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Canizales: “Estamos perdiendo las capacidades de reflexión y creatividad”

El ilustrador y escritor colombiano Canizales habla sobre su serie Selváticos, protagonizada por animales como el chigüiro, el tití y el perezoso. En esta entrevista, el autor explica por qué eligió la literatura infantil, la importancia de los animales en sus historias y la necesidad de rescatar la pausa en un mundo acelerado.

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Andrés Osorio Guillott
16 de agosto de 2025 - 04:00 p. m.
Ilustración de "¡Chigüiro, tenemos que hablar!", libro de Canizales.
Ilustración de "¡Chigüiro, tenemos que hablar!", libro de Canizales.
Foto: Canizales
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Canizales, ilustrador y escritor colombiano, recuerda que desde pequeño dibuja y crea historias. En el colegio, recuerda, los profesores siempre destacaban la atención que él prestaba y la cantidad de notas que registraba en sus cuadernos, pero él confiesa que lo que en realidad hacía era tiras cómicas.

“Seguí evolucionando por ese lado, haciendo siempre historias pobladas de muchos personajes de muchos tipos. Entre ellos había personajes animales y luego ya me decanté por el cómic, hasta que finalmente llegué al álbum ilustrado. En el álbum infantil y en los libros infantiles en general encontré que realmente estaba en lo que quería ser. Fue como anillo al dedo cuando entré en ese ámbito”, dijo Canizales en entrevista para este diario.

Canizales y la importancia de la literatura infantil

¿Por qué es importante la literatura infantil?

Porque resulta que hay muchos aspectos de la vida que niños y niñas no pueden asimilar de otra forma. Hay, por ejemplo, ideas, emociones, conceptos, sensaciones, que los niños todavía no son capaces de articular o de ponerles nombre, o de asimilar o entender. Y la literatura infantil sirve como un vehículo principalmente a la fantasía, pero la fantasía no es una cosa abstracta y pura, sino que está alimentada de ese tipo de cosas.

Hay una historia, hay un conflicto, hay una resolución, hay unos arquetipos de personaje. Entonces los niños pueden empezar a ver, por ejemplo, ahora últimamente se ha hecho con mucho énfasis una tendencia sobre el aspecto del control o manejo de emociones de manera muy directa. Pero, sin embargo, eso lo habían hecho siempre los libros, porque a través de ellos experimentamos el miedo, experimentamos el alivio. Nos ayudan a aproximarnos a todas esas cosas que, si te las explican, no las vas a entender. Tú lo entiendes mucho mejor a través de una historia, mucho mejor a través de la empatía que tienes con esos personajes y con esos sucesos.

¿Por qué los animales adquieren tanta importancia en su obra?

Pues esto se conecta con una tradición muy antigua en la que los animales antropomorfos han servido como excusa para tipificar diferentes tipos de actitudes. Son como, por ejemplo, en los personajes clásicos, el lobo, que representa el mal, la amenaza, el peligro.

Y así, todos los otros personajes también tienen unos valores, un rol dentro de la cadena alimenticia, dentro del ecosistema. Uno puede extrapolar esas cualidades y sirven para comunicar ciertas cosas, que es lo que yo hago en estos dos libros.

El capibara es un animal que hoy en día goza de aceptación, o más que aceptación, de un amor en todo el mundo. Todo el mundo ahora está enamorado de los capibaras porque son animales apacibles, atractivos, redondos, peluditos y además se consideran los animales más amigables del mundo. Esa cualidad es la que yo exploto en algún sentido dentro de este libro.

Y en Perezoso, digamos que está estigmatizado con ese nombre que le pusimos, pero no es pereza, sino un modo diferente de vida, un ritmo muy distinto al que nosotros estamos sometidos ahora, en que siempre tenemos que correr, que no alcanzamos, que tenemos una cita y entre citas contestamos no sé cuántos mensajes. Y los niños van por el mismo camino.

Entonces, en este libro, el tití, que es la contraparte de los personajes, es el impaciente, el irascible, el que explota. Y en un momento dado aprende que si va siempre tan rápido, se va a perder otros aspectos de la vida de los que podría disfrutar: olores, sonidos, la apreciación de detalles en la naturaleza. Y esto lo descubre gracias a Perezoso.

Canizales y su serie Selváticos

¿Y por qué esta serie de Selváticos? Es decir, ¿por qué elegir este tipo de animales y no unos que podrían ser más cercanos a los niños como los perros o gatos?

Como autor e ilustrador colombiano, con una trayectoria de muchos libros publicados, sentía que estaba en deuda con nuestros animales. ¿Por qué nuestros animales no están poblando los libros? ¿Por qué en lugar de ver las aventuras del Tío Conejo no estamos viendo las aventuras del chigüiro?

Por un lado, si no nombramos las cosas, si no las vemos, estas desaparecen. Entonces era traer al imaginario de niños, niñas y adultos que aquí tenemos estos animales. Que están por aquí, que debemos tener cuidado para no seguir expandiéndonos, agotando recursos, traficando con ellos, encerrándolos en jaulas.

Si conectamos con ellos, si les damos nombre, si entendemos cómo viven, qué nos aportan, vamos a empatizar, a quererlos, a sentir que ya son parte de nosotros, no la otredad.

Lo último: con el término Selváticos yo quería primero referenciar el territorio de donde vienen, la selva. Segundo, mostrar que aunque nosotros hemos hecho una distinción entre seres humanos y animales, no somos tan diferentes. Tenemos instintos, emociones, somos contradictorios, confusos. Dentro de la filosofía de Selváticos está ver cómo esas emociones nos conectan con los animales.

Cuando usted se sienta a escribir, ¿intenta mostrar en algún personaje algún principio o virtud? ¿Cómo piensa las moralejas? Y si es así, ¿cuáles son esos principios que le interesa mostrar en su literatura?

Cuando analizas la literatura infantil encuentras muchos productos diferentes. Tienes como una balanza: este libro es más didáctico, este otro más lúdico.

En mi caso procuro que la experiencia lectora sea emocionante, divertida. Que el niño no sienta que está en clase, con un libro de texto, con un adoctrinamiento. Sin embargo, sí quiero que haya un aporte, pero no dicho de forma directa, sino a través de la historia.

Por ejemplo, en Perezoso. No digo: “moraleja, hay que ir despacio”. Pero vemos cómo el mono explota porque el trayecto que él hace en cinco minutos, el perezoso quiere hacerlo en tres horas. Se desespera, pero esas tres horas no eran para llegar, sino para descubrir insectos, flores, detalles.

El niño, aunque no lo verbalice, se queda con esa idea, esa sensación, que más adelante se convierte en un principio.

Aunque en este libro sí quise hacer una línea clara entre las dos partes de la balanza. Hay una parte didáctica: en las últimas páginas del libro hay información real sobre los perezosos. Porque me interesa que los entendamos, que hagan parte de nuestro equipo, que estén de nuestro lado. Mientras más los conozcas, más los quieres, y si los entiendes, ya no los vas a traficar ni eliminar.

Hablemos de este libro en el que aparece el perezoso, que plantea la importancia de ir más despacio, una llamada a la pausa tan necesaria en estos tiempos.

Hay una preocupación mía, y de muchas otras personas, por la celeridad con la que estamos viviendo. Los niños lo ven y lo copian. Además de su carga académica, los metemos en mil clases, quizás para tenerlos ocupados y no darles atención. También a edades tempranas les damos aparatos digitales, tablets, móviles, videojuegos rápidos.

Ellos crecen con la sensación de que cada minuto debe estar lleno de entretenimiento. No pueden quedarse quietos ni un minuto. Estamos perdiendo la capacidad de reflexión, creatividad, autoconocimiento, de desarrollar criterio.

En el libro vemos el contrapunteo: el perezoso va despacio porque le gusta apreciar las cosas. Ver flores, insectos, colores. Y estamos perdiendo esa capacidad de admiración.

Además quería hacer justicia al perezoso, porque le hemos puesto un nombre horroroso, y estigmatizamos la lentitud. La asociamos con lo negativo: rápido es progreso, lento es quedarse atrás. Pero sin la lentitud no podemos crear, reflexionar.

Yo, para escribir o ilustrar, necesito silencio, pausa. No puedo estar escuchando música, podcasts, recibiendo notificaciones. Y me parece muy divertido que esto nos lo enseñe un perezoso.

Quiero hablar también del chigüiro, al que en su libro adjudica ese lado amistoso, amable, solidario.

Las ideas llegan de muchas fuentes. Yo tenía muy claro que quería comenzar con el chigüiro, capibara o carpincho. ¿Por qué? Por varias razones. Había visto una tendencia mundial: peluches, juguetes, incluso en Japón hay bares donde puedes acariciarlos. Y pensé: ¿cómo así se están apropiando de nuestro chigüiro y nosotros de brazos cruzados?

Aquí en Colombia hemos tenido un personaje muy famoso, el Chigüiro de Ivar Da Coll. Cuando presenté este proyecto pensé llamarlo Capibara porque era más internacional. Pero finalmente decidimos que fuera Chigüiro.

Una imagen que me cautivó mucho fue la de un chigüiro encima de un caimán. Una relación entre depredador y presa, pero basada en convivencia. El chigüiro es considerado el animal más amigable del mundo. Y quise explorar cómo la amistad puede estar por encima de otras cosas.

En la historia, en la selva amazónica, cuando hay sol los animales quieren salir. Tití busca amigos, pero todos ya tienen planes con Chigüiro: el tucán, el caimán, la rana, la anaconda, la guacamaya, el tapir. Tití se enfada.

Por eso el título Chigüiro, tenemos que hablar. Pero cuando lo encuentra, Chigüiro le dice: “¡qué bien, necesitábamos a uno más para la torre animal!”. Y todos juegan: tren submarino, escondite, rayuela. Tití se va divirtiendo y al final entiende que la amistad es compartir momentos, no acaparar.

Hablemos de Tití. ¿Cómo fue la construcción de ese personaje? Porque en los dos libros él es al principio el desubicado, pero luego se reconcilia.

Tití, aunque uno de los libros es sobre Capibara y el otro sobre el Perezoso, realmente es la estrella.

Surge por varias razones. Siempre consulto con mi niño interior y con los niños a mi alrededor. Y hay animales que ellos quieren especialmente: gatos, perros, monos. Los monos son graciosos, traviesos, hacen reír, roban comida, no se quedan quietos.

Necesitaba ese contrapeso: por un lado, el calmado perezoso; por otro, el amigable chigüiro. Y descubrí que Tití, con su impaciencia, nerviosismo, irritabilidad, movilidad, me daba eso. Ayudaba a que los niños lo vieran de forma divertida.

Y además, para que una historia sea divertida, necesitas conflicto, choque, transformación. Tití es el mejor actor que he contratado para estas dos películas.

Y ya para cerrar, ¿cuáles son esos otros proyectos que realiza como escritor?

Yo me muevo en cuatro targets del público infantil y juvenil. Primero, de 0 a 3 años: libros rígidos de cartón, con troqueles que sorprenden al pasar la página. Me gusta jugar con la magia, la sorpresa, que no sean libros fáciles. Segundo, de 3 a 7 años: álbumes ilustrados como Chigüiro y Perezoso. La imagen es el 80% del contenido, pero ya hay más texto. Tercero, de 7 a 10 años: cómic infantil. Acabo de publicar en España y Francia Preanimales, un cómic de 80 páginas. Y cuarto, para mayores de 14 años: novela gráfica para jóvenes y adultos. Por ejemplo, Amazona, sobre indígenas desplazados, que ganó un premio en España y se ha publicado en francés, inglés y español. Allí hay temas políticos, violencia, otro tipo de estilo gráfico.

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