes, que conectarán con Las Américas y la calle 50, pertenecen al primer grupo y los construirá Conconcreto, firma que también ganó la licitación para desarrollar el tramo 2 del proyecto.
En este tramo (que va desde la carrera 55 a la carrera 69F) la reconocida firma constructora también desarrollará un paso elevado sobre la avenida 68 y la avenida Constitución, cuatro estaciones de Transmilenio, nuevos retornos, espacio público y vías mixtas. El contrato tiene un valor de COP 499.589 millones y se debe ejecutar en 34 meses.
Hasta acá lo que está en firme, pues el Distrito todavía trabaja en los ajustes necesarios para adjudicar la construcción de los tramos tres, cuatro y cinco, que en una primera licitación los tuvieron que declarar desiertos. Vale recordar que en 2023 ningún contratista se mostró interesado en ejecutarlos, debido a problemas con los diseños y reparos al presupuesto.
En lo corrido de la actual administración, el IDU viene trabajando en los ajustes de la nueva licitación. Entre los principales cambios están el aumento del presupuesto para los tramos tres y cuatro, que pasó de COP 1,5 billones a COP 3 billones, así como la decisión de subdividir estos tramos en seis frentes de obra, para permitir la entrada de nuevos contratistas y fomentar la competencia.
Durante esta nueva formulación la nación y el Distrito pactaron la reprogramación de las vigencias futuras para asegurar los recursos, pese a la difícil situación fiscal que atraviesa el país.
Queda pendiente la licitación del lote cinco, el cual proyecta la construcción del patio taller eléctrico para la troncal de Transmilenio, que operará en el corredor. En este aspecto el IDU espera completar la compra de predios, con el fin de evitar inconvenientes en la construcción de la infraestructura. Una vez se surtan todos los trámites, en cuestión de cinco años, la ciudad tendrá un corredor renovado que pondrá fin al caos de movilidad.
Lo que se viene en estos días es parte del futuro de la movilidad bogotana: un capítulo en el que cada semáforo, cada desvío y cada protesta serán mensajeros de la tensión entre sueño y caos urbano. No obstante, si los contratistas cumplen con su deber, y entregan la obra a tiempo, el sacrificio de dos años se reflejará en una nueva calle 13 sin trancones y con el potencial de conectar a una Bogotá cada vez más metropolitana.
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