En febrero de 2008, una nueva obra tuvo su premiere en Nueva York. Diecisiete años después, “Next to normal” o “Casi normales” en español, llegó a las tablas en Colombia. El musical de drama cuenta la historia de la familia Goodman “que debe enfrentarse al trastorno bipolar de Diana, la madre. A través de momentos desgarradores, llenos de humor y de ternura, la obra revela cómo cada miembro lidia con el dolor, la esperanza y la búsqueda de normalidad”, de acuerdo con la sinopsis.
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El 26 de septiembre, el musical de Brian Yorkey, debutó en Bogotá en Teatro Lycée Francais Louis Pasteur. El elenco, conformado por Juliana Reyes, Juan Mondragón, Juanita Roldán, Juan Esteban Manrique, Calo Mesa y Juan Camilo Sánchez, encarna la historia que ha recibido un Premio Pulitzer y tres Premios Tony.
Para traerla al país, Juan Mondragón, quien además es uno de los productores, contó para El Espectador que conocía de esta obra desde su estreno en la ciudad que nunca duerme. Sin embargo, no fue sino hasta hace año y medio que pudo verla en vivo en el West End en Londres.
“Casi normales” era una de esas obras que estaban en la lista de Mondragón desde su estreno. “En un viaje con mi socio, decidimos ir a verla. En mi casa hubo temas de salud mental, entonces más me llamaba la atención. Me revolvió el corazón”. Las lágrimas, según su testimonio, estuvieron presentes durante la función, pues la conexión emocional que sintió con el musical se relacionó profundamente con una situación familiar que atravesó recientemente. Y, durante el intermedio entre los dos actos, los socios no se demoraron más de cinco minutos en decidir que este sería el título que traerían al país.
De acuerdo con Mondragón, el proceso para adquirir los derechos fue corto. “Es una responsabilidad muy grande contar esta historia. Nos tocó, por ejemplo, mandar las hojas de vida de los directores. Todos los espectáculos se abordan desde una manera diferente en términos de derechos internacionales y todos tienen un manual diferente de restricciones o de peticiones, una de las más importantes era el manejo de la obra en sí”. La versión de los textos que recibieron era mexicana y era necesario hacer unos ajustes para que pudiera entenderse en el contexto colombiano. Para Mondragón, esta adaptación se trataba de mantener la esencia en su totalidad, ajustando las expresiones, palabras y hasta nombres de medicamentos, sin cambiar a los personajes o la historia.
“He hecho adaptaciones para otras versiones internacionales de títulos muy importantes. Lo crucial es no desfigurar la esencia del título y no colombianizarlo. Por supuesto, hay que poner un par de cosas y palabras que nosotros podamos vivir y entender un poco más, pero que la historia siga guardando el alma de donde pertenece”, dijo.
Para esta producción contaron con el asesoramiento y acompañamiento médico y psicológico del doctor Ricardo Aponte, ya que uno de los retos de interpretar este musical era “no caer en los estereotipos y en los juicios o en el desconocimiento de la información sobre qué era una enfermedad salud mental. Lo que primero hicimos antes de leer el texto fueron sesiones con Ricardo para entender cuáles eran esos trastornos: la bipolaridad, la depresión, una manía, un delirio... y comprender todos los términos desde la realidad y la honestidad de lo que le sucede a una persona así para poder abordar a estos personajes”, afirmó Mondragón.
Con esto en mente, comenzaron a montar la obra, teniendo ese conocimiento médico y contando con la asesoría de Aponte en algunos de los ensayos. Una de las lecciones más valiosas de este proyecto fue entender la responsabilidad con la que debían acercarse a la historia y la música. Además, está un tema de visibilizar y hablar sobre salud mental desde el teatro y “decirle a la gente que no están solos, que no está mal hablar del tema, que no son los únicos, que a muchas personas les pasa. Este espectáculo me ha hecho más consciente de que el arte tiene la posibilidad de transformar y de ayudar”.
Para Mondragón ha sido clave la energía y sinergia entre el equipo, en sus palabras, crearon un “grupo de amor” en el que la cohesión entre ellos logró que en escena se demuestre el respeto por contar la historia que presentan con respeto, pues no están conscientes de que no es solo de ellos, sino del público.
Luego de que se cerrara el telón, tras esa primera función en septiembre, Mondragón se quedó con la reacción del público esa noche, con lo que culminó un proceso de ensayos muy intenso a nivel emocional. Al salir del teatro, el elenco fue a la casa de Mondragón para un brindis en el que el sentimiento principal fue el agradecimiento por poder contar esta historia.
“Cuando uno está en las tablas y se ve reflejado en esa historia, no solamente en términos de salud mental, también en relaciones familiares, en términos de la humanidad y la vida misma, surge una cosa muy bonita: la empatía. Aunque la historia y los personajes no son reales, la obra se convierte en un reflejo de muchas situaciones del público. Creo que el arte y la música tocan otras fibras tan importantes que no solamente son la razón, también el corazón. Se hace un rompecabezas perfecto para contar una historia humana y real, con verdad y responsabilidad, para que, a través de estas expresiones, haya una conexión a niveles más profundos con la audiencia”, concluyó Mondragón.