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Colombia cerró hoy, 30 de septiembre, un año al frente de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el bloque regional que comparte con Bolivia, Ecuador y Perú. La batuta pasó a Ecuador, en un acto protocolario que vino acompañado de balances, cifras y promesas sobre el futuro de la integración andina.
La CAN, que nació en 1969, es uno de los experimentos más duraderos de cooperación económica en América Latina. Sus cuatro miembros sumaron en 2024 exportaciones por USD 156.138 millones hacia el mundo (sin contar el comercio entre ellos).
La ministra de Comercio, Industria y Turismo, Diana Marcela Morales, mencionó que se fortaleció “con dignidad” un modelo ajustado a las realidades de la subregión. Y es que, a la larga, la CAN busca ser más que un foro de discusión, para convertirse en una plataforma donde los países puedan comerciar con menos trabas, atraer turismo sostenible y coordinar políticas frente a desafíos globales.
Y agregó: “Con dignidad cumplimos un trabajo intenso con el que nos propusimos aportar en la construcción de sociedades equitativas, inclusivas y sostenibles”.
El gobierno de Gustavo Petro presentó varios avances durante su presidencia pro tempore:
En primer lugar, un comercio más ágil: se puso en marcha Intercom, una plataforma digital que permite a los países intercambiar en tiempo real certificados clave para exportar: de origen, fitosanitarios (sanidad de productos agrícolas), sanitarios (para alimentos y medicinas) y de valor. En palabras simples, menos papeles físicos y más trámites en línea.
También se trazó un plan para medir la conectividad de cada país y cerrar brechas tecnológicas, paso previo a hablar de una verdadera economía digital en la región.
De postre, más energía regional: se avanzó en la entrada de Chile al Mercado Andino Eléctrico Regional, una red pensada para intercambiar electricidad y enfrentar juntos los impactos del cambio climático.
El turismo también tuvo protagonismo, con el lanzamiento de Caminos Andinos, un portal que conecta 16 rutas y 42 destinos de los cuatro países, con énfasis en turismo sostenible.
En cuanto a la agricultura y los alimentos, se promovieron normas para mejorar la sanidad animal y vegetal, así como prácticas sostenibles bajo un Pacto Verde andino, con el objetivo de asegurar alimentos seguros y competitivos.
Y por último, el encuentro empresarial: 114 empresas participaron en ruedas de negocio en sectores como hoteles, restaurantes y catering. Allí se generaron expectativas de negocio por USD 16,9 millones, mostrando que el bloque no es solo diplomacia, sino también oportunidades para pequeñas y medianas empresas.
No obstante, no todo fue consenso. En marzo de este año, Colombia se topó con una decisión adversa del propio organismo: la CAN tumbó la salvaguardia impuesta por el Gobierno a las importaciones de acero corrugado, un insumo clave en la construcción. La medida (un arancel de 14,5 % con el que Bogotá intentaba proteger a la industria local) fue rechazada por el bloque al considerarla incompatible con las normas de integración.
El fallo desató el rechazo del gremio siderúrgico, que calificó la decisión como arbitraria, y dejó en evidencia la tensión permanente entre defender sectores estratégicos y ceder soberanía en nombre del mercado común.
Ese episodio marcó un contrapunto en un año en el que Colombia buscó mostrarse como motor de integración regional. Más allá de las fricciones, la presidencia también fue escenario de debates sobre seguridad alimentaria, movilidad laboral y coordinación en políticas ambientales.
Con la entrega a Ecuador, la CAN (que reúne a Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, con más de 115 millones de habitantes y medio siglo de historia) enfrenta un reto doble: mantener vigentes sus mecanismos de cooperación y, al mismo tiempo, responder a las críticas sobre su capacidad real para equilibrar intereses nacionales con los del bloque.
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