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Desde finales de diciembre se conoció que Bogotá atraviesa por la segunda ola de la pandemia. Meses atrás se anticipaba que esta llegaría, pero en 2021, y que su impacto sería menor al de la primera, razón por la cual el secretario de Salud, Alejandro Gómez, sugería llamarla como ola y no pico.
El 13 de julio, la ciudad llegó al punto de registrar una ocupación del 97,3 % en sus UCI para pacientes COVID-19. Aunque hoy la capital cuenta con más camas (2.323 en total), 2.089 de estas se encuentran ocupadas (1.688 por personas que tienen la enfermedad que dio origen a la pandemia).
Tras superar el 85 % de la ocupación total, se declaró la alerta roja en Bogotá y se implementó una serie de medidas que buscan mitigar el disparado nivel de contagios, como lo son las cuarentenas, el toque de queda y la Ley Seca. Las localidades con más casos confirmados son Suba (70.242), Kenedy (63.920), Engativá (53.507), Bosa (37.456) y Usaquén (33.280).
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Hay quienes pueden argumentar que esto se solucionaría si la ciudad aumentara, nuevamente, la cantidad de sus camas UCI. Según las cifras del gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, este pensamiento es equivocado, pues el porcentaje de posibilidad que tiene una persona de salir con vida una vez es atendido en una de estas unidades es del 60 %.
El panorama general que muestran los más recientes datos de la Secretaría Distrital de Salud, indica que la ciudad se aproxima a los 514.000 casos confirmados de COVID-19 (el 30 % del total nacional), de los cuales 615,5 se encuentran activos por cada 100.000 habitantes, es decir, casi 5.000 en toda la ciudad.
Hay que decir que de la totalidad de los casos confirmados, el 87,3 % ya se ha recuperado, mientras que el 8,35 % presenta síntomas leves, el 1,16 % moderados y 0,23 % graves. El 2,04 % ha perdido la vida y 0,3 % ha fallecido con la enfermedad, pero esta no ha sido la causa directa.
Para la administración de Claudia López, es evidente que este repunte en los contagios se debe a las dinámicas sociales que se presentaron durante el mes de diciembre, en las que se vieron aglomeraciones en San Victorino y Centros comerciales. Muchos bajaron la guardia con el autocuidado en fiestas familiares y hasta la misma alcaldesa se vio envuelta en una aglomeración en la que “pudo más la emoción”.
Aunque enero se ha presentado como un mes de cuidado extremo y medidas restrictivas, la conciencia de la situación aún no permea a la totalidad de la población. Muestra de esto es que en los últimos días se han registrado diversas fiestas clandestinas con más de 30 personas ingiriendo licor. Una de las más recientes ocurrió en un prostíbulo en el barrio Venecia, en la localidad de Tunjuelito. Las autoridades hacen lo que pueden interviniendo estas reuniones, colocando comparendos y sellando los establecimientos comerciales. Pero este tipo de actividades continúan.
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Hay un dato curioso y es que los mayores casos de contagios se han presentado en la población entre los 20 y 39 años (agrupando más de 230.100 positivos confirmados), pero la tasa de mortalidad se ha concentrado en los adultos mayores, siendo las personas de más de 80 años las más vulnerables (con una tasa de fallecimiento del 27,06 %. A estos les siguen los de entre los de 70 a 79 años (13,87 %), y los de entre 60 a 69 años (5,90 %).
Todos estos datos son suficientes para reconocer que la ciudad atraviesa por un capítulo complejo de la pandemia y que, una vez más, el llamado al autocuidado debe ser atendido.