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Llegada de “Don Berna” y “Douglas”, ¿arma de doble filo para la paz urbana en Medellín?

Desde hace un mes los dos viejos cabecillas de la criminalidad en la capital antioqueña se unieron al proceso que adelanta el Gobierno con las principales bandas criminales. Analistas señalan que podría ser una oportunidad para avanzar o influir sobre las dinámicas de violencia en el territorio.

Paulina Mesa Loaiza

09 de febrero de 2025 - 03:51 p. m.
(D-I) Diego Murillo, “Don Berna”; José Muñoz, “Douglas”, y Sebastián Murillo, conocido como “Lindolfo”.
Foto: Eder Rodríguez

Con una carta de bienvenida fueron recibidos a mediados de diciembre dos viejos jefes de la criminalidad en Medellín y fichas claves para completar el rompecabezas de uno de los tres procesos de la paz urbana del gobierno Petro. Se trata de Diego Fernando Murillo Bejarano, conocido como “Don Berna”, quien se unió al proceso en calidad de gestor de paz, y de José Leonardo Muñoz, o “Douglas”, quien fue trasladado de la cárcel La Picota de Bogotá directamente a la de Itagüí.

Justamente en ese lugar están reunidos hoy los cabecillas de las principales bandas criminales que operan en la capital antioqueña y todo el Valle de Aburrá, y que está en diálogo con el Gobierno, como Sebastián Murillo, conocido como “Lindolfo”; Juan Carlos Mesa, o “Tom”; Ferney Ramírez, o “Carlos Pesebre”, y ahora “Douglas”.

Esta especie de “juntanza criminal” en ese centro penitenciario podría convertirse, según varios analistas, en un arma de doble filo tanto para las negociaciones como para las dinámicas de violencia en la región. Algo como una oportunidad de hacer un proceso que los comprometa a todos, pero un reto si el diálogo no llega a buen puerto.

El anuncio de la llegada de “Douglas” y “Don Berna” se hizo el pasado 19 de diciembre, el mismo día del lanzamiento de un piloto para desescalar la violencia -entre ellos no extorsión en 25 barrios de Medellín, entregar información sobre explotación sexual y reducción de homicidios-, que hasta ahora no ha podido entregar su primer balance tras terminar el período de prueba el pasado 19 de enero.

Ese día, ambas delegaciones del espacio socio jurídico se sentaron en una misma mesa. Los voceros de las bandas criminales, vestidos con camisas blancas, leyeron un comunicado conjunto sobre la llegada de Don Berna y Douglas, así como su voluntad y compromiso para continuar en la mesa.

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La llegada de ambos personajes se logró luego de poner sobre la mesa los pedidos de lado y lado. Según conoció Colombia+20 en su momento, las delegaciones tuvieron una reunión previa donde el equipo negociador de Petro, en cabeza de la senadora Isabel Zuleta, pidió la reducción de los índices de extorsión, una de las principales rentas ilegales de las estructuras. Por su parte, los voceros de las bandas pidieron, entre otras cosas, el traslado de Douglas. Ambas peticiones se cumplieron y se le sumó el nombramiento de un gestor de paz.

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“En la perspectiva de entender estas violencias en su sentido histórico, le damos la bienvenida a la mesa en calidad de gestor de paz a Diego Fernando Murillo Bejarano, conocido en otras épocas como ‘Don Berna’”, leyó en un comunicado “Lindolfo”, uno de los voceros principales de las estructuras armadas.

Encuentro entre delegación del Gobierno y bandas criminales en Medellín.
Foto: Consejería Comisionada de Paz

Los máximos cabecillas en una misma cárcel

Con “Douglas” recluido en la cárcel de Itagüí, de cierta manera se completó el “quórum” del mundo criminal en Medellín en un mismo lugar, pues en ella también están recluidos los cabecillas de las principales bandas de la ciudad.

Para algunos investigadores, las condiciones en las que cumplen su condena son favorables en términos de cercanía con sus familias y buena comunicación, pero al mismo tiempo se traduce en la oportunidad para establecer diálogos directos entre banda y banda sobre el uso de la violencia.

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“Todos están recluidos en la misma parte, y eso ha generado que puedan llegar entre ellos a unos acuerdos en relación con el uso de cierto tipo de violencia, y el homicidio es el más claro, junto con el tema de fronteras invisibles. La comunicación tal vez sea más fluida y las condiciones de reclusión pueden ser un incentivo para que tengan interés en que el diálogo sociojurídico se mantenga”, explicó Sebastián Londoño, investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP)

Sin embargo, también existe la posibilidad de que las bandas puedan tejer alianzas de manera más concreta en caso de que la mesa de paz urbana no llegue a buen puerto.

“Eso también les permite articular planes en caso de que las negociaciones funcionen o para presionar el proceso. Si tomaran la decisión de incrementar el número de homicidios o de desatar acciones de violencia en la ciudad, tienen la capacidad, porque cuentan con la estructura para eso, y lo podrían hacer. Pero creo que no les conviene, porque eso sería lanzarse a una guerra abierta y directa contra el Estado”, explicó Max Yuri Gi, director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.

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Desde una parte de la sociedad civil la reclusión de todos los cabecillas en un mismo lugar se ha traducido en una buena noticia para el proceso de paz, en el sentido de que las decisiones en el espacio pueden también llegar hasta los barrios e implementarse efectivamente. “Lo que se busca con ponerlos a todos en un mismo lugar es que la delegación esté articulada y se puedan construir acuerdos y una postura más colectiva y unificada. Eso es parte de los procesos de negociación, manteniendo las proporciones”, agregó Gil.

Desde otros sectores no ven como un riesgo latente el hecho de que todos los cabecillas estén recluidos en un mismo lugar, pues el poder y el control territorial ya son un hecho.

“Que estén juntos o separados no tiene tanta relevancia, lo que importa es el poder que ellos siguen ejerciendo dentro o fuera de los territorios. Eso lo van a tener juntos o separados. El poder ya lo tienen. En el caso de Medellín, el poder que estas bandas tienen lleva 20 o 30 años. Por desgracia tenemos clanes familiares que se heredan el control. Lo que hay que hacer es resolver estructuralmente el problema. El Estado colombiano y los gobernantes del departamento tienen que entender que no pueden seguir cediendo el control, la seguridad y la gobernabilidad a estructuras criminales”, dijo Adriana Arboleda, abogada de la Corporación Jurídica Libertad.

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La llegada de don Berna no representa en sí una influencia directa en las dinámicas del conflicto en la ciudad, a pesar de su larga trayectoria en las guerras que se han gestado en Medellín. Para varios investigadores, “Don Berna” ya no tiene la misma autoridad sobre las bandas criminales, pero podría aportar información al proceso, aunque sea desde la distancia. Actualmente está recluido en una cárcel de Estados Unidos, donde paga una condena de 31 años tras su extradición en 2008.

El peso simbólico en la mesa

En términos generales, mientras “Don Berna” llega con una trayectoria criminal que podría aportar en su conocimiento del conflicto, “Douglas” se une al proceso como un jefe criminal todavía con una injerencia sobre algunas estructuras.

El investigador Gil afirma que “Don Berna” tiene peso en términos de que puede ser escuchado por los cabecillas de las bandas. “‘Berna’ realmente no debe tener mucho ascendente operativo sobre La Oficina, pero sí puede ser un elemento fundamental por su peso simbólico y el conocimiento que tiene de toda esa transformación del narcotráfico en el narcoparamilitarismo”, señaló.

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En sus comienzos, a mediados de la década de los 80, don Berna trabajó con los hermanos Galeano, durante la época del cartel de Medellín, tras la muerte de ese clan familiar, se unió al grupo criminal “Perseguidos por Pablo Escobar” (Pepes) donde se articuló con miembros de la Fuerza Pública y con Carlos Castaño, junto con los paramilitares en Urabá.

En su papel como jefe paramilitar, don Berna fue comandante de los bloques Cacique Nutibara, Héroes de Granada y Héroes de Tolová, grupos que llevó a la desmovilización para luego estar al mando de La Oficina hasta su extradición en el gobierno de Álvaro Uribe.

Con la llegada de la paz total, Murillo Bejarano le envió varias cartas al presidente Gustavo Petro para unirse al proyecto como gestor de paz y recientemente fue designado en ese papel junto con otros 18 ex comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

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Históricamente en la ciudad, los jefes paramilitares, como don Berna, tenían un fuerte control territorial en toda el área metropolitana y la región antioqueña. Y tras su llegada a La Oficina, se produjo un fenómeno en la ciudad conocido como la “donbernabilidad”, una hegemonía criminal sobre todo Medellín.

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“Nada se podía hacer en la ciudad sin el permiso de don Berna. No es un dato menor que ahora sea gestor de paz. Por la trayectoria criminal y lo que representa de manera simbólica, para los jefes criminales que hoy son voceros en Medellín eso fortalece el proceso y le da confianza. Se terminan poniendo unas piezas fundamentales a ese rompecabezas de la paz urbana”, explicó Diego Herrera, líder social de la ciudad e integrante de la corporación Viva la Ciudadanía.

Su nombramiento como gestor de paz en el espacio de conversación en Medellín no cayó del todo bien dentro de sectores de víctimas en parte por la capacidad real de su aporte en esa mesa de paz urbana y principalmente por la poca colaboración que ha tenido en términos de entregar verdad sobre el conflicto en la ciudad, más allá del negacionismo.

“Al día de hoy, Diego Fernando Murillo Bejarano sigue presentándose como un salvador de la ciudad. En el caso de la Comuna 13 sigue planteando casi que su actuación se dio porque estaba salvando a la comunidad. Entonces, cómo creer en la posibilidad de paz de alguien que sigue negando sus crímenes”, explicó la abogada Arboleda.

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Y agregó: “Nos parece una infamia que diga que va a asesorar la negociación cuando la que ellos hicieron fue desastrosa para las víctimas. Si él de verdad quiere ser reconocido como gestor de paz tiene que reconocer sus crímenes y tiene que establecer la responsabilidad de políticos, empresarios, de personas de la Fuerza Pública que hicieron parte de la estrategia de violencia en la ciudad”.

En el caso de José Leonardo Muñoz, o Douglas como se le conoce en el mundo criminal de Medellín, fue una especie de heredero tras la extradición de don Berna.

Ese suceso provocó intensos enfrentamientos en la ciudad que terminaron con la muerte de Gustavo Upegui, segundo al mando; la desaparición de Daniel Mejía y con la extradición de Carlos Mario Aguilar o Rogelio, tercero en esa línea. Posteriormente se produjo el enfrentamiento entre Sebastián y Valenciano, dos altos mandos en la guerra urbana.

Douglas de alguna forma quedó como vencedor de esa contienda y se convirtió en el jefe de una parte de La Oficina, principalmente de la estructura criminal La Terraza, que en su momento fue mano derecha de varias operaciones paramilitares en la ciudad.

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Hacia el 2009, Douglas fue capturado y condenado a 32 años de prisión. Sin embargo, al estilo de don Berna, pidió pista en la paz total al comienzo del gobierno Petro, e incluso envió varias cartas para iniciar acercamientos de paz urbana.

Dentro de la más reciente actualización de su paso por el mundo criminal, Douglas estaba recluido en la cárcel La Picota y desde allí pidió en varios momentos su traslado a Medellín alegando problemas de salud como diabetes y una afección coronaria. Sin embargo, su traslado siempre se negó hasta que la mesa de paz urbana realizó la solicitud para que hiciera parte del proceso.

“Medellín transita hacia una paz que no va a tener vuelta atrás. Por ese motivo saludamos la incorporación física y plena de Leonardo Muñoz Martínez, ‘Douglas’, al equipo de voceros y la mesa de Itagüí. Su participación es definitiva para el éxito del proceso”, dijo Lindolfo, durante su presentación a la opinión pública el pasado 19 de diciembre.

La llegada de un perfil criminal como Douglas refuerza la mesa y de cierta manera permite una mirada más histórica del conflicto, eso sin dejar a un lado la injerencia que todavía tiene sobre la banda La Terraza.

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Su llegada tiene relación con que ese mismo 19 de diciembre, ambas delegaciones en el espacio de diálogo anunciaron la puesta en marcha de un piloto de no extorsión en 25 barrios de Medellín que incluyeron toda la Comuna 4, Aranjuez. territorio donde hay mayor presencia de los combos que responden a la banda en cabeza de ese jefe criminal, Douglas.

Londoño, de la FIP, dice sobre “Douglas” que “sigue teniendo mucho para movilizar” y que ello es importante de cara a los compromisos que se den en el proceso. “Una de las zonas donde tiene más incidencia La Terraza, es el área de ese pilotaje en particular con el tema de extorsión, que es todo Aranjuez”, señaló Londoño.

Las comunidades esperan que esa “juntanza” se traduzca en resultados tangibles en términos de seguridad y que las alianzas que se puedan gestar entre los cabecillas de las bandas criminales solo respondan a los pedidos de paz.

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Por Paulina Mesa Loaiza

Periodista de la Universidad de Antioquia e ilustradora. Ha escrito en prensa y portales digitales con especial interés en justicia, conflicto, memoria y paz. Actualmente es periodista de Colombia+20.@paulina_mesalpmesa@elespectador.com

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