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Me sorprendió gratamente la entrevista de Vicky Dávila a Diana Osorio, la esposa del alcalde de Medellín, Daniel Quintero. Con excelente manejo del coloquio y el cuestionamiento, mostró la comunicadora que cuando oficia sin dolo y huelga de marrullerías manipuladoras luce su idoneidad y su talento en varios géneros del periodismo.
En tono conversador, pero con la capciosidad estratégica para que la entrevistada se revele desde las fases públicas e íntimas de su luna. Con preguntas pertinentes, la periodista propició que se nos revelara una mujer joven, madre de dos hijas, a una de las cuales (Maía la primogénita) debió donarle uno de sus riñones para salvarle la vida.
Detrás de cámaras de la entrevista para @RevistaSemana. Gracias @VickyDavilaH por este espacio de diálogo. pic.twitter.com/rXf1jjhTIJ
— Diana Osorio (@diamaov) April 24, 2022
Está felizmente casada con el actual burgomaestre de la ciudad de Medellín, lo que refiere con romanticismo chapado a la antigua, no obstante, ha cualificado su espíritu y su consciencia en coherencia con las corrientes feministas y progresistas, vanguardias del humanismo presente.
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Justamente, por su orgullo medellinense, por su sensibilidad social, porque le afloran dotes para la política, fue que trascendió la condición de esposa para acompañar a su parejo de vida en el complejo gobierno de su ciudad natal, tan conflictiva como promisoria. A la sazón funge como asesora o coordinadora de programas sociales y culturales en los que su saber y su tesón sean congruentes para su cabal realización.
Oyéndole exponer sus logros con programas, proconstrucción de paz, de prevención y atención digna al embarazo adolescente, más el fomento a la cultura y la empresa oriunda, entiendo que ser “primera dama” no es un cargo, ni función estipulada, si acaso un rango mobiliario, facultativo, sucedáneo, casi siempre una presencia frívola en inercia con el patriarcalismo aún imperante, y, en la práctica ser la consorte del gobernante no otorga autoridad, ni licencia para mandar.
La denominación primera dama, gana importancia y significado como instancia de gobierno cuando la personifican mujeres impávidas y con visión existencial en dignidad y libertad.
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Los ejemplos de primeras damas memorables han sido la obra de mujeres capaces de decidir su destino y construir su propio ser: Jaqueline Kennedy esposa del presidente del imperio en la modernidad democrática, actuó una primera dama con glamur y carácter monárquico.
Por su parte, en la mesiánica Argentina, la esposa del presidente Perón, la carismática Evita, en las correrías proselitistas junto a su esposo, profesando un populismo auténtico, logró tal empatía con el pueblo que donde llegaba multitudes entraban en catarsis. Ella fue icono vivo, símbolo de esperanza, superando por mucho la imagen pública de su esposo, caudillo y líder del movimiento político más populoso en la historia de la República Argentina.
Diana Osorio, a escala, y en su realidad cultural y social, se las trae, ha creado su ser político con imagen y obras significativas y reconocidas más allá de su región.
En Colombia están retoñando en las mentes jóvenes, así se vio en las multitudinarias movilizaciones que se dieron en plazas y calles de las principales capitales. Fueron protestas contra la inequidad y la injusticia, manifestaciones sentidas como fanfarrias avisando tiempos de cambio, lo cual ya lo han advertido las castas políticas tradicionales, toda vez que liderazgos alternativos ganan las elecciones municipales.
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Así fue el caso de Medellín, dónde el joven Daniel Quintero, con independencia de los partidos tradicionales y con un discurso diáfano y propuestas renovadoras, derrotó las hegemónicas, y ya como alcalde confrontó a poderosos grupos económicos, a caciques politiqueros, a clanes de la contratación y del dominio burocrático. Por supuesto, el alcalde y su primera dama, en lo que va de la alcaldía, les ha tocado realizar el programa de gobierno y el plan de desarrollo, y a la vez chapotear las embestidas alevosas de una oposición resentida y furibunda.
Sin fundamentos, con triquiñuelas infundiosas quisieron revocarlo, no pudieron, triunfó su actuar probo y transparente, y sobre todo el respaldo ciudadano. Pero no faltan los “mala leche”, que sabidos de que acabó su hegemonía, en los estertores de su último aliento, gruñen y lanzan zarpazos inocuos.
En esas vi a un tal Julián Vásquez, que, al día siguiente de la entrevista de Vicky Dávila a Diana Osorio, vocifero injurias contra la primera dama, laudos que nada tienen de control político, resentidos dicterios, seguramente injuriosos que bien merece una demanda legal que lo escarmiente.
El alcalde Daniel Quintero ya es la generación del cambio, su gobernanza me alienta el optimismo y presiento que el 29 de mayo los colombianos elegiremos un presidente también comprometido con el cambio.