El cortometraje Discómanos llega con fuerza a la escena audiovisual colombiana, explorando las memorias, la música y las nostalgias que habitan entre los surcos del vinilo.
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En un diálogo íntimo entre arte y emoción, la reconocida actriz Marcela Benjumea compartió detalles sobre su experiencia al interpretar un papel que combina sensibilidad y fuerza, mientras que su director, Luis Montealegre, reveló las motivaciones que dieron origen a esta historia, rodada con una estética que rinde homenaje al sonido analógico y a la pasión por el cine independiente.
Este cortometraje, que en el año 2022 fue beneficiario del FDC (Fondo de estímulos del cine colombiano) y que ha sido parte de la programación del Festival de Cortos de Bogotá (Bogoshorts), se estrenará este 10 de octubre en la Cámara de Comercio de Pereira, ciudad donde se hizo la grabación del mismo.
En esta entrevista, Benjumea y Montealegre conversaron sobre los desafíos de construir un relato breve cargado de humanidad y ritmo, y sobre cómo Discómanos se convirtió en una pieza que invita a reflexionar sobre el paso del tiempo, los vínculos afectivos y la música como refugio de la memoria colectiva.
En el universo contenido de un cortometraje, donde el tiempo apremia y cada gesto se piensa y ejecuta milimétricamente, construir un personaje con capas emocionales profundas puede parecer un reto mayúsculo. Para Marcela Benjumea, protagonista de Discómanos, el desafío no estaba en la brevedad del metraje, sino en la hondura emocional de su personaje.
“La construcción de un personaje no tiene que ver con el tiempo que aparece en pantalla. Un personaje debe existir en un minuto o en dos horas. Ese es el ideal. Lo realmente desafiante fue conocerla para poder interpretarla”, explicó la actriz.
Johana, el personaje que encarna Marcela Benjumea, se mueve entre la urgencia de sobrevivir y los ecos de una maternidad atravesada por la precariedad. Pero lejos de los lugares comunes, la actriz la aborda desde una sensibilidad profundamente humana: “Creo que no hay muchos estereotipos en las madres. Son seres complejos, todas sin excepción. Lo interesante es tratar de conocerlas y, en esa medida, se huye del estereotipo”.
En esta historia, la música no solo acompaña: significa. Un viejo LP, aparentemente inofensivo, se convierte en el centro de gravedad emocional del relato. ¿Es ese objeto una maldición, una salida, un símbolo? Para la actriz, la respuesta es clara: “Evidentemente, el LP es la salvación. No por lo que vale, ni por la importancia del objeto en sí, sino porque representa la oportunidad que tiene Johana de cambiar su vida”.
La puesta en escena opta por una cámara íntima, a veces casi invasiva, que sigue de cerca los movimientos y silencios del personaje. Pero esa cercanía visual no fue una barrera, sino un puente: “La dirección de fotografía fue hecha por Juan Carlos Vásquez, él y yo ya nos conocíamos. Eso hizo que la cercanía no se sintiera intrusiva, sino como otro personaje dentro del set. Ayuda mucho tener una persona tan pila trabajando cerca. El ritmo se construye entre todos”.
Si pudiera definir a Johana con una canción, solo una, ¿cuál sería?
“Caminando, de Rubén Blades”.
Antes de despedirnos, le lanzo una última pregunta, casi fuera del guion: ¿Será que en Colombia la tragedia y la felicidad están siempre tan cerca, siempre a punto de tocarse? Su respuesta tiene la sobriedad de quien ha observado de cerca esa tensión: “Considero que la gloria es un instante, por eso el resto del tiempo se siente como drama. Pero creo que todo es una construcción”.
Johana, como tantas otras mujeres reales y ficticias, no es solo un personaje: es una posibilidad. Una forma de mirar lo cotidiano con ojos que no se rinden.
La voz del director
¿De dónde nace Discómanos?
Nace de mi gusto por la salsa. En su momento, al acercarme a textos de investigación sobre diversos temas, me encontré con personajes que giraban alrededor de este género: los coleccionistas, los bailarines, entre otros. Descubrí también la existencia de la mafia de los LP en los años 70 y 80, muy fuerte en Bogotá. Algunos discos solo los tenía la gente con dinero, pero era un mundo que también se movía bajo cuerda.
Hay una mezcla de realismo urbano con un tono casi mítico alrededor de la obsesión musical. ¿Cómo se da ese equilibrio estético y narrativo?
Después de tener los detonantes —la música y los personajes frenéticos—, faltaba plantear que esta historia sucediera en el centro de cualquier ciudad de Colombia. Quería darle humanidad a la protagonista, que no solo fuera un personaje inmerso en el azar de tener un objeto que le complica la vida, sino que también tuviera una vinculación humana con ese contexto: sus relaciones sentimentales, familiares. Además, estos personajes discómanos son seres que se mueven tras vitrinas, pero detrás de ellos también circula, en ocasiones, dinero caliente, algo que se refleja en el cortometraje.
¿Qué buscaba en la elección de actores y cómo fue el trabajo de dirección actoral para lograr tanta intensidad contenida?
Con los actores se planteó que fueran profesionales. La protagonista debía ser una mujer con trayectoria, con cartel de calidad y con un componente comercial. En este caso, invitamos a Marcela Benjumea, quien normalmente no hace este tipo de producciones, pero al leer el guion le pareció una muy buena idea y viajó desde Bogotá a Pereira para hacer el trabajo. También participaron actores como Fredy Yate, con un recorrido igualmente importante.
Discómanos fue seleccionado en Bogoshorts y apoyado por el FDC. Más allá de los logros, ¿qué conversación quisiera que abra este corto en el público colombiano?
Discómanos busca hacer parte de una nueva generación de películas que mezclan la industria con lo artístico, contando historias con tiempos acordes a cada guion. En este caso, es una comedia negra con detalles de acción y drama, que desde esos géneros propone diversión, frenesí y, sobre todo, humanidad, lo que finalmente nos conecta con la vida. Este corto quiere integrarse a esa ola del cine colombiano que piensa en el público, con historias que nos confrontan de manera bella y entretenida.
¿Por qué elegir Pereira para realizar la grabación?
Pereira ha estado muy vinculada a mi vida. Yo soy de Bogotá, pero he pasado casi la mitad de mi vida entre las dos ciudades. La realización del cortometraje se dio también gracias a los fondos y premios que apoyan el cine regional, y por mi conocimiento de los equipos de producción en Pereira, de sus locaciones y del amor que siento por la ciudad. Siempre está en nuestros panoramas filmar en Bogotá o en Pereira, principalmente.
Discómanos seguirá apareciendo en festivales, por ahora, tras su estreno en Pereira, este trabajo se adentrará en la escena comercial.