
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Recientemente, Colombia ha experimentado un crecimiento excepcional en la cantidad de sus camas hospitalarias, situación que podría explicar en parte el reciente desborde de los costos del sistema de salud que amenazan su sostenibilidad financiera. Este llamativo incremento comenzó con la pandemia por Covid-19, durante la cual estas se ampliaron utilizando la misma infraestructura existente, especialmente las de alta complejidad, que al parecer permanecieron abiertas luego de superado este hecho.
De acuerdo con el Ministerio de Salud (REPS), en 2020 Bogotá tenía 1,90 camas hospitalarias por cada mil habitantes, el país 1,78, Cali 2,2 y Medellín 2,4. Cuando se observa el mismo indicador en 2024, Bogotá pasa a tener 1,94 (2,1% más), el país 1,93 (8,4% más), Cali 2,61 (18,2% más) y Medellín 2,96 (23,3% más). Esta es una ampliación desigual y excesiva en muy corto tiempo que al menos ameritaría una explicación.
Lea más: Opinión: La salud atrapada
Alguien diría que las camas hospitalarias en Colombia son insuficientes y que por tanto es bienvenida su ampliación, lo que parecería no ser así. Para tener referencias, un país desarrollado como el Reino Unido cuenta con 2,5 camas por mil habitantes, y Chile, considerado el mejor sistema de salud de la región con 2,0, cifras que han tenido una variación que no supera el 5% desde 2020.
Cabría entonces preguntarse si ¿tienen mejor nivel de salud los ciudadanos de Medellín y Cali que los de Bogotá y que esto pueda estar asociado a tener más camas hospitalarias? Lo que igualmente no tendría soporte empírico. Al mirar la mortalidad materna en 2018 como un proxi del nivel de salud de una población, en el Reino Unido era de 9.2, en Chile de 23, Colombia de 46.1, Bogotá 25.2, Medellín 29.5 y Cali 37.2. Estas cifras sugerirían que no habría relación entre tener más camas hospitalarias y un mejor nivel de salud, y que por el contrario la relación parecería inversa.
En consecuencia, se podría estar más bien frente a un fenómeno de inducción de demanda y sobreutilización injustificada de servicios de salud que no se traducen en mejores resultados en salud de la población, pero si en un gasto mayor e ineficiente. Esto sugiere una inversión de prioridades en el uso de los recursos que la sociedad destina a salud, que deberían enfocarse más en los servicios preventivos y no tanto en los curativos, fenómeno conocido como el “hospitalocentrismo” que está demostrado poco contribuye a mejorar el bienestar de una población.
Le puede interesar: Opinión: ¿Descentralizar o fragmentar los servicios de salud en Bogotá?
Ante esta situación atípica y considerando que la financiación de los servicios proviene mayoritariamente de fondos públicos, ameritaría que el Estado adopte medidas de control, como ya lo han hecho otros países. Entre otras, están, por ejemplo, la exigencia de su autorización previa para ser abiertas, o el remunerar la prestación de servicios en función de sus resultados y no en la cantidad de servicios consumidos, acciones que en conjunto ayudarían a que el gasto público fuese más eficaz y eficiente.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.