El sol de la tarde cae sobre una lámina de hierro y la convierte en un caballo. Esa era la visión que el artista colombiano de origen libanés David Manzur tenía en la cabeza cuando concibió la obra Caballo al viento, una escultura monumental de cuatro metros de alto que ahora reposa en la plazoleta central de la Universidad de Antioquia (UdeA).
El pasado 4 de septiembre, Manzur entregó esta obra a la institución. En el marco de este evento, habló con El Espectador sobre su proceso creativo, sus concepciones del arte y la proyección que tiene tanto para su propia carrera como para la de los estudiantes con los que tuvo la oportunidad de compartir.
Sobre Caballo al viento, el artista detalló que se trata de una pieza que hace parte de una colección de obras en gran formato que realizó para la Fundación Corazón Verde. Sin embargo, una de ellas, “la más conceptual en el sentido de que es la más simple, la más limpia, la más desligada”, según la describió, la había reservado especialmente para integrar el Museo Abierto de esta institución.
“No es un cuento nuevo. Ya los griegos habían hecho cosas parecidas”, explicó, refiriéndose a la idea de crear una obra pensando no solamente en la materialidad que la componía, sino en cómo iba a interactuar con la luz.
El resultado fue una pieza compuesta apenas por un par de láminas de hierro que sugieren la silueta de un caballo y que, bañadas por el sol, ofrecen a cada hora del día un espectáculo artístico distinto.
Si bien el caballo ha sido protagonista en buena parte del trabajo de Manzur, Caballo al viento muestra una faceta que el artista se está atreviendo a explorar en su camino interminable de experimentación. Para él, esto es algo de lo que nunca quiere prescindir, aunque también aclaró que cree que “cada vez el tiempo se va volviendo más urgente”, por lo que desea seguir empujando los límites de las técnicas en las que más ha trabajado.
El arte fuera de las galerías
Una de las características de esta obra es que, a diferencia de otras del artista que se encuentran en galerías o museos, acompañará el día a día de los estudiantes, profesores y personal administrativo de la universidad. Será una pieza con la que se encontrarán de frente, todos los días, quienes atraviesen la plazoleta. Para el artista, esto significa una oportunidad para que cada persona se forme su propia interpretación de la obra sin necesidad de un intermediario.
“Estaba leyendo el comentario de un gran tratadista, filósofo y conocedor del arte, que sugiere que la contemporaneidad del arte no son las galerías ni el negocio, sino la libertad entre el artista y su público”, contó Manzur. Esto no quiere decir que, para él, se trate de lugares prescindibles. Más bien sugiere que hay situaciones en las que el arte debe dialogar directamente con sus espectadores sin estar mediado por la crítica.
“Cuando una persona ve una obra, la va a interpretar según su cultura. Esa parte es muy importante porque llega un punto en el que no hay galería ni crítico ni tratadista que pueda desviar eso”, afirmó.
Pasado, presente y futuro de David Manzur
La entrega de Caballo al viento fue la culminación de su tarea dentro de ese proceso de creación de significado. Para él, no existe una obra concluida para un artista: “el que la ve es el que la termina”. Afirmó que quedó muy satisfecho con su instalación allí, pero su mente parece estar ya puesta en el siguiente proyecto que tiene en las manos.
A sus 95 años, David Manzur sigue siendo un artista sumamente inquieto. Sus obras las recuerda con cariño y gratitud, pero no les dedica mucho tiempo. “No hablo del pasado. No tengo nostalgias, solo guerras con lo que se viene”, declaró. El camino de exploración no parece tener fin para él y está dispuesto a seguir recorriéndolo hasta el final de sus días.