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Bienal de Arte y Ciudad BOG25: una invitación a cuestionar la felicidad a través del arte

A una semana del lanzamiento de la BOG25 pusimos el foco sobre el eje curatorial escogido para este año: “Ensayos sobre la felicidad”. Lo que significa ser feliz hasta en sus facetas menos positivas será el tema de discusión que se planteará de la mano de los artistas durante estas siete semanas.

Santiago Gómez Cubillos

14 de septiembre de 2025 - 09:00 a. m.
Así se verán las 150.000 flores que se pondrán a flotar en el Parque de los Periodistas durante la Bienal de Arte y Ciudad.
Foto: Cortesía BOG25
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En la antigua Grecia los filósofos empezaron a jugar con la idea de hacer de la vida una obra de arte. Se preguntaron si era posible llevar la belleza de la música o el teatro a sus últimas consecuencias y lograr así una vida plena. Desde entonces la humanidad se ha hecho la pregunta sobre lo que significa ser feliz y, en el proceso, se ha tejido una relación entre infinitas respuestas y nuestra capacidad de creación artística. Ahora la Bienal de Arte y Ciudad BOG25 volverá a poner el tema sobre la mesa.

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Del 20 de septiembre al 9 de noviembre de 2025, la capital se convertirá en una inmensa galería que albergará las obras de más de 200 artistas nacionales e internacionales. Serán siete semanas en las que las calles se llenarán de colores, instalaciones monumentales y esculturas que el público podrá conocer y visitar de manera gratuita. La iniciativa, impulsada por la Alcaldía Mayor de Bogotá a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte (SCRD), se presenta como una oportunidad no solo para disfrutar del arte que normalmente se encierra en museos y galerías, sino también para promover conversaciones complejas a través de él.

En ese sentido, el equipo curatorial, conformado por Jaime Cerón, José Ignacio Roca, María Wills, Cristina Lleras y Elkin Rubiano, propuso que el eje de este evento fuese “Ensayos sobre la felicidad”. Querían que las obras que se instalaran en la ciudad apuntaran, desde diferentes ángulos, a cuestionar lo que significa ser feliz.

Según explicó Cerón en una entrevista para El Espectador, la elección del tema nació como una forma de desligarse de la narrativa de violencia que había permeado gran parte del arte colombiano. “Hay una lectura recurrente que asocia al gran arte de nuestro país con el conflicto armado, y lo plantea como un acto de vida o muerte. Nosotros quisimos mantener esa vitalidad, pero examinarla desde el otro extremo, para salirnos del ‘lado oscuro de la fuerza’”, explicó.

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No obstante, sabían que se trataba de un concepto complejo y que una curaduría que solo se enfocara en su cara positiva resultaría en una visión reduccionista. Fue entonces cuando se dedicaron a identificar diferentes aristas a las que se puede asociar la felicidad y, a partir de allí, plantearon una propuesta que buscaba complejizar lo que entendemos por ella. “Hacemos mucho énfasis en que son ‘Ensayos sobre la felicidad’, porque los ensayos no siempre salen bien. Es algo que les pasa a los músicos, a los escritores, a todo tipo de artistas y, al mismo tiempo, a las personas que quieren hacer su mejor proyecto de vida, pero no siempre lo logran. Por ese motivo decidimos tomar la noción de ensayo para mirar los posibles caminos que pudieran darle una frontera conceptual e imaginaria a la noción de qué sería ‘felicidad’ en Bogotá”, agregó Cerón.

Jaime Cerón (izq.), curador de la BOG25, junto a Santiago Trujillo, secretario de Cultura de Bogotá.
Foto: Valentina Matiz Bernal

Fue así como se plantearon siete ejes en los que se desarrollaron las selecciones de las obras y artistas de la BOG25: “Ocio radical, centrado en la acción colectiva, el carnaval y el juego; Esoterismo ambiental, que examina los paraísos artificiales, los estados alterados y los procesos de sanación; Estratigrafías, que aborda la segregación y la endogamia en una ciudad donde se divide la población en estratos; Tierra fría, que se centra en Bogotá como una de las pocas ciudades de clima frío en un país tropical y examina su ecosistema; La promesa, que aborda esta expansiva metrópolis como un lugar de acogida y la aspiración a una vida mejor; Optimismo tóxico, que trata críticamente el auge de la literatura de autoayuda y el negocio ligado a la búsqueda de la felicidad, y, finalmente, Infancia, que explora la tensión entre su idealización como una etapa de felicidad y libertad, y su realidad como un período de profunda vulnerabilidad”, desglosaron en su texto curatorial.

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Cada uno es una punta que teje la compleja relación entre la felicidad y el arte, que a su vez se enreda con lo que esto significa en una vida en sociedad. Este es el elemento que nos remite al origen del pensamiento occidental y nos renueva la idea de que llevamos toda nuestra historia haciéndonos las mismas preguntas.

Sobre ser feliz en la ciudad

Aristóteles, uno de los primeros filósofos en plantearse la cuestión de la felicidad como el fin de la vida, se dio cuenta muy pronto de que no era posible desligar la experiencia social del análisis de una vida plena. “La primera teoría de la felicidad nació en el marco conceptual de la polis griega, y Aristóteles la concibe como una cosa que no se realiza en soledad. Para él, la felicidad supone el ejercicio de la ciudadanía y el ejercicio de la ciudadanía supone la actividad política. No hay humanidad sin ciudad y, por lo tanto, no hay plenitud de la humanidad sin participación en la comunidad”, explicó Juan Fernando Mejía, doctor en filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, investigador y presentador del pódcast “Inéditos & Inconclusos”.

En la “Ética a Nicómaco”, el filósofo griego desarrolló esta idea y planteó una de las teorías más influyentes sobre la felicidad en la historia de la ética. Tanto así, que es una pregunta que la misma Bienal se hizo a la hora de encarar el problema del bienestar desde la ciudad. Su eje “La promesa” es el que más se acopla a esta visión, pues trata precisamente la idea de que la vida urbana es un camino hacia el crecimiento personal. Sin embargo, los demás también tienen algo de esta noción aristotélica, porque aluden a una experiencia colectiva. El mismo secretario de Cultura, Santiago Trujillo, afirmó que así era: “La idea era interpelar y controvertir el cómo podemos ser felices en esta ciudad y en general en las ciudades del mundo contemporáneo, y entender que la felicidad no es lo que siempre nos dicen, sino que hay múltiples maneras de construirla, de tener calidad de vida y de experimentar el bienestar en la sociedad”.

La BOG25 se presenta entonces como una oportunidad para que los ciudadanos se cuestionen estas nociones a través del arte. Beatriz González y Alfredo Jaar son algunos de los que crearon obras directamente relacionadas con el tema, pero también hay otros casos más abstractos, como el de Leandro Erlich (Argentina), quien traerá una casa con raíces colgadas en la base que quedará suspendida sobre la plazoleta de Lourdes. Para el secretario, se trata de una obra que se relaciona con el tema principal de la Bienal, en el sentido de que apela a la noción de hogar, pero esta es apenas una de los millones de lecturas posibles que se podrán hacer de esta pieza, que acompañará a la iglesia durante estos meses.

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Un espacio de encuentro

Si bien incidieron en la elección de las obras que participarán en la Bienal, el eje curatorial y la pregunta sobre el bienestar no son una camisa de fuerza en términos de interpretación. “Ni siquiera el artista puede dictar cómo se lee su obra, porque él o ella solo conoce la faceta de la creación, pero no lo que sigue cuando el público la tiene al frente. En ese sentido, el arte se materializa cuando entra en contacto con un contexto social; una obra guardada en un estudio no es arte, es apenas una intención. El sentido de la Bienal es abrir la circulación pública de las obras y permitir ese encuentro que desencadena interpretaciones posibles”, afirmó Cerón.

Mejía estuvo de acuerdo con esta noción, pues más que imponer una lectura, la idea de exhibir obras de arte de la manera en la que lo hará la Bienal cumple un objetivo mayor: poner en discusión aquello que consideramos evidente, pero que no lo es cuando entramos a analizarlo en detalle. “El arte interviene en el espacio político y discute con los términos, los conceptos y las prácticas por medio de las cuales nosotros planteamos nuestra conversación sobre lo que nos es común”, explicó. Es decir, que se trata de una manera en la que podemos enriquecer nuestra conversación sobre lo que significa “ser felices”, apelando a nociones más abstractas.

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Serán semanas en las que se invitará a la ciudadanía a disfrutar del arte, a aprovechar el espacio público de una manera distinta, pero sobre todo, a pensar. “Queremos que la gente venga a desubicar la mirada, a detenerse y a tener un espacio de reflexión necesario, porque este país está estresado, y la Bienal puede ser un camino para desestresar el alma y para detenernos en un momento en el que todo lo queremos rápido”, concluyó Trujillo.

Más que una respuesta definitiva sobre lo que significa encontrar la felicidad, la Bienal de Arte y Ciudad propone cientos de perspectivas desde las cuales podemos cuestionarla y crear así nuestra propia definición de una vida plena.

Por Santiago Gómez Cubillos

Periodista apasionado por los libros y la música. En El Magazín Cultural se especializa en el manejo de temas sobre literatura.@SantiagoGomez98sgomez@elespectador.com
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