Arauca vive un momento de recrudecimiento de la violencia impulsado, sobre todo, por el esfuerzo del ELN para consolidar a toda costa el poder armado y el control territorial en el departamento, considerado su bastión histórico.
Más allá de la disputa con las disidencias de “Iván Mordisco” —hoy debilitadas tras los golpes recientes—, lo que está en marcha es una estrategia de afianzamiento territorial que combina expansión armada y, según expertos, un acelerado proceso de alistamiento en coordinación con estructuras asentadas en Venezuela.
Ese fortalecimiento responde no solo a la necesidad del ELN de asegurar el control del corredor fronterizo, sino a un cálculo mayor: la preparación del régimen de Nicolás Maduro ante un posible escenario de ofensiva militar de Estados Unidos.
Los ataques recientes —el atentado contra el gobernador Renson Martínez, el secuestro de cinco militares e incluso el ataque por segunda vez a una base militar en Puerto Jordán el pasado 5 de octubre— son parte de esa ofensiva insurgente orientada a garantizar la estabilidad del corredor que no solo sostiene la conexión político-militar entre Arauca y el vecino país, sino que pareciera ser parte de un plan que incluye la expansión del ELN por la frontera con Vichada.
Este movimiento insurgente ocurre al mismo tiempo que el presidente Gustavo Petro lanzó una ofensiva focalizada contra las disidencias de “Mordisco” —contra las estructuras de “Antonio Medina” y “Pescado”, dos de los mandos más agresivos de la disidencia de “Mordisco” en la frontera—.
Aunque esos golpes no están dirigidos al ELN, sí reconfiguran el tablero: debilitan a su principal competidor armado, despejan su retaguardia y le permiten proyectar un control mucho más sólido sobre el departamento, justo cuando la frontera adquiere un valor geopolítico renovado.
En otras palabras, como casi en ningún otro departamento la violencia local se cruza, casi sin transición, con la geopolítica continental.
El factor Estados Unidos
El riesgo de una ofensiva estadounidense sobre Venezuela atraviesa silenciosamente toda esta recomposición de fuerzas en Arauca. Los investigadores Jorge Mantilla como Carlos Velandia coinciden en que lo que ocurre en el departamento no puede leerse únicamente como un reacomodo interno del conflicto colombiano. Es, sobre todo, la antesala de un posible escenario regional en el que el ELN desempeña un papel estratégico para el régimen de Nicolás Maduro.
Carlos Velandia, un exguerrillero del ELN, investigador y promotor de paz, lo dice sin matices. “El ELN está en acuartelamiento de primer grado. Es una fase de alistamiento absoluto frente a una potencial ofensiva bélica por parte de Estados Unidos (…) el ELN está actuando como una primera línea”, explica. No se refiere a una metáfora. Con cerca del 70 % de su estructura asentada en territorio venezolano, el ELN opera hoy como una fuerza transfronteriza que combina presencia social, logística militar, y capacidad para generar presión humanitaria a ambos lados de la línea limítrofe.
Pero Velandia introduce un matiz adicional que complejiza la ecuación. Por su presencia histórica a ambos lados de la frontera, el ELN no solo actuaría como escudo para el régimen chavista. “También sería la primera línea en la defensa de la soberanía y del territorio colombiano (…) el ELN está a ambos lados de la frontera, es una fuerza colombiana que se ha transfronterizado”, sentencia.
Ese doble papel convierte al ELN en un actor singular porque es, simultáneamente, la primera barrera del régimen de Nicolás Maduro ante una eventual intervención extranjera y una estructura con capacidad de generar, desde Colombia, efectos humanitarios y de seguridad que podrían forzar a Bogotá a intervenir diplomáticamente.
El experto en temas de crimen, seguridad y conflicto, Jorge Mantilla, sostiene que si se produjera una acción militar estadounidense —no una invasión, sino ataques selectivos contra infraestructura o altos mandos— la respuesta venezolana sería inmediata: la activación de un nuevo Escudo Bolivariano, los ejercicios militares donde, según él, “integran al ELN” como parte de la estructura de defensa conjunta. Cada vez que el chavismo ha activado ese mecanismo —2020 y 2022— el impacto sobre Arauca, Norte de Santander y Apure ha sido directo con un aumento de operaciones del ELN, desplazamientos y choques con disidencias.
Esa reacción forma parte de la doctrina de “guerra insurreccional” que Mantilla atribuye al régimen: una estrategia que no busca confrontar directamente a Estados Unidos, sino trasladar los costos de la escalada a territorio colombiano, generando caos, presión migratoria y un escenario humanitario que obligue a la región a movilizarse diplomáticamente.
El triángulo Catatumbo–Arauca–Vichada
Para entender por qué Arauca se convirtió en el epicentro de esta reconfiguración, hay que observar el mapa completo. Mantilla sostiene que el departamento “se convirtió como en la gran bisagra del ELN para unir dos proyectos fronterizos que son fundamentales”. Uno es Catatumbo, donde la guerrilla mantiene una estructura histórica y de expansión; el otro es Vichada, parte de lo que él llama “la nueva vocación amazónica del ELN” con el avance del frente José Daniel Pérez Carrero.
Ese triángulo —Catatumbo, Arauca, Vichada— es hoy la arquitectura militar y política más importante del ELN. Es el corredor que le permite garantizar movilidad, acceso a Venezuela, retaguardia estable y proyección hacia la Amazonia. Por eso Arauca no solo es un baluarte, sino el eje que articula ambos extremos.
La Defensoría del Pueblo ya alertó sobre esta configuración con informes específicos sobre Vichada. En la Alerta Temprana de Inminencia 015 de 2025, emitida hace el pasado 6 de noviembre, advirtió un riesgo inminente de violaciones a los derechos humanos en cuatro municipios del Vichada —Puerto Carreño, La Primavera, Cumaribo y Santa Rosalía— por la intensificación de la confrontación entre el ELN y la Segunda Marquetalia, tras la ruptura de una alianza que se había mantenido durante dos años.
La disputa, señala la Defensoría, tiene un propósito claro: controlar las rutas transfronterizas de narcotráfico y minería ilegal, especialmente oro y coltán. Y esa ruptura trajo consigo un salto cualitativo en la violencia: uso de drones con explosivos, instrumentalización de comunidades indígenas y rurales, confinamientos y riesgo de desplazamientos masivos en zonas como Garcitas, Aceitico y Puerto Nariño.
Mantilla lo sintetiza así: “Arauca es como el centro de gravedad de todo este despliegue fronterizo”.
Esa expansión también explica por qué las disidencias están perdiendo espacio. Aunque lograron algunas posiciones importantes en Puerto Rondón y Cravo Norte, hoy enfrentan una presión simultánea del ELN y de los bombardeos del Gobierno. Mantilla anticipa la consecuencia: “la salida o la pérdida de las disidencias del departamento, al menos de los centros poblados más importantes”.
Velandia es más definitivo: “El ELN ganó la guerra de Venezuela… fueron expulsados de Arauca”.
Los bombardeos ordenados por el presidente Gustavo Petro contra las estructuras de Antonio Medina y Pescado fracturaron la correlación de fuerzas en Arauca y abrieron una pregunta inevitable en la región: ¿la ofensiva buscaba contener a las disidencias o terminó reforzando, sin proponérselo, la posición del ELN?
Al golpear a la única fuerza que le competía al ELN la retaguardia, el Estado reacomodó un tablero que ya estaba inclinándose hacia la hegemonía elena.
Velandia, por su parte, lo explica desde la lógica estrictamente técnica de la operación: “La ofensiva es una ofensiva total, total, total contra las fuerzas de Mordisco (…) eso no quiere decir que el gobierno después vaya a tomarla con el ELN”.Es decir, la intención declarada es otra. Pero el impacto es el mismo: la disidencia pierde capacidad de maniobra en Arauca justo cuando el ELN acelera su expansión hacia Vichada y refuerza la conexión con Apure.
El resultado, más que una consecuencia colateral, es una reconfiguración estratégica: con Mordisco debilitado, el ELN queda sin un rival de peso en la frontera, con su retaguardia despejada y con un corredor cada vez más integrado a la lógica defensiva de Venezuela. En el momento más delicado de la tensión con Estados Unidos, el Gobierno colombiano —sin proponérselo o no— parece dejar al ELN en una posición excepcionalmente ventajosa.
Lo cierto es que Arauca dejó de operar únicamente como un escenario de disputas armadas internas y se ha convertido en un punto donde se superponen dinámicas locales y tensiones internacionales.
✉️ Si le interesan los temas de paz, conflicto y derechos humanos o tiene información que quiera compartirnos, puede escribirnos a: cmorales@elespectador.com, nortega@elespectador.com o aosorio@elespectador.com.