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El gasto de los consumidores en Estados Unidos volvió a dar señales de fortaleza en julio: aumentó 0,3 %, su mayor avance en cuatro meses, pese a la persistencia de la inflación y a los aranceles comerciales que ya encarecen buena parte de los bienes y servicios.
Ese repunte, reportado por la Oficina de Análisis Económico, sugiere que la economía estadounidense sigue sostenida por su motor histórico —el consumo privado—, aunque con una presión creciente, ya que los precios no ceden al ritmo esperado y el mercado laboral empieza a mostrar fisuras.
El dato de julio confirma que los estadounidenses todavía gastan, incluso más de lo previsto. Pero detrás del entusiasmo de los bienes duraderos y los estadios llenos —los aplausos de los republicanos, finalmente—, se esconde la gran pregunta: ¿hasta cuándo podrá resistir la demanda con precios altos, empleo más frágil y un Fed obligado a caminar en la cuerda floja entre recortar tasas o dejar que la inflación siga respirando fuerte?
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La fotografía de julio
- Consumo real: el gasto ajustado a la inflación creció 0,3 %, impulsado sobre todo por la compra de bienes duraderos (autos, muebles, equipamiento deportivo).
- Inflación subyacente: el índice de precios de gasto en consumo personal (PCE), preferido por la Reserva Federal, aumentó 0,3 % frente a junio y 2,9 % frente a un año atrás, el mayor avance desde febrero.
- Servicios en alza: los costos de servicios financieros (como las comisiones de gestión de portafolios), el entretenimiento y los deportes en vivo explican buena parte de la presión inflacionaria.
En paralelo, los bienes —que suelen reaccionar más rápido a cambios en la cadena de suministro— tuvieron incluso una ligera baja en precios, lo que confirma que el problema ahora se concentra en los servicios.
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El factor Trump y los aranceles
La administración de Donald Trump ha defendido los nuevos aranceles como una herramienta para proteger la industria local, pero los efectos ya se sienten en los bolsillos de los consumidores.
Muchas empresas adelantaron importaciones para evitar sobrecostos, otras diversificaron sus proveedores, y varias comenzaron a trasladar los aumentos directamente a los compradores.
El propio presidente de la Fed, Jerome Powell, admitió la semana pasada en Jackson Hole que los “efectos de los aranceles ya son claramente visibles” en los precios.
Fed bajo presión
El mercado espera que la Reserva Federal recorte tasas en su reunión del 16 y 17 de septiembre. Powell abrió la puerta a esa posibilidad, aunque con cautela: el dilema es claro, bajar tasas para proteger el empleo, pero sin desatar aún más inflación.
Los economistas encuestados por Bloomberg anticipan que el PIB crecerá 1,1 % en el segundo semestre (menos que el 1,4 % de la primera mitad del año).
Por su parte, la inflación subyacente se mantendrá en torno a 3,2 % en el cuarto trimestre, aún lejos de la meta del 2 %.
En cuanto al desempleo, este podría subir a 4,4 % y quedarse allí buena parte de 2026.
Aunque el riesgo de recesión en los próximos 12 meses cayó a 32 %, el consenso es que Estados Unidos enfrentará crecimiento modesto y una inflación terca hasta bien entrado 2026.
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