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La Atención Primaria en Salud es una estrategia surgida de la Conferencia Internacional de Alma Ata en 1978. Definida como “la asistencia sanitaria basada en métodos y tecnologías sencillas, científicamente fundamentadas y socialmente aceptables, al alcance de los individuos, familias y comunidad; a un coste aceptable por la comunidad y que el país pueda cubrir en sus etapas del desarrollo”.
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Bajo el lema “Salud para todos en el año 2000″ se propuso ampliar gradualmente la cobertura y el acceso a servicios de salud a grandes grupos de población marginados. Utilizaría diversas formas, la más común definir unos servicios de salud básicos y un personal entrenado para prestarlos. La meta solo alcanzó al 45% de la población mundial.
En 2015 se llegó al 67 %, aun así, 2.000 millones de personas en todo el mundo afrontaban gastos en salud que no podían pagar o las empobrecían. La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó ese año los Objetivos de Desarrollo Sostenible, proponiendo alcanzar para 2023 la Cobertura Sanitaria Universal entendida como “la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios de salud esenciales de calidad y a medicamentos y vacunas, seguros, eficaces, asequibles y de calidad para todos”.
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Hoy en Colombia, la protección financiera contra la enfermedad es universal, más no así el acceso a servicios por tres razones fundamentales: se concentraron en las principales ciudades capitales; se fragmentaron en múltiples niveles de complejidad, instituciones y tipos y se le dio mayor énfasis a los hospitales y tecnologías de alta complejidad. En las grandes ciudades y en la alta complejidad se concentran hoy más del 80 % del gasto en salud que sigue siendo ineficiente, inequitativo y poco costo efectivo.
La solución no es crear más centros de atención primaria ni atender indiscriminadamente las personas en sus casas y menos segregarla de la alta complejidad. Hay que comenzar por invertir la pirámide de gasto que privilegia el espejismo de la superioridad de las altas tecnologías para mejorar la salud de la población e integrar la multiplicidad de prestadores dispersos, cada uno enfocado en su servicio y no en atender al paciente como un todo.
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La reforma fragmenta aún más la atención al separar y garantizar por aparte el pago a la alta complejidad, dejando la atención primaria como una solitaria “puerta en medio del potrero” que difícilmente conduce a lado alguno, enfocada en cubrir el territorio y no a las personas como debería ser, afectando con ello la integralidad, oportunidad y continuidad del servicio.
En tanto, el objetivo del sistema siga siendo pagar por atender enfermos y no por mantener y mejorar la salud, la atención primaria seguirá siendo “medicina pobre para pobres” y una barrera más de acceso. Mientras prime como criterio de planificación la rentabilidad de la alta complejidad, que paradójicamente secunda este gobierno con su intención de pagarles directo, eliminando cualquier intermediario que cuestione lo que hacen, y además segregándola de la Atención Primaria, no habrá solución.
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