Publicidad

El poema de 1823 que convirtió la Navidad en lo que conocemos hoy en día

Los versos escritos por Clement Mark Moore introdujeron símbolos clásicos, como los calcetines colgando y a Papá Noel bajando por la chimenea.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
26 de diciembre de 2025 - 12:34 p. m.
El poema de Clement Mark Moore tuvo una notable inspiración en costumbres holandesas.
El poema de Clement Mark Moore tuvo una notable inspiración en costumbres holandesas.
Foto: EFE - DIVYAKANT SOLANKI
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

El 23 de diciembre de 1823, el periódico Troy Sentinel publicó en sus páginas el poema “Twas the night before Christmas” o en español, “Una visita de San Nicolás”, comúnmente conocido como “La noche antes de Navidad”.

Esta creación se convirtió en un clásico literario y, a partir de sus recursos poéticos, introdujo símbolos clásicos de estas festividades. Entre ellos se encuentran los calcetines colgando, la figura de San Nicolás (o Papá Noel) bajando por la chimenea para entregar regalos, así como la descripción de su apariencia: “Su cara era ancha y redonda, y una panza grande tenía que como la gelatina temblaba cuando él reía”.

También se nombra a los fieles renos que llevan en trineo a la figura emblema de la Navidad, dándole los nombres por los que son conocidos popularmente, como Cometa o Trueno. Todas estas imágenes pasaron a formar parte de la cultura estadounidense en torno a esta celebración y se expandieron a otras latitudes, convirtiendo a la Navidad en lo que conocemos hoy en día.

La autoría de estos versos fue desconocida durante un tiempo, ya que habían sido publicados de manera anónima. Sin embargo, en el año 1844 se resolvió el misterio, cuando Clement Mark Moore publicó la antología “The New-York Book of Poetry”, en la cual incluyó este poema, reconociéndose como el autor del mismo.

Todavía existen debates académicos en torno a la verdadera identidad del autor, ya que descendientes del poeta Henry Livingston, Jr., alegaban que estos versos eran de su autoría. Sin embargo, Moore afirmó que había escrito este poema para sus hijos y que lo recitó para ellos en 1822.

De acuerdo con National Geographic, el poema de Moore tuvo una notable inspiración en costumbres holandesas, ya que elementos como la tradición de los calcetines e inclusive el propio Papá Noel provienen de la celebración de “Sinterklaas” (Papá Noel), que se realiza cada 5 de diciembre, en los Países Bajos.

Este escrito de Moore terminó convirtiéndose en un reflejo de como la literatura puede llegar a moldear nuestra cultura. A continuación, el poema completo:

Una visita de Navidad (1823) - Clement Clarke Moore

Era la noche antes de Navidad, nada en casa se oía,

ninguna criatura molestaba, ni siquiera un ratón.

Las medias estaban colgadas en la chimenea con mucho cuidado,

esperando a que San Nicolás pronto los visitara.

Los niños dormían ya y soñaban en sus camas,

mientras visiones de caramelos bailaban en sus cabezas,

y mamá con su pañuelo, y yo con mi mejor gorra,

preparábamos nuestras cabezas para una larga siesta invernal.

Cuando afuera en el jardín, se formó un gran alboroto,

salí de mi cama a trompicones, para ver qué ocurría,

corrí y abrí la ventana, sintiendo el frescor,

las cortinas separé, y abrí el pestillo.

La luz de la luna llena se reflejaba en la nieve recién caída

iluminándose, como hace el sol con la arena.

Cuando mis ojos, de grata sorpresa llenos, vi

un trineo en miniatura tirado por ocho renos.

A las riendas, un anciano ágil y con gran viveza.

Supe en el momento que debía ser San Nicolás

más rápido que las águilas, su camino seguía,

¡Silbando y con muchos gritos, sus nombres les repetía!

“¡Vamos, Tornado! ¡Vamos, Bailarín! ¡Vamos, Furia y Vestido!

¡En Cometa y Cupido! ¡Vamos Relámpago y Trueno!

¡Directo a ese porche, hacia ese muro!

¡Vamos, vamos! ¡Al galope!”.

Como hojas secas que antes del salvaje huracán vuelan,

cuando se encuentren con un obstáculo, suben al cielo.

Así que hasta la cima de la casa volaron los renos

con el trineo lleno de juguetes, y San Nicolás también.

Después de algunos segundos, ya pude oír

el ruido de pequeños cascos que golpeaban en el techo.

Como había imaginado, y girando mis talones,

por la chimenea vi a San Nicolás bajando.

Iba vestido con pieles, de los pies a la cabeza,

su ropa estaba manchada del hollín y la ceniza.

Una bolsa con juguetes de su ancha espalda colgaba,

parecía un vendedor que su mercancía portaba.

¡Qué brillo había en sus ojos! ¡Qué alegría en su sonrisa!

¡Sus mejillas eran rosadas y qué nariz sonrojada!

Su boca, con un amplio arco, abría una sonrisa leve

y la barba en su barbilla más blanca era que la nieve.

Una pipa ya gastada en sus dientes sujetaba

y alrededor de sus sienes el humo lo coronaba.

Su cara era ancha y redonda, y una panza grande tenía

que como la gelatina temblaba cuando él reía.

Era viejo gordo y bajito, como un duende alegre

y reí al verlo, aunque lo hice bajito

un giro de su cabeza y un guiño casi secreto

hicieron que mis temores se esfumaran por completo.

Sin decir ni una palabra, su deber cumplió,

giró sobre sus talones y las medias rellenó.

Se despidió con un dedo en la punta de la nariz,

antes de desaparecer por la chimenea.

Escuché el sonido de su tripulación,

y juntos se alejaron como plumas en el viento.

Antes de desaparecer, San Nicolás gritó,

“¡Feliz Navidad para todos!”.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.