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Aunque parezca algo muy humano, el juego es omnipresente entre los mamíferos (al menos jóvenes), algunas aves y en las especies de cerebro grande, desde los humanos hasta los perros, donde persiste durante toda la vida. Si bien hasta la fecha no existe una definición unificada de juego, los científicos creen que hay algunos acuerdos y quizá uno de los más importantes es que nos hace sentir bien. Sin embargo, no todo respecto al juego positivo.
Ya sabemos que en los humanos lo que puede comenzar como una actividad divertida puede volverse compulsiva y convertirse en una adicción conductual. Esta última se define como “la incapacidad repetida para resistir un impulso, instinto o necesidad de realizar un acto que es gratificante para la persona (al menos a corto plazo), a pesar del daño a largo plazo para el individuo o para otros”. Aunque una amplia gama de comportamientos tienen el potencial de volverse adictivos en las personas (por ejemplo, ejercicio, sexo, compras, trabajo, etc.) hasta la fecha, solo los dos trastornos relacionados con el juego (juegos de azar y juegos de Internet) están oficialmente reconocidos como adicciones conductuales.
¿Qué hace que las conductas relacionadas con el juego sean tan adictivas?, se pregunta un grupo de científicos en un estudio reciente en Nature. El juego involucra sistemas de neurotransmisores (opioides, cannabinoides y dopamina) que también participan en los aspectos gratificantes de las recompensas de comida y drogas. Por lo tanto, los videojuegos pueden proporcionar a los jugadores una experiencia hedónica y un alto grado de relajación. Ahora, la pregunta clave que se hicieron los científicos es curiosa: ¿la adicción es solo cuestión de humanos? Solo hay una especie que parece mostrar un comportamiento similar a la adicción de forma espontánea: el perro doméstico.
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Un pequeño subgrupo de perros, conocidos como “adictos a la pelota”, parece demostrar un deseo similar a la adicción por el juego con objetos, escriben los científicos. Se sabe que el juego con juguetes es un potente reforzador, especialmente en el entrenamiento de perros de trabajo. Por ejemplo, los perros de detección que trabajan en entornos públicos generalmente no son recompensados con comida debido a la preocupación por comportamientos indeseables. Aun así, trabajan para obtener sus recompensas de juguete.
Jugar con juguetes, argumentan los científicos, permite a los perros expresar secuencias instintivas depredadoras como perseguir, atrapar, poseer y diseccionar, consideradas gratificantes para ellos según su especie e historial racial. “Nada de esto es patológico, como tampoco lo son los juegos de azar o de ordenador en las personas. Sin embargo, estas actividades altamente gratificantes tienen el potencial de volverse obsesivas en los humanos y lo mismo podría ocurrir en los perros”, escriben los autores del estudio.
Aunque hasta la fecha no se ha estudiado el comportamiento adictivo hacia los juguetes en perros, el fenómeno se ha descrito en la literatura común (donde los perros afectados son denominados “adictos a las pelotas”). Los autores que han escrito de él describen cómo algunos perros muestran signos conductuales y fisiológicos de alta excitación en relación con los juguetes, falta de autocontrol y comportamientos como lloriqueos, ladridos, giros y otros signos conductuales de estrés cuando se impide el acceso a un juguete (por ejemplo, porque el perro está sujeto), sugeridos como una expresión de su incapacidad para gestionar la frustración de la anticipación. Todos estos signos podrían interpretarse como indicativos de ansia (y frustración cuando el impulso no puede satisfacerse), se lee en el estudio. (Vea: ¿Cómo es vivir 5 días en la estación científica más cerca del Polo Norte?)
Esto es importante porque en los seres humanos, las conductas adictivas suelen estar asociadas a déficits en el control inhibitorio y a una mayor reactividad ante las señales y ansias. Los perros que parecen obsesionados con los juguetes no pueden distraerse fácilmente de su fijación en el objeto preferido, lo que demuestra la gran importancia del juguete. Pueden incluso perder interés en otros estímulos o interacciones siempre que tengan acceso al juguete, o algunas veces incluso cuando se les ha quitado de su alcance.
Además, resaltan los investigadores, algunos perros pueden continuar jugando (por ejemplo, corriendo incansablemente detrás de pelotas que se les lanzan) a pesar de las consecuencias adversas que viven sus cuerpos, como el sobreesfuerzo o incluso lesiones a corto plazo y daños en las articulaciones y ligamentos a largo plazo. Los científicos sugieren entonces que la “motivación excesiva por los juguetes” en los perros podría mostrar paralelismos muy importantes con las adicciones conductuales en los humanos.
El trabajo es, según los autores, la primera evaluación científica de la “motivación excesiva por los juguetes” en perros. Los datos de 105 perros altamente motivados por el juego revelaron que 33 sujetos exhibieron comportamientos consistentes con tendencias similares a las adicciones en los humanos, incluyendo una fijación excesiva, una menor respuesta a estímulos alternativos y esfuerzos persistentes para acceder a los juguetes.
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Sin embargo, los investigadores se abstienen de llamarlo directamente adicción dada la ausencia de puntos de referencia o criterios estandarizados. “Es importante ser cauteloso al patologizar el comportamiento, especialmente dado que incluso en humanos, los comportamientos adictivos aún son difíciles de definir y medir”. Eso sí, los resultados resaltan paralelismos entre la motivación excesiva por los juguetes en perros y las adicciones en humanos, “siendo los perros la única especie no humana hasta la fecha que parece desarrollar comportamientos similares a las adicciones de forma espontánea”.
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