Alexánder Marín Correa
El resultado de 20 años de lucha contra el secuestro se viene esfumando en el último lustro. Colombia enfrenta un preocupante resurgimiento de este delito que, detrás de nuevos actores, revive el miedo de la década de los 90.
Las cifras justifican la preocupación: desde 2019, año en el que el país reportó 92 casos (una de las cifras más bajas en medio siglo), se está presentando un aumento paulatino, al punto de que entre enero y julio de 2025 van 252 casos, un incremento de 57,1 % en comparación con el mismo periodo del año pasado. De mantenerse la tendencia, este año podría cerrar con más de 400 casos.
Hechos recientes como el rapto de Samuel Londoño, de 17años, hijo del exalcalde de Miranda (Cauca); el de Arnold Rincón, director de Codechocó (ya liberado), o la retención de militares en el Cauca evidencian un peligro que no se puede ignorar.
Pero desde el año 2000, con nuevos actores ilegales en el marco del conflicto armado y un papel protagónico de la delincuencia común, el panorama actual es diferente. Si bien, la situación alcanza las cifras récord de finales de los 90, la situación obliga a mirar de frente el problema.
Hoy, los grupos armados ilegales, que ahora basan su financiación en rentas ilegales más jugosas como el narcotráfico, la minería ilegal y la trata de personas, siguen acudiendo al secuestro como herramientade presión política, muestra de poder y control territorial.
En contraste, la delincuencia común ha tomado las riendas del negocio en las ciudades. Modalidades como el "paseo millonario" –donde se retiene a una persona mientras se la despoja de sus pertenencias y se la obliga a retirar dinero de sus cuentas – y el “secuestro exprés” predominan, siendo principalmente de índole extorsiva y de corta duración. Además, ahora ha surgido la "tercerización del delito", donde un grupo contrata a otro para ejecutar el secuestro.
El caso de Bogotá es particular, donde el aumento este año es significativo: 207 % entre enero y julio. Esto se explica, en gran parte, por la nueva tipificación judicial del "paseo millonario" como secuestro extorsivo. Esto ha llevado a que la capital supere las estadísticas del año pasado. A esto se suman otros factores como el ajuste de cuentas entre bandas delincuenciales.
El caso de Bogotá es particular, donde el aumento este año es significativo: 207 % entre enero y julio. Esto se explica, en gran parte, por la nueva tipificación judicial del "paseo millonario" como secuestro extorsivo. Esto ha llevado a que la capital supere las estadísticas del año pasado. A esto se suman otros factores como el ajuste de cuentas entre bandas delincuenciales.
Este fenómeno, que ha mutado, plantea grandes desafíos. Aunque la impunidad se ha reducido levemente (hoy dos de cada diez casos terminan en condenas frente a uno de cada diez en el pasado), la tasa sigue siendo alta.
Frenar este repunte exige estrategias adaptadas a cada contexto. Las autoridades deben fortalecer la inteligencia y la coordinación interinstitucional, y fortalecer canales de denuncia eficaces y seguros.
Es crucial que unidades especializadas como los GAULA extiendan su doctrina más allá de los rescates militares, integrando prevención, inteligencia financiera y atención sólida a las víctimas.
El secuestro no solo genera miedo colectivo, sino que se ha convertido en un arma de control territorial que silencia a la ciudadanía y permite que otras actividades criminales proliferen. Colombia no puede permitirse que este flagelo vuelva a salirse de control, marcando nuevos capítulos oscuros en su historia.