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                                                                                                                              Opinión: Bogotá desde el mirador de la Torre Colpatria

                                                                                                                              Me propuse hacer, desde las alturas, un paneo de Bogotá, reconociendo las características urbanísticas de cada zona y sus habitantes.

                                                                                                                              Opinión Alberto López de Mesa : Bogotá desde el mirador de la Torre Colpatria.
                                                                                                                              Foto: Cortesía

                                                                                                                              Parientes de turismo en Bogotá me invitaron a subir al mirador del icónico edificio Colpatria. Aconsejados por el botones del hotel, subiríamos en el turno de sábado a las 11.

                                                                                                                              Llegamos media hora antes y en lobby del edificio ya había gente haciendo cola en dos taquillas para alcanzar boletas para ese turno. Cada dos horas sube un grupo de máximo 50 personas, de suerte alcanzamos a subir en ese turno.

                                                                                                                              Lea también: Opinión: la poética política de Francia Márquez.

                                                                                                                              Los guías ofrecen y explican las dos rutas de ascenso hasta el mirador en el piso 48. Para jóvenes, deportistas o cualquiera sin afecciones cardíacas o respiratorias, pueden trepar a pie los 1750 peldaños de la escalera; para la gente mayor o quienes prefieran subir sin esfuerzo, el edificio tiene trece ascensores con servicio hasta el piso 46. Por supuesto, yo opté por tomar un ascensor.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Los ascensores llegan hasta el piso 46 y desde ahí subimos dos pisos tras los guías que proponen rutinas aeróbicas para mantenernos reunidos mientras llegan los que suben por las escaleras. No soporto esas dinámicas, tampoco iba a esperar a que me dijeran cómo apreciar la panorámica con la ‘carreta’ de la corporación de turismo. Disimuladamente y con el pretexto de tomarme un café en el Juan Valdés, me separé del redil turismero y me gocé a mi modo la panorámica de Bogotá a 196 metros de altura.

                                                                                                                              Me propuse hacer un paneo de 360 grados recorriendo la baranda del mirador, en el sentido de las manecillas del reloj, empezando la observación en el cerro de Monserrate; por cierto, vi como las universidades cuyos predios estaban en el pie de monte se han ido trepando en la ladera. De ese lado, se aprecia La Candelaria, en la zona histórica y en los barrios iniciales, la retícula de callejuelas trazadas al modo damero por los colonos urbanistas españoles, y los techumbres en tejas de arcilla roja hablan por si solos de la arquitectura y de los habitantes originales.

                                                                                                                              El centro, desde arriba se ve tan caótico como a ras de piso, no llega el bullicio de motores y pregoneros con altoparlantes, ni se distinguen los colorinches de avisos y vitrinas del comercio, pero si se ve el vaho de la polución, la maraña de redes eléctricas, el enredijo de pelos entre postes y alcanzo a escuchar el acezar de las gentes en trajín de rebusque.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Bogotá al costado sur acoge gentes de todas las regiones del país. Aún con visión panóptica desde lo alto creo reconocer, por los colores de las casas o por el paraje que eligieron, cual barrio es de migrantes del Pacífico, cual de costeños del Atlántico, cual de antioqueños cafeteros, cual de indígenas, cuales son de santandereanos y llaneros.

                                                                                                                              Le puede interesar: Opinión: ¿Proteger el ecosistema o apoyar la noción depredadora del desarrollo?

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                                                                                                                              Le oí decir al escritor Mario Mendoza que en el Distrito Capital desde la Avenida Jiménez hacia el sur no hay ni una sola librería. Yo agrego que las veces que he recorrido barrios de las localidades Rafael Uribe Uribe, Ciudad Bolívar y Usme conocí gente con mucha plata, comerciantes, empresarios, gente honrada, pero con alma de pueblo, “ricos pobres”.

                                                                                                                              Cuando apunté la mirada al occidente, dejé de poner mi atención en la ciudad, porque en el horizonte el sol de mediodía despejaba el cielo y surgieron, como criaturas espectrales, los tres nevados: Ruíz, Tolima y Huila.

                                                                                                                              – ¡Maravilla en pleno día! –, exclamé y una chica guía llamó al grupo hacia ese lado. Enseguida apuntaron cámaras, celulares y acribillaron a fotazos las tres cumbres nevadas.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Por tradición, las familias de clase alta, al mismo ritmo del desarrollo, se alejaban del tumulto, ubicando sus mansiones en tranquilos y bellos parajes al norte: primero en haciendas de Chapinero, luego el Chicó, Santa Bárbara, los Rosales, a otros ricachos les atrajo las lomas de Suba, y entre unos y otros los urbanizadores satisficieron la demanda de vivienda de la clase media que logró notorio ascenso social.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Me gustó cómo se ve Bogotá desde el mirador del Colpatria. La próxima vez subiré de noche.

                                                                                                                              Nota relacionada: Opinión: se cumplió la ilusión de mi generación.

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                                                                                                                              Opinión Alberto López de Mesa : Bogotá desde el mirador de la Torre Colpatria.
                                                                                                                              Foto: Cortesía

                                                                                                                              Parientes de turismo en Bogotá me invitaron a subir al mirador del icónico edificio Colpatria. Aconsejados por el botones del hotel, subiríamos en el turno de sábado a las 11.

                                                                                                                              Llegamos media hora antes y en lobby del edificio ya había gente haciendo cola en dos taquillas para alcanzar boletas para ese turno. Cada dos horas sube un grupo de máximo 50 personas, de suerte alcanzamos a subir en ese turno.

                                                                                                                              Lea también: Opinión: la poética política de Francia Márquez.

                                                                                                                              Los guías ofrecen y explican las dos rutas de ascenso hasta el mirador en el piso 48. Para jóvenes, deportistas o cualquiera sin afecciones cardíacas o respiratorias, pueden trepar a pie los 1750 peldaños de la escalera; para la gente mayor o quienes prefieran subir sin esfuerzo, el edificio tiene trece ascensores con servicio hasta el piso 46. Por supuesto, yo opté por tomar un ascensor.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Los ascensores llegan hasta el piso 46 y desde ahí subimos dos pisos tras los guías que proponen rutinas aeróbicas para mantenernos reunidos mientras llegan los que suben por las escaleras. No soporto esas dinámicas, tampoco iba a esperar a que me dijeran cómo apreciar la panorámica con la ‘carreta’ de la corporación de turismo. Disimuladamente y con el pretexto de tomarme un café en el Juan Valdés, me separé del redil turismero y me gocé a mi modo la panorámica de Bogotá a 196 metros de altura.

                                                                                                                              Me propuse hacer un paneo de 360 grados recorriendo la baranda del mirador, en el sentido de las manecillas del reloj, empezando la observación en el cerro de Monserrate; por cierto, vi como las universidades cuyos predios estaban en el pie de monte se han ido trepando en la ladera. De ese lado, se aprecia La Candelaria, en la zona histórica y en los barrios iniciales, la retícula de callejuelas trazadas al modo damero por los colonos urbanistas españoles, y los techumbres en tejas de arcilla roja hablan por si solos de la arquitectura y de los habitantes originales.

                                                                                                                              El centro, desde arriba se ve tan caótico como a ras de piso, no llega el bullicio de motores y pregoneros con altoparlantes, ni se distinguen los colorinches de avisos y vitrinas del comercio, pero si se ve el vaho de la polución, la maraña de redes eléctricas, el enredijo de pelos entre postes y alcanzo a escuchar el acezar de las gentes en trajín de rebusque.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Le puede interesar: Opinión: ¿Proteger el ecosistema o apoyar la noción depredadora del desarrollo?

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                                                                                                                              Cuando apunté la mirada al occidente, dejé de poner mi atención en la ciudad, porque en el horizonte el sol de mediodía despejaba el cielo y surgieron, como criaturas espectrales, los tres nevados: Ruíz, Tolima y Huila.

                                                                                                                              – ¡Maravilla en pleno día! –, exclamé y una chica guía llamó al grupo hacia ese lado. Enseguida apuntaron cámaras, celulares y acribillaron a fotazos las tres cumbres nevadas.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Por tradición, las familias de clase alta, al mismo ritmo del desarrollo, se alejaban del tumulto, ubicando sus mansiones en tranquilos y bellos parajes al norte: primero en haciendas de Chapinero, luego el Chicó, Santa Bárbara, los Rosales, a otros ricachos les atrajo las lomas de Suba, y entre unos y otros los urbanizadores satisficieron la demanda de vivienda de la clase media que logró notorio ascenso social.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Me gustó cómo se ve Bogotá desde el mirador del Colpatria. La próxima vez subiré de noche.

                                                                                                                              Nota relacionada: Opinión: se cumplió la ilusión de mi generación.

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