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La Gobernación de Cundinamarca puso en marcha un proyecto que reclamaron miles de mujeres del departamento: Dignidad Menstrual. La estrategia, liderada por la Secretaría de la Mujer y Equidad de Género, recorre los municipios más apartados para entregar insumos de salud menstrual y educación a quienes no tienen los recursos para costear una toalla higiénica o un tampón. Para muchas mujeres del campo, recibir una copa menstrual o un paquete de toallas higiénicas representa mucho más que un artículo de aseo: es el reconocimiento de un derecho.
En varias ciudades y municipios, la falta de agua potable y de condiciones mínimas de salubridad obligaba a niñas y a adultas a improvisar con servilletas, ropa vieja o retazos, exponiéndose a infecciones, que pueden convertirse en graves problemas de salud.
Dignidad Menstrual busca revertir esta realidad, la cual Naciones Unidas y el Banco Mundial definen como “pobreza menstrual”: una problemática que cada año deja a más de 500 millones de mujeres en el mundo vulnerables a enfermedades y que no solo afecta la salud física, sino también la permanencia escolar, la participación laboral y la calidad de vida.
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“Esta estrategia previene las violencias, así como dignifica el ciclo menstrual, la vida y la salud de las mujeres de Cundinamarca”, afirmó Natalia Casas, gerente de Prevención y Atención a las Víctimas. Para muchas comunidades de Cundinamarca, recibir estos insumos significa también poder romper silencios: hablar de menstruación en espacios públicos, compartir dudas y aprender cómo cuidar el cuerpo.
El acceso a productos de higiene menstrual es más que un reclamo: es una obligación del Estado. Tanto el Ejecutivo, como el Legislativo, e incluso la justicia se han pronunciado respecto a la importancia de garantizar la salud menstrual a las mujeres. La Ley General de Educación (Ley 115 de 1994), por ejemplo, exige formación en derechos sexuales y reproductivos desde hace tres décadas. A esto se suman avances legislativos como la Ley 2174, que ordena la entrega gratuita de toallas, tampones o copas a niñas y adolescentes en condición de vulnerabilidad, y la Ley 2232 de 2022, que eliminó el IVA del 19 % a los productos de higiene menstrual, para reconocerlos como bienes de primera necesidad.
En 2019, la Corte Constitucional dio uno de los primeros pasos con la sentencia T-398, que reconocía que acceder a estos productos de atención menstrual es un derecho ligado a la salud, la igualdad y la dignidad humana. Pese a estos avances, el panorama sigue siendo crítico. Según el DANE, más de 3,2 millones de mujeres en el país no tienen acceso a agua limpia y un 7,9 % enfrenta barreras para contar con un baño o un espacio privado para asearse durante su periodo.
La falta de insumos de higiene también golpea la economía: el 86 % de las mujeres reportó haber suspendido o aplazado su trabajo por síntomas menstruales, y un 3,3 % no tenía recursos para adquirir productos básicos. Estas cifras revelan que menstruar en Colombia sigue siendo, para millones, un asunto de supervivencia antes que de bienestar, revela el DANE.
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En las zonas rurales la vulneración es más profunda. Mujeres de municipios como Tabio, Nimaima, Vergara o San Cayetano hacen parte de los municipios rurales en los que el acceso a insumos menstruales o agua potable se complica. Allí, la Gobernación inició entregas de toallas, tampones y copas menstruales: solo en la última semana, al menos 1.400 mujeres, de 16 municipios, recibieron estos insumos, en jornadas que incluyen talleres de información, charlas de autocuidado y espacios de escucha para identificar otras necesidades relacionadas con la salud sexual y reproductiva. Desde la Gobernación se espera que, con mayor inversión y presencia en los territorios, Dignidad Menstrual pueda hacer presencia en la mayoría de los 116 municipios del departamento.
El programa no se limita a la entrega de productos. Naciones Unidas ha advertido que la falta de educación sexual y menstrual perpetúa la pobreza menstrual, especialmente en zonas apartadas, donde las niñas carecen de información básica sobre su ciclo. Por eso, Dignidad Menstrual incluye sesiones educativas sobre higiene, gestión del ciclo, derechos reproductivos y protección ambiental. La meta no es solo entregar toallas o copas, sino también crear herramientas para que las comunidades puedan tomar decisiones informadas.
Además, la estrategia incluye talleres en colegios para enseñar a elaborar toallas reutilizables con materiales seguros. Esta práctica, además de reducir residuos, abre la puerta a pequeños proyectos productivos. “La iniciativa incorpora educación, disminuye residuos y promueve ahorros en los hogares rurales. Reconoce la pobreza menstrual como una forma de violencia de género”, explicó Betty Zorro, secretaria de la Mujer.
Según la funcionaria, ya se han realizado más de 26 talleres en distintas instituciones educativas, y el objetivo es que las jóvenes no solo aprendan a fabricar sus propias toallas, sino que puedan comercializarlas como fuente de ingresos.
El proyecto también busca visibilizar un problema que rara vez se menciona en los debates sobre desigualdad. La falta de acceso a productos de higiene no solo afecta a las mujeres, sino que impacta a las familias enteras: aumenta los gastos médicos por infecciones, reduce la asistencia escolar y limita las oportunidades de empleo. En municipios de difícil acceso, las mujeres que no pueden costear estos productos terminan aisladas en sus casas durante varios días cada mes, lo que profundiza la brecha económica.
Con esta apuesta, Cundinamarca se suma a los esfuerzos nacionales para que menstruar con dignidad deje de ser un privilegio y se convierta en un derecho garantizado, sin importar el lugar de residencia o la condición económica de las mujeres. La combinación de educación, acceso a productos, participación comunitaria y reconocimiento de derechos muestra que la menstruación, lejos de ser un asunto privado, es un tema de salud pública, equidad de género y justicia social que el país empieza, por fin, a enfrentar, explican desde la Gobernación.
“El programa reconoce la pobreza menstrual como una forma de violencia basada en género y prioriza acciones sostenibles y de educación comunitaria para garantizar dignidad y acceso efectivo a insumos en el territorio”, cuenta Zorro, quien asegura que desde la Gobernación se seguirá implementando Dignidad Menstrual en Cundinamarca para garantizar este derecho.
