Las formas de represión que usan los gobiernos con dinámicas opresoras, se comparten. Los gobernantes, que de ideas poco y represión mucho, se dan la mano mientras sus herramientas, sus fuerzas brutas, su ESMAD, sus agentes opresores o el calificativo que le quieran poner a esos escuadrones de la muerte a quienes les robaron las vidas para convertirlos en números que remplazan como si nada, luchan por normalizar de forma descarada el disparar balas de goma conocidas como “marcadoras” a los ojos de los legítimos manifestantes, para así estallar sus ojos, que los pierdan completamente, o en el mejor de los casos, afectar su vista para siempre.
Pasa en Chile, en Francia, en Hong Kong, en Cataluña, en Gaza, etc… Colombia y la retoma del uribismo en el poder no son la excepción. Un movimiento que se caracteriza por matar inocentes y disfrazarlos de guerrilleros para presentarlos como bajas en combate no sorprende con su decisión de adoptar la mutilación ocular como método de castigo. No hay pruebas, no hay juicios, ni nada que decida que esta es la pena que debe padecer algún manifestante. Lo que hay es una orden de impunidad para todo agente del ESMAD que cumpla con el objetivo de reprimir el movimiento social.
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Los medios de comunicación usan su palabra favorita: “aparentemente” para encubrir lo obvio. Las bodegas uribistas salen expertas en criminalística desde sus cuentas falsas a decir que la lesión se debe a otro “vándalo”, que es una autolesión. Toda la maquinaria del Estado se pone en disposición de atentar contra la víctima (una vez más), para decir que por algún motivo se lo merecía; pero no, aquí no existe la pena de mutilación en ningún caso. No, no se les come cuento, las heridas hablan. Son matemáticas obvias de la protesta social: “agentes del ESMAD armados con marcadoras + pérdida del ojo (sin tocar otra parte de la cara) = mutilación ocular causada por el ESMAD”.
No, no es un error, pasa en todo el mundo. No se puede olvidar que son agentes que se forman para la guerra, que son entrenados en apuntar y disparar, que cumplen horas de curso con esas armas, que son profesionales, que son francotiradores, que donde ven el ojo ponen la bala, que les basta un segundo hacerlo, que es un disparo limpio que no arranca una sola pestaña, pero que sí arranca la vista para siempre.
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Las víctimas de trauma ocular en Colombia lastimosamente suman más de 30 hasta donde se conoce. Las jornadas de protesta del 24 de febrero, 28, 29 y 30 de abril de 2021 por los casos viralmente conocidos, suman cinco víctimas, es decir, más de una diaria. Una cifra que amenaza con crecer. Estamos a tiempo de denunciar públicamente esto, en que los medios comuniquen efectivamente, en que las cortes actúen, en que se prohíba el uso de marcadoras, pues está probada su función mutiladora. Estamos a tiempo de que la historia no nos reclame por entregar una generación sin ojos que luchaba por sus derechos.