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Del crédito-beca a Minciencias: ¿puede el Estado asumir lo que se hacía con Colfuturo?

El fin de la cooperación estatal con Colfuturo cierra 2025 dejando dudas sobre la financiación de maestrías y doctorados en el exterior. Mientras los beneficiarios actuales mantienen sus becas, expertos advierten que las nuevas iniciativas de Minciencias podrían no tener el alcance, la cobertura ni el impacto del programa en la formación de talento colombiano en el exterior.

Juan Diego Quiceno

30 de diciembre de 2025 - 01:05 p. m.
Ministra de Ciencias, Yesenia Olaya (izquierda). Jerónimo Castro, director de Colfuturo (derecha).
Foto: Terumoto Fukuda/Colfuturo
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El fin de la cooperación del Estado en el programa de crédito-beca de Colfuturo que formalizó esta semana el Gobierno Nacional cierra 2025 generando una serie de interrogantes, no solo para los beneficiarios actuales, sino también para quienes tenían como meta estudiar un posgrado en el exterior el próximo año.

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Es posible que responder a los primeros sea lo más sencillo en este momento. Tanto la ministra de Ciencia, Yesenia Olaya Requene, como el director de Colfuturo, Jerónimo Castro, han insistido en los últimos días en que, para los beneficiarios ya seleccionados, nada va a cambiar con esta decisión del Gobierno. “El compromiso de Colfuturo con esos estudiantes, cuando los escogimos, lo vamos a cumplir. El Gobierno Nacional hizo los desembolsos que correspondían, de acuerdo con el convenio que se tenía”, señaló Castro en una entrevista hace pocos días.

El panorama puede ser más complejo para quienes apenas están planteando estudiar un posgrado en el exterior. Para varios expertos, el fin de la cooperación reducirá la cobertura de una de las principales opciones de financiación que durante los últimos 19 años ha estado disponible. Además, no está claro si la estrategia que propone el Ministerio para reemplazar este apoyo tendrá el mismo alcance.

Puede ver: Minciencias vs. Colfuturo: algunas claridades necesarias

Doctorados: ¿es mejor estudiarlos afuera o en el país?

Antes de comenzar, vale la pena diferenciar algunas cosas. En primer lugar, el programa de crédito-beca Colfuturo era una estrategia de financiación mixta. El Estado contribuía con cerca del 34 % de los recursos. El resto provenía de dos fuentes: por un lado, donaciones realizadas por empresarios entre 1992 y 2009; y, sobre todo, de los recursos que los propios beneficiarios devolvían tras culminar sus estudios, como parte de un compromiso para que otros estudiantes pudieran acceder a la misma oportunidad. Ese esquema permitió que Colfuturo aportara el 66 % restante de la financiación y que, entre 2007 y 2025, en conjunto con el Gobierno, se comprometieran recursos por unos USD 618 millones.

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En segundo lugar, el objetivo de Colfuturo ha sido financiar estudios de maestría y doctorado en universidades fuera de Colombia, con un énfasis marcado en las maestrías. Según el balance de los últimos 19 años, de los 24.874 beneficiarios del programa, el 89,17 % cursó maestrías, el 10,77 % doctorados y apenas el 0,04 % especializaciones. En ese contexto, voces de expertos como la de Pablo Sanabria Pulido, doctor en Administración Pública y quien analizó los datos de Colfuturo para su tesis doctoral, plantean una pregunta: ¿cuál es el plan del Ministerio de Ciencia para suplir los propósitos y objetivos que se cumplían a través de Colfuturo?

Aunque El Espectador solicitó hace ya varios días los documentos que expliquen en detalle la nueva política, estos aún no han sido entregados. En sus intervenciones públicas, la ministra Requene ha señalado como referentes del Gobierno hacia el futuro dos iniciativas: la convocatoria 933 de 2023, adelantada por Minciencias en alianza con el Icetex, y una convocatoria específica para programas de maestría.

Pero, al revisar ambas iniciativas, persisten algunas dudas sobre si, en efecto, pueden cumplir los objetivos que tenía el convenio con Colfuturo.

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Por un lado, la convocatoria 933 de 2023 tenía como objetivo la “formación en doctorados nacionales con enfoque territorial, étnico y de género”, con recursos provenientes, según la ministra Requene, del Presupuesto General de la Nación. No hay aún muchos detalles públicos sobre el balance de esa convocatoria, pero, de acuerdo con la funcionaria, el Gobierno ha invertido COP 106 mil millones y beneficiado a 309 personas. Sin embargo, hay una primera aclaración que hace Isabel Arroyo en una columna publicada en El Espectador: los apoyos de Minciencias (antes conocida como Colciencias) a la formación doctoral no son nuevos.

Puede ver: Más allá de los estratos: cómo leer el debate sobre Colfuturo y el acceso a posgrados

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Según Arroyo, hacen parte de una apuesta de política científica de largo plazo, iniciada hace casi dos décadas, orientada a financiar doctorados mediante créditos 100 % condonables, concebidos no como endeudamiento individual sino como una inversión pública en capacidades científicas. Ha sido una apuesta importante, agrega, “pero poco consistente. No solo por los ires y venires en las convocatorias y en sus condiciones, sino porque la apuesta tenía que ir acompañada de presupuestos crecientes para financiar la investigación científica”. En ese marco, entonces, la convocatoria 933 no representaría la creación de un mecanismo alternativo al programa de crédito-beca de Colfuturo, sino la continuidad de una política que históricamente ha tenido vaivenes y recursos muy limitados.

Al estar amarradas al Presupuesto General, estas convocatorias suelen enfrentar discontinuidades, cambios en sus condiciones y una alta dependencia de las prioridades fiscales de cada gobierno. No es un detalle menor que el presupuesto asignado por esta administración al Ministerio de Ciencia se haya ubicado entre los más bajos del gabinete: COP 400.125 millones en 2024 y COP 299.864 millones en 2025. En esa línea, Sanabria se pregunta si existe la voluntad y capacidad financiera para sostener en el tiempo estas convocatorias bajo las mismas condiciones. Colombia, dice, “no tiene una política de formación doctoral en el exterior como Corea del Sur o Singapur. Y hay que preguntarse qué tipo de doctores necesitamos y dónde queremos que se inserten, incluso en el aparato productivo”.

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Pero más allá de lo financiero, la convocatoria 933 presenta otras diferencias frente a Colfuturo. Quizá la más relevante es que el Gobierno está financiando doctorados en Colombia, como parte de una política orientada a fortalecer el sistema científico nacional desde el ámbito interno, mientras Colfuturo estaba diseñado principalmente para financiar estudios en universidades del exterior y operar como un mecanismo de transferencia de conocimiento global. Esto no es una diferencia menor. En una respuesta en X, Requene defendió este enfoque: “Aspirar a posgrados en Colombia no retrasa al país; lo fortalece. Lo que sí retrasa el desarrollo es despreciar el sistema educativo nacional y asumir que la excelencia solo existe fuera del país. Las universidades colombianas forman investigadores, profesores y profesionales que sostienen el sistema educativo, científico y productivo”. (Vea: ¿El alemán será materia obligatoria en colegios públicos?)

Y eso no es una mentira, pero no reemplaza lo que buscaba Colfuturo. “La formación de posgrado en Colombia fortalece capacidades y amplía oportunidades; la formación en el exterior incorpora nuevas ideas, redes y diversidad de conocimiento, que al regresar se traducen en docencia, investigación y proyectos con impacto local. Una política pública responsable no enfrenta estas apuestas, sino que las articula estratégicamente, guiándose por el interés nacional: identificar brechas de capacidad, priorizar donde el retorno social es mayor y usar los recursos de forma que el talento formado fortalezca al país”, apunta Gloria Bernal, directora del Laboratorio de Economía de la Educación de la U. Javeriana.

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Nadie pone en duda la calidad ni la capacidad de los posgrados que se ofrecen en el país. Sin embargo, la formación en el exterior cumple un papel distinto: permite el acceso a comunidades académicas globales, a infraestructura de investigación de frontera y a redes internacionales que difícilmente pueden replicarse en el ámbito local. “Acá lo triste es que nos cerramos. Nos cerramos a las posibilidades, y las universidades colombianas necesitan tener doctores y redes afuera. Si no, es endogamia. Cuando un sistema se cierra y empieza a tener solamente conexiones entre sí mismo, empieza a colapsar, porque la capacidad de las partes no va a superar lo que ese sistema tiene en ese momento”, dice Diana Basto Castro, exdirectora del programa Fulbright en Colombia, una iniciativa binacional que otorga becas para estudios de posgrado y estancias académicas en el exterior.

“A mí me parece miope pensar eso como sustituto. En un mundo globalizado, con inteligencia artificial, cerrar la puerta a la formación en universidades líderes es un error. Si alguien tiene la capacidad de estudiar en MIT, Harvard o Berkeley, el Estado debería apoyar eso. No tiene sentido decir que un doctorado nacional es equivalente a uno en Berkeley. No lo es”, dice, también, Fabio Sánchez Torres, investigador de la U. de los Andes y quien en 2021 hizo parte de un grupo de académicos que lideró una evaluación de Colfuturo.

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Puede ver: “Es un mensaje duro y triste”: director de Colfuturo, tras decisión del Minciencias

Basto hace entonces énfasis en un efecto negativo que tendría el fin de la cooperación de Colfuturo y el Estado: el programa crédito beca para estudiar afuera tendrá menos cobertura, y “si antes era difícil llegar a esas becas por condiciones como el inglés, ahora sí que va a ser algo para un grupo de personas muy selectas que seguramente van a ser los beneficiarios tradicionales”. En ese sentido, el riesgo, según Basto, es que, en el intento del Gobierno por corregir desigualdades, se termine reduciendo el alcance de un instrumento que, con ajustes, podía ampliarse sin renunciar a la calidad ni a la exigencia académica.

“Esto desnuda una ausencia de política del Estado y del gobierno actual en términos de no tener un programa de formación doctoral. Lo que están tratando de mostrar es que ellos tienen un programa de doctorados nacionales que sería sustituto de Colfuturo, y en realidad no lo es. Además, porque Colfuturo no era un programa destinado solo a doctorados: de hecho, los doctorados son un componente muy pequeño”, resume Sanabria.

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¿Y las maestrías?

Más allá de los doctorados, la mayoría de los beneficiarios de Colfuturo optaba por cursar maestrías. Para ilustrar su enfoque en este nivel de formación, el Ministerio de Ciencia ha señalado la convocatoria “Formación en Maestrías Pacífico Nariñense”, realizada en marzo de 2025. Al igual que en el caso de los doctorados, las diferencias en el esquema de financiación son evidentes; sin embargo, aquí la pregunta por la capacidad del Estado es aún mayor, dado el alcance que tuvo Colfuturo: cada año, el programa financió (en un esquema de crédito-beca) decenas de miles de estudiantes en el exterior. Durante los últimos 19 años, según cifras compartidas por el mismo Ministerio, 22.180 beneficiarios de Colfuturo cursaron maestrías. Esto significa que, en ese lapso de tiempo, se financiaron aproximadamente 1.167 beneficiarios por año.

Al igual que ocurre con la convocatoria 933 de doctorados, no existe un balance oficial y público de la “Formación en Maestrías Pacífico Nariñense”, pero según el último comunicado de Minciencias, benefició a 75 personas, “en su mayoría mujeres y población afrodescendiente, llevando la formación avanzada a territorios excluidos”. Hay una diferencia importante en números. Le preguntamos a la ministra sobre eso, y aseguró que el Gobierno seguirá financiando maestrías, pero frente al número y porcentaje, dijo: “Estamos haciendo un análisis técnico con las universidades para analizar la oferta y demanda, porque este país ha formado más maestrantes —personas que cursan maestrías—, que doctores. La formación doctoral llega a un 0,8% de nuestro sistema educativo nacional. Es una gran deficiencia. Todo se ha orientado más a nivel de maestrías y un enfoque mucho más técnico y de especializaciones. Queremos fortalecer la formación doctoral porque ahí está una mayor capacidad intelectual para el desarrollo de nuevas tecnologías”.

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De la respuesta de Requene se desprende que, a pesar de que el programa de crédito-beca de Colfuturo beneficiaba sobre todo a colombianos que querían estudiar maestrías, este nivel de formación no será la prioridad del Gobierno en los mecanismos que el Ministerio está diseñando para dar un nuevo uso a los recursos que se destinaban a ese programa. Para Bernal, del Laboratorio de Economía de la Educación de la U. Javeriana, ambas formaciones (doctorado y maestría) son complementarias: “Responden a propósitos distintos. La formación doctoral es importante para fortalecer capacidades de investigación avanzada y generación de conocimiento, y las maestrías cumplen un rol muy importante en la transferencia, aplicación y gestión del conocimiento en sectores productivos, educativos y públicos. Lo central no es jerarquizar grados, o ponerlo como una decisión de lo uno o lo otro, sino alinear la formación con los sectores estratégicos a los que Colombia quiere apostar, donde tiene o puede construir ventajas comparativas.

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Por ejemplo, agrega Bernal, algunos sectores requieren doctores para expandir la frontera del conocimiento, mientras otros demandan profesionales con formación de maestría capaces de implementar, escalar y traducir ese conocimiento en impacto concreto. “Una política eficaz reconoce esa complementariedad y diseña instrumentos diferenciados para cada objetivo. Ambos son importantes”.

“El problema es que el Gobierno le quitó la financiación a Colfuturo y no muestra un plan alternativo para financiar estudios en el exterior. Y eso afecta sobre todo a quienes iban a hacer maestrías. No hay documento de política. Decir que se financian doctorados en Colombia no tapa el hueco que deja Colfuturo”, dice Sanabria. Tal como dice la ministra, en muchos países, el Estado concentra más recursos en los doctorados porque allí se forman los investigadores que sostienen la ciencia, la innovación y la producción de nuevo conocimiento. De hecho, en Estados Unidos la frase “si te admiten, te pagan” es una realidad para la mayoría de los doctorados en áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).

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Pero eso no significa que las maestrías desaparezcan. En esos países existen otros mecanismos (como créditos educativos, fondos rotatorios o alianzas con el sector privado) para que profesionales puedan cursar maestrías, sobre todo cuando estudiar es costoso, el acceso al crédito es limitado y la formación en el exterior cumple un papel clave para traer nuevas ideas, redes y capacidades al país.

“El impacto de estudiar una maestría en el exterior es grande. Durante la maestría, los estudiantes pueden validar su vocación investigativa y conectarse con grupos de investigación internacionales. Esto no sustituye a los doctorados nacionales, sino que los complementa. El impacto de Colfuturo ha sido medido rigurosamente: la tasa interna de retorno social del programa es cercana al 19 %”, dice Jerónimo Castro, director de Colfuturo. Al final, entonces, no está claro que lo propuesto por Minciencia vaya a llenar el vacío que deja el fin de la cooperación con Colfuturo, ni que alcancen el mismo impacto en la formación de talento colombiano.

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