Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Blandine, inquebrantable | Reseña de “That Summer in Paris” (2025)

Esta reseña se realizó en el marco del Taller de Crítica del Bogotá International Film Festival (BIFF) 2025, como parte de los textos desarrollados durante el laboratorio.

Camilo Alejandro Pinto

14 de octubre de 2025 - 03:30 p. m.
La película francesa, una comedia dramática estrenada en 2025, fue dirigida por Valentine Cadic.
Foto: Cortesía BIFF 11
PUBLICIDAD

En un momento de la película That Summer in Paris, la protagonista, Blandine, se desborda ante un entrevistador, confesándole sus motivos para estar en la ciudad de París atravesada por los Juegos Olímpicos. Él le cuenta una noticia nefasta: la competencia de nado abierto en el Sena ha sido cancelada por el nivel de contaminación del agua. Al preguntarle su opinión, Blandine va un paso más allá. Había planeado el viaje con su expareja, pero la relación terminó; aun así, no consideró justo renunciar al evento. Decidió enfrentarse a la ciudad sola, intentar reconectar con su media hermana Julie, a quien no veía hacía diez años, y conocer por fin a su sobrina. El entrevistador queda impávido. Esta es solo una de las tantas escenas, casi como en una comedia de errores, en las que Blandine se ve enfrentada a la multitud, muchas veces hosca, de París.

Hay algo en el retrato de Blandine que habla de una fuerza inamovible. Inocente, torpe, algo tosca, vibrante y fuera de lugar, el filme nos presenta a una mujer que parece pequeña, insuficiente, errada; alguien que vive en un perpetuo “fuera de lugar”. Tal vez por eso su travesía me resulta cercana: en esa sensación de extrañeza, de sentirse ajena o insuficiente, es fácil quebrarse y desbordarse como ella en aquella entrevista.

Sin embargo, la mayor fortaleza del filme de Valentine Cadic radica en cómo la figura de Blandine, inicialmente frágil, se va reconfigurando ante nuestros ojos. Ella no cambia tanto como cambia nuestra percepción de ella. Blandine es, ante todo, fiel a sus principios. Si hubiera que reducirlos a una palabra, sería empatía: pensar en el bien del otro, incluso fuera de sí misma. Lo vemos en su trato con su hermana, aun cuando su vida parece resquebrajarse ante el genio iracundo de la parisina, o en su relación con su sobrina, con quien teje un lazo más íntimo que el de dos familiares recién reunidas. Más adelante, cuando Blandine es confrontada por la policía tras pintar un grafiti contra los Juegos Olímpicos, esa misma seguridad y esa empatía consigo misma se convierten en su arma de protección. Blandine es compasiva con todos, pero, sobre todo, con su propia diferencia. Y en esa aceptación encuentra su fuerza.

Read more!

La película fue filmada durante los Juegos Olímpicos reales, lo que le otorga un aire de contemporaneidad casi documental. Cadic ha dicho que le interesa cómo los grandes eventos moldean la vida de quienes quedan en los márgenes. Sin hacer de la crítica social su centro, todo lo que rodea el evento está presente: la ciudad alterada, los cuerpos desplazados, la tensión entre lo público de la multitud y lo íntimo de sus habitantes. Blandine aparece allí como un cuerpo que se resiste a disolverse en el flujo. En un mundo líquido, donde los vínculos, los lugares y las identidades se vuelven transitorios, ella se mantiene entera. La lentitud con que camina, su torpeza y su ternura fuera de ritmo son formas de resistencia frente a una sociedad que corre. En los planos masivos, donde la multitud se confunde con el paisaje, su figura se sostiene, visible y firme, gracias al notable trabajo de Cadic con Blandine Madec, la Blandine de carne y hueso.

Hay otros momentos en los que la cámara se acerca en primeros planos a sus personajes, y Cadic le ofrece a su protagonista pausas de respiro: escenas sencillas junto a su hermana, su sobrina o Benjamin (un muchacho simple con quien comparte esa sencillez). Esas pausas, en medio del ruido, son las que sostienen la película en equilibrio. Allí, la conexión humana emerge como contrapeso a la liquidez, la permanencia del vínculo frente a lo efímero del evento.

Read more!

That Summer in Paris podría leerse como una versión más explosiva de distintos relatos sobre la otredad en escenarios hostiles, como Lost in Translation, de Coppola, que llega a una conclusión similar sobre las conexiones que formamos. Su personaje errático contrasta con el de Julie en The Worst Person in the World de Joachim Trier: aquí, sus decisiones no la condenan, sino que la liberan. El compás de la segunda mitad, cuando Blandine se reconfigura en heroína, revela tanto a la película como a su directora como intensamente optimistas.

Técnicamente, la película es ambiciosa. Cuesta creer el despliegue que implicó filmar durante los Juegos Olímpicos. Pero su narrativa es modesta como su protagonista: una profesora de piano que finalmente regresa a su villa en Normandía. Mantenerse fiel a sí misma es el gran gesto político de su aventura. En el plano final, lejos del bullicio y la hostilidad parisina, Blandine regresa al hogar. No al hogar físico: su hogar es el mar.

Por Camilo Alejandro Pinto

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.