Para Miler Lagos, artista bogotano, su obra es el resultado de las ideas, observaciones y pensamientos de quienes lo rodean en su taller. Desde el barrio San Felipe, en Bogotá, Lagos produce sus piezas de diferentes tamaños, desde el “Tic Tac” que se exhibió en la galería Espacio Continuo en 2023, hasta las “Lagos” de resina.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Si las paredes de ese espacio hablaran, darían cuenta de la camaradería y la amistad que se vive al interior. O eso cree Lagos: “Más que trabajar, nos reunimos a comer, a hablar y a hacer chistes. Hay trabajo, pero se frena para comer. Ponemos una mesa en la mitad del patio y la comida se convierte en algo similar al encuentro de los domingos, pero entre semana. Como todos somos artistas, hay preocupaciones, ideas y cada uno tiene su universo, pero este se vuelve el lugar de discusión de eso”, aseguró en entrevista para El Espectador.
En el taller, la familia de Lagos se extiende más allá de su esposa, hijas, padre y hermanos, para incluir a los artistas con los que trabaja, que fungen como asistentes, pero Lagos se refiere a ellos como “hermanos” y “familia”. “También llegan muchos artistas que están en la zona o que vienen a Bogotá. Este es un lugar de encuentro para todos. Estas paredes podrían contar todas las incidencias de los temas del arte, de la política, de la sociedad, que, entre otras cosas, son algunos de los motores que más motivan la producción nuestra, la vida misma”, dijo.
Para él, el espacio es de suma importancia. Se considera de la vieja escuela a la que le gusta el contacto directo con los materiales, pues “entre más espacio, siento mayor libertad de producir cosas”. Cree que a veces su taller se parece más a algo industrial que artístico, con la diferencia de que el primero está marcado por la eficiencia en el sentido del costo, uso y utilidad, y en el segundo “la utilidad se termina convirtiendo en algo poético. Muchas veces los grandes trabajos terminan guardados porque son más difíciles de vender. Los pequeños sostienen a los trabajos grandes. Hay trabajo continuo en piezas pequeñas, que son las que nos permiten experimentar con cosas grandes”.
Entre su tesis de grado en 2002, obras tituladas “Lugares soberanos”, los “Anillos del tiempo” y más, el taller de Lagos es un recorrido por su arte. En la parte derecha, que está justo después de la entrada, se encuentra uno de los “Anillos del tiempo”. El pasillo que lleva hacia el patio tiene unas mesas donde, al momento de nuestra visita, reposaban algunos de los experimentos que el artista ha realizado con impresiones. Al entrar al patio, hacia el fondo, en un espacio cubierto, está una de las áreas de trabajo. En una mesa larga se encontraban unas obras que estaba preparando y, al lado, había una torre de libros que pronto se convertirían, a través de cortes y tallados, en uno de los árboles que el artista ha presentado en diferentes espacios.
“Con el tiempo hemos ido conociendo personas que se dedican a vender libros en el centro. Ellos saben cómo es el recorrido de los libros. Yo les digo un tema y van y buscan enciclopedias y textos sobre eso. Después los traigo aquí. En esencia, el árbol se mantiene dentro del papel. Pero lo más bonito es que, cuando estaba afuera, ese árbol era el registrador de los acontecimientos en su entorno. Curiosamente, cuando se transforma en materia prima para que registremos los acontecimientos de la humanidad, termina desempeñando la misma función de archivo”, contó.
A pesar de que la creación de estas piezas ha hecho que se cuestione sus acciones, Lagos relató que cuando llegaron los libros comenzaron a apilarlos y a ver la forma que podían crear. “Comenzamos a preguntarnos si se les podían armar ramas o una raíz. Luego, dibujamos con un marcador y empezamos la búsqueda de la anatomía que podía tener el árbol. Después se perforaron los libros para poderlos apilar. Siguió el proceso de detalle que, inicialmente, fue con bisturí y, después, con sierras de dientes. Para este proceso nos tocó cerrar el espacio y crear una cabina de talla”.
El lugar favorito de Miler Lagos se encuentra en el segundo piso: la sala en la que se dedica a la producción de los “Lagos”. En ella da forma a los papeles y vierte la resina con la que crea estas obras. “Tiene una cualidad y es que en el día se calienta, tal vez es el ladrillo, no sé qué será. Atrás hay un árbol de duraznos y también hay plantas de uchuvas, esa vista me parece espectacular. Además, trabajar con resina es muy bello, casi meditativo porque no se sabe qué va a suceder. Simplemente, empiezo a dialogar con el papel, a arrugarlo, a hacer cuencas, y luego, al aplicar la resina, se mueve de manera fluida... Al final, se solidifica. Es un proceso en el que no estoy narrando nada, ni tengo esa intención. Hacer arte como este no solo es bonito, también es liberador. Y esa sensación la tengo en ese cuarto”.
Más que la motivación, para el artista la excusa para trabajar es la disciplina. Eso dicta sus horarios. Por disciplina dice que llega a las 8:30 a.m., sin embargo, cuando un proyecto le quita el sueño, puede llegar de madrugada a su taller e incluso dice que podría dormir ahí.
Ha pasado el tiempo y los cambios se han ido presentando con este transcurrir de ideas, personas y obras. De acuerdo con Lagos, el lugar en cuestión era un jardín de niños que no se había usado en 20 años. Cuando llegó en 2020, no había ni luz, ni agua, y comenzaron a trabajar desde cero.
“Fuimos limpiando y adaptando el lugar. Duramos más de seis meses en eso. Lo que se ve hoy es lo que organizamos para las necesidades que tenemos. Adecuar este espacio ha sido una tarea titánica. En las paredes había papel de colgadura que llevaban ahí muchos años, tuvimos que quitar todo eso. También había mucha protección para los niños, por lo que las escaleras y los patios tenían plásticos pegados. Como estuvo abandonada la casa, hubo muchas filtraciones de agua que caían del techo. El suelo estaba podrido y lo restauramos y estructuramos para que no se cayera. Así, de a pocos, y a medida que se iban liberando espacios, íbamos armando lugares de trabajo”.
Cuando está desarrollando una de sus obras, su “cuerpo metafísico se extiende hasta el último rincón”, de manera que Miler Lagos habita todo el taller cuando se encuentra en un espacio mental de creación, que también está mediado por su estado de ánimo y en el que hasta el último lugar del taller tiene su uso. Esa es su forma de vivir el espacio.